Los Deseos

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Me encuentro más seguro que nunca de afirmar que el deseo es el causante de muchos de nuestros males, como a la vez el propulsor de nuestras alegrías, ya que sin el no serían posibles las acciones. Inconscientemente actuamos porque deseamos, y deseamos porque pensamos. El problema está cuando esos deseos se vuelven un paradigma para nosotros mismos y condicionan nuestras vidas. De esta manera, nos introducen en un mundo frustrante en el que muchos, incluido yo, desearíamos poder evitar. La pregunta es: ¿es posible calmar el deseo?, ¿hay alguna forma de evitar que éste nos condicione?; ¿si no deseo, pierdo todas mis ilusiones y me frustro?

Puedo recordar, me despertaba cada mañana pensando si hoy sería el día. Aquel tan deseado, motivador y fructífero. Aunque todas ellas solían ser iguales, la ilusión nunca se perdía.

Esta frase, la cual citaba al principio del prólogo, se remonta a como me sentía tiempo atrás. Claramente se remonta a un profundo deseo que tenía, el cual consistía en si alguna de aquellas mañanas mencionadas sería el día en el cual dejaría de sufrir por desamor. Pero ¿cómo yo, una inteligente y fuerte persona sufría desamor?, ¿cómo era eso posible? La respuesta recaía en que estaba condicionado.

Pensaba en mi pasado más que nunca antes, rememoraba la gente que había pasado por mi vida y se había esfumado; como si fuera un tren ligero viajando sin parada en la estación. Sobre todo, recordaba constantemente la sensación de vacío que en mi había quedado. Me sentía triste, mal, deprimido y hasta desmejorado, pero aun así seguir soñando. Me condicionaba creyendo en falsas esperanzas; soñaba con que algún día volverían y aunque sea un tercio de esos recuerdos nacientes en mi memoria se repetirían, sin embargo, nunca nada sucedía.

Una mañana, después de mucho tiempo transcurrido, decidí levantarme y observar al espejo. Ese fue el día en el que decidí cambiar. Pensé que las personas de mi pasado, aunque en vida aun estuvieran, en mi memoria permanecerían y que el problema no se solucionaría trayéndolas de nuevo conmigo, sino que comprendiendo que podía salir adelante sin ellas. Ese día entendí que debería calmar el deseo, de forma tal que pudiera obtener una sensación gratificante que me permitiera estar y ser feliz conmigo mismo, la cual solemos conocer como calma.

De esa manera decidí mudar esa elección y utilizarla como una nueva filosofía de vida, ya no importaría con quien estuviera sino como me sintiera. Según lo que experimentase, trabajaría sobre mi mismo para solucionarlo. Obteniendo, así como resultado el saber que no hay felicidad mayor que la que uno genera sobre sí mismo. Entendiendo que el eje primordial del bienestar en nuestra vida somos nosotros mismos, si estamos mal no podemos ayudar ni dar lo mejor de nosotros.

Tomada esta decisión comencé a buscar la forma y recaí sobre las bases de mis relatos. La introspección, un viaje que emprendería y que llevaría un arduo trabajo de decisión. No es fácil la tarea de entenderse ni escucharse cuando de problemas por ausencias se trata, sobre todo cuando estas fueron un importante legado de nuestro pasado. A pesar de la dificultad, seguí adelante y aquí estoy relatando una historia de los desamores de mi vida; buscado con usted el camino hacia la felicidad. Esa es mi motivación, la de todos los días; el sueño de mis sueños, poder dejar una porción de mis ideales y que estos sean bien utilizados. Ayudar se ha convertido en ese día en una de mis prioridades, ya que considero importante la necesidad de aislar y proteger a los demás de estas penurias causadas por el condicionamiento inconsciente que uno mismo se llega a hacer. Un juego causado por nuestra propia mente, donde no hay más participantes más que el deseo y la frustración; de la que vamos a hablar capítulos más adelante para entender por qué sufrimos cuando las cosas no salen como lo esperamos.

Quizás parezca un resentido con el amor, pero, lamentablemente, es un juego donde siempre, aunque sea una vez perdemos. Todos alguna vez sufrimos una desilusión de la cual nos cuesta salir y la llevamos con nuestro más profundo silencio cada día. A pesar, es gratificante saber que en transcurso no estamos solos; si se siente desesperanzado piense en mi, es probable que yo esté pensando en ustedes quienes son mi apoyo para seguir y demostrarles que es posible progresar.

La vida es una batalla, un combate entre el bien y el mal, donde hay aventuras gratificantes y duraderas, que perduran para siempre, como desilusiones que dejan un vacío en nuestros corazones. Sin embargo, seguimos y aprendemos de todas ellas, el verdadero significado de amar; "sin importar qué jamás rendirse e intentar disfrutar lo más que se pueda".

Cuando sufrimos desilusión perdemos la fe en la persona u objeto que no las ocasiona, sentimos vacío y un desmoronamiento interior, el cual suele provocar enojo e ira. Sin embargo, el dolor nadie lo quita. El tiempo transcurre y ese agujero perdura, pero a medida que pensamos se transforma. Si alguna vez sintió esta sensación, le invito a que se pregunte: si esta enojado, ¿qué me hizo/cieron para enojarme?; ¿puedo perdonar?, ¿es sano olvidar?

Si consigo mismo mal se sintiera lo más aconsejable es pensar si realmente el rencor es la forma. Si ese amor que algún día sintió, pudo apagarse de un día para el otro; como ese deseo de reencontrarse alguna vez se fue tan rápido como llego su ira.

Perdonar no es olvidar, es aprender a convivir con el error sabiendo y entendiendo que somos seres humanos, con defectos e imperfecciones; pero a pesar de eso compartimos la virtud más grande y digna del hombre, el poder amar.

Como yo pude, lo invito a reflexionar entendiendo y conociendo verdaderamente a sus sentimientos, escuchando a su corazón y sabiendo que por mayor sea el dolor, la vida continua y bienaventurado sea el camino que está transcurriendo el pasar de su vida; ya que, si todavía lo bueno no llegó, cosas mejores vendrán. Crea, disfrute, reflexione y viva.

Detrás de Ti MismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora