La torre

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La dama que nos recibió abrazó a mi abuela como si se conocieran desde siempre, luego se dirige a mí pero le pregunta a Bernadette:
- Esta preciosa jovencita supongo que será Miella Winston Leyendecker.
-Lo es, querida Emilia. Está aquí para ser la próxima baronesa. Recibirá una educación exquisita en el bachillerato Saint Dimitri, le he reservado la plaza y he encargado todo lo necesario. Comenzará a estudiar el lunes que viene- parlotea Bernadette.
- Y recuerda Bernadette que he preparado la torre oeste para Miella, deberíamos enseñársela.
-Me parece estupendo Emilia.
Emilia da una palmada e inmediatamente cuatro doncellas jovencitas de una fila del comité acuden hasta nosotras.
-Querida Miella, te presento a Louisa, Juliette, Eleanor y Giselle. Ellas son tus damas de compañía y tus asistentas personales en la torre. Te guiarán hasta tus aposentos y se establecerán allí para satisfacer tus necesidades en cualquier momento.
Louisa me pidió que las siguiera.
Atravesamos el castillo hasta unas enormes escaleras. Al subir había un hermoso vestíbulo, las paredes de yeso estaban pintadas de color crema y en el techo había una lámpara de araña que parecía irreal. Subimos por las escaleras de caracol hasta otro mini- vestíbulo donde se hallan varias puertas de caoba. Entonces vi que las chicas estaban agotadas y les pedí que se retiraran. Abrí la puerta y hallé una amplia sala con un inmenso ventanal. Allí había un hermoso diván estilo rococó, una tele de pantalla de plasma una mullida alfombra, vitrinas con máquinas de escribir y en medio de la sala una maciza mesa de escritorio con un Mac Air último modelo con varios recipientes llenos de plumas de escritura, bolígrafos, estilógrafos...
En los cajones había cajitas con plumines de oro y plata con un sinfín de molduras. También había rotuladores Promaker y Chameleon especialmente diseñados para dibujar. Había estuches con diversos pinceles, acuarelas y óleos. Vaya Bernadette había pensado en todo. En la siguiente habitación encontré numerosos armarios roperos y zapateros revistiendo las paredes. Al abrir uno me quedé fascinada. Estaba lleno de ropa a la última moda de diario, trajes de noche espléndidos, capas de invierno, por alguna razón había ropa de baño, ropa deportiva, tocados de fantasía, velos, sombreros, estuches repletos de las piezas de joyería más buscada y también acessorios antiguos como tiaras. Entre dos armarios zapateros repletos de calzado variado había un tocador enorme de oro y adornos de cristal con multitud de estuches de maquillaje, botes de rímel, esmalte de uñas, paletas de sombras de ojos, lápices delineadores, polveras, khol negro.
En una cómoda también había lencería, lo cual me sorprendió porque era demasiado voluptuosa. Corsets rosáceos con encaje, conjuntos de ropa interior con bordados muy elaborados, bodys de rejilla y satén negro muy insinuantes...
Me sonrojé y pasé al siguiente cuarto.

Volutas de sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora