La Figura de Un Ideal

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No es renuente que, en mis escritos, se toque sucesivamente la cuestión paradójica que se esconde detrás del estado de enamoramiento y, es por ello, que no se me hace posible obviar la cuestión de la figura ideal, que consigo trae un gran desarrollo asociativo conceptual que determina los grados de actividad e importancia que ésta toma en nuestra actividad psíquica, cuando contacta con nosotros. Es por eso, que al remitirnos al estado de enamoramiento, directamente traemos a escena al tipo de amor que conocemos como romántico y, es este, que a través del deseo nos permite enamorarnos.

No hay mejor forma de caracterizar a este proceso que remitirnos al estado de deseo; después de todo, es éste nuestro motor que impulsa la vida que desarrollamos constantemente. Por deseo trabajamos, por deseo nos enamoramos y a través de ésta, también, amamos. Tan simple como mirar al cielo, como si fuéramos unos pequeños niños que, al ver las estrellas, comienzan a soñar y aclaman por el cumplimiento de sus más alocadas ilusiones, el deseo se nos cruza por nuestras vidas. Emoción estable y persistente, que renueva su presencia constantemente variando los objetos, pero persistiendo latente en nuestra consciencia. Actúa motivando, alentado y ayudando a crecer; aun así en sus razonamientos más dolorosos. Es por esta cuestión básica que se haya vuelto pilar fundamental en nuestras vidas y gran parte de nuestra interacción gire alrededor de él.

Para introducir a la figura de un ideal, debemos comprender la importancia que el deseo entra a jugar en este rol. Un perfil que auto posicionamos en el Otro y al que recurrimos proyectando en él todos nuestros anhelos y fantasías, es por eso, que cuando estamos "enamorados" esperamos que el Otro cumpla todos nuestros deseos, y aun así no nos alcanza para ser plenamente felices. Debido a que el deseo es insaciable, siempre espera más y exige para ser correspondido, aún al precio de perderlo todo, a esta emoción no le importa acabar con todo lo que se le antepone si de cumplir sus exigencias se trata.

Es esta proyección insaciable la que Lacan caracterizaría como estado de enamoramiento y así diría que:

"Amar es dar lo que no se tiene a quien no es". -

Remitiéndome a la primera parte de esta cuestión lacaniana, podemos analizar que se encarna durante este período un rol posesivo-demandante que, a la vez, rompe la barrera de su propia limitación y se presta a ser objeto de quien corresponda su sentimiento mutuo. Es decir que, el enamorado va a entregar al Otro (sujeto ideal aparente) más de lo que tenga, esperando que éste le corresponda el deseo que, generalmente, va más allá de lo que éste puede entregar. De esta manera se genera un vínculo insaciable e inalcanzable que, fisiológicamente, no puede durar más de seis meses. Es ahí, cuando se da finalización a este vínculo en el que entra en juego la desilusión como rompimiento a la barrera del enamorado y, que pretende, si pudiera, aceptar las diferencias del Otro, pero ya no como figura ideal sino realmente como éste lo es.

En la estructuración subjetiva, el problema comienza cuando el inicio al amor romántico no puede concretarse y quedan los vacíos de un enamorado corroído por la desilusión y sus resentimientos. Es así, como se construyen los pilares del desilusionado patológico que, a través de distintas emociones y sentimientos, transforma su visión de ese Ideal en una figura odiada para por sí y corrosiva para su tranquilidad psíquica. De modo que, si no se trabajara, generaría un acercamiento patológico que se pudiera manifestar a través de distintos síntomas, como mecanismo para llamar la atención.

Retomando la cuestión del Ideal, lo que el enamorado no sabe es que, en ese deseo irrealizable, generalmente, intenta revivir lo que por alguna circunstancia perdió y no puede recuperarlo, pero lo intenta. Refleja sus vivencias del pasado y busca en el Otro, de forma indefinida, puntos en común que pudiera tener con alguna figura que haya ocupado un rol grande de importancia en la estructuración de éste durante la primera infancia, como, por ejemplo: en sus cuidadores primarios.

El intento de encontrar el cuidado y la contención de los familiares en el Otro, como la correspondencia de los caprichos de la infancia, actúan de manera directa en la búsqueda por calmar al deseo que, en lugar de apagarse, su llama se aviva más por cada segundo que sigue siendo correspondido, sin embargo, no es malo. Recordemos, como habíamos dicho, que el deseo ocupa un rol fundamental en nuestras vidas actuando como motor propulsor de todas nuestras emociones y es a él, el que le debemos despertarnos con ganas de hacer cosas cada mañana.

Adler dijo una vez que: "El neurótico carga constantemente con un sentimiento de inferioridad", esta afirmación es la que nos permite entender que esa inferioridad que nos rodea, quizás partida de la frustración del deseo no realizado es la que nos motiva por seguir en la búsqueda de hacer y realizar cosas, aun cuando estas no salgan del todo como lo esperamos. Cuando se cuenta con una psique equilibrada, la realización de nuestros deseos determina el fin de esos sentimientos de inferioridad y de esta forma desarrollamos confianza. Es la confianza la que va a tomar un rol fundamental en la estructuración subjetiva, por su simpleza de ser maravillosamente asombrosa y grata a su opuesta, la desconfianza, que consigo trae a la inseguridad y con este otro revenimiento patológico, pero ese será motivo de otra ocasión.

En conclusión, podríamos decir que, aunque en el enamoramiento no se halle la calma para la correspondencia de esos deseos no realizados, cuando se aprende a convivir con la verdadera figura del Otro se puede sacar gratas experiencias de lo que encabezaría una sana relación. Es importante saber que un deseo no realizado del todo, no significa que no haya sido logrado, sino que, como todas las cosas en la vida, traen consigo condiciones de realización. En consecuencia, más allá del estado de enamoramiento, amar sería:

"Compartir con el Otro lo que se tiene, con deseos de realizarse más allá y comprender que no existe tal figura aparente ideal, más que solo en nuestro inconsciente". -  

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