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Harry volvió horas después a la sala común con una enorme sonrisa en la cara. Ron y Hermione esperaban angustiados, pero al ver su cara, cada uno se le colgó del brazo y lo sentaron en uno de los mullidos sillones frente al fuego, sin mucho forcejeo
- ¿y?- preguntó Hermione al ver que el moreno no reaccionaba, este pareció despertar de un trance y los miró con burla.
- no diré nada.
La respuesta indignó a sus mejores amigos, los que no tardaron en expresarlo.
El moreno los miró un par de segundos, con la diversión chispeando en los ojos y una sonrisa reprimida en los labios, para decir un par de mundanas palabras que decidirán la reacción de sus amigos.
- Hermione tenía razón- se levantó de la roñosa butaca para caminar a las escaleras que llevaban a su cuarto, ante las sonrientes caras de sus amigos, que soltaron risas, y corrieron a alcanzarlo para darle un gran abrazo, demostrando, una vez más, el sólido vínculo que tenían-. Mañana iremos a Hogsmeade, así que... Buenas noches.

Draco llegó a la sala común de Slytherin con una sonrisa boba en la cara, sus amigos, sentados al calor del fuego, lo vieron entrar a su habitación de excelente humor, por lo que, tras mirarse a los ojos los unos a los otros, lo siguieron.
La última en entrar fue Parkinson, quien, durante la guerra, había madurado a una velocidad alarmante. Precisamente, ella, la que antes estaba obsesionada con Draco, era la mayor fangirl de Drarry, como había llamado a la pareja. Por eso, fue la primera en preguntar lo que todos sospechaban.
- ¿Drarry?
Draco lo miró con una sonrisa satisfecha, se tiró de espalda a su cama y suspiró con alegría.
- Drarry- confirmó. Sus amigos expresaron sus conformidad, mientras pedían detalles-. No contestaré nada sin un abogado.
Zabini, bien conocido por hacer el payaso, se puso los lentes que reposaban en la mesa de Nott, el compañero de habitación de Draco.
- Acabo de conseguir mi magíster, ahora, Señor Malfoy, ¿Sería tan amable de darnos los putos detalles antes de que alguien, entiendase yo, le lanze un maleficio imperdonable?
Draco rodó los ojos, para sentarse y decir las únicas palabras que serían capaz de sonsacarle esa noche.
- Mañana iremos a Hogsmeade. Es una cita.

Harry se levantó de excelente humor, sobre todos si consideramos que eran las nueve de la maña a de un sábado.
Fue al baño de prefectos, donde aprovechó de perfumarse como era debido para una cita; abrió el grifo rojo, dejó que la pequeña piscina se llenase con la acostumbrada rapidez mágica, y se metió en ella.
A las diez ya estaba listo frente a las puertas del castillo, esperando a Malfoy.
Draco se levantó a las ocho y media de la mañana, y tras salir a correr, se dio un chapuzón en el baño que le correspondía por derecho; el de prefectos de las mazmorras. Usó el grifo verde como siempre, porque huele a menta. Estaba listo a las nueve con cincuenta minutos, pero Parkinson lo hizo devolverse para que ella pudiera quitarle la gomina del cabello con un hechizo que usaba de pequeña para molestar al rubio por las mañanas.
A las diez con cinco minutos, ambos se encontraron en las puertas, tras dudar un momento, se tomaron de las manos para bajar hasta la vieja reja con cerdos alados.
Como Draco no podía desaparecerse (uno de los muchos beneficios quitados por el Ministerio, a cambio de no ir a Azkaban), Harry lo abrazó, para aparecerse frente a Honeydukes.
Compraron un par de dulces ynse sentaron en una banca a comerlos, rememorando los tiempos de antaño, cuando se odiaban, hasta llegar a los más oscuros, cuando no se hablaban, la Mansion Malfoy, la caída del Señor Tenebroso, todo frente a la casa en la que varios años atrás, mes tras mes, Remus Lupin se transformaba acompañado de sus amigos.
Cuando los dulces ya no estuvieron para endulzar la conversación, lo dejaron de lado; no era tema para una cita. Procedieron a jugar a las veinte preguntas, pronto lo alargaron a cuarenta, luego a cincuenta.
A eso de las una de la tarde, decidieron ir a Las tres escobas, que gracias a ser la hora de almuerzo para los trabajadores cercanos, estaba abarrotada. Se sentaron en los únicos puestos que quedaban; al fondo de la estancia, donde las parejas del colegio solían refugiarse los días de visita a Hogsmeade, ya que, gracias a que estaba en una esquina, y tras las tres roidas escobas, sólo la mesa vecina podía  verlos.
Luego de pedir una cerveza de mantequilla y un whisky de fuego, Malfoy habló en un susurro que demostraba más de lo que pretendía.
— ¿Qué quieres que seamos, Potter?— la inseguridad en el tono del rubio sorprendió al aludido, que no dudó en tomarle las manos por sobre la mesa.
Meditó la respuesta un par de segundos, se le antojaba difícil dar una clara y concisa sin sentir que le imponía nada a Malfoy.
— No lo sé... ¿Novios, supongo?— se sintió sonrojar, le parecía tan cursi decirlo, aún cuando había fantaseado varios meses con la idea—. Lo único que sé con certeza es que no quiero esconderme.
El platinado asintió; le había dado vueltas anoche, antes de dormir,  y llegó a la conclusión de que no tenía las energías ni las razones suficientes para esconder una relación con Potter. En contra de su pensamiento racional, su subconsciente le recalcó lo tierno que se veía  Potter, así como las locas ganas de besarlo con dulzura.
Madame Rosmerta llegó con los tragos, y tras dejarlos con una mirada picarona, los dejó solos; las manos de ambos unidas por sobre la mesa no le habían pasado desapercibidas.
Draco tomó un sorbo del whisky, sintiendo el licor quemar su garganta con un calorcillo suave, miró a Potter tomar de la botella de su cerveza, y no pudo evitar asimilar la forma cilíndrica de la botella con una parte de su anatomía a la que no le desagradaba la idea.
Se removió la bufanda, que se le habían pegado al cuello, incómodo. Pero cuando una gota cayó por el cuello de su amado, no pudo evitar una semi-erección, ni crispar la mano al tratar de que su miembro no se alzara.
Potter se dio cuenta de ello, por lo que bajó la botella, y se limpió la barbilla con la manga del suéter que llevaba bajo la parka, para mirarlo con una ceja alzada.
— ¿Qué pasa?— el rubio lo miró con evidente incomodidad.
— Nada, no importa.
El moreno frunció el ceño, preguntándose qué escondía.
— Evidentemente no es nada, Malfoy, si no no tendrías esa cara.
— que no es nada, déjalo— El aludido se removió en el asiento, se fijó en la textura de las manos de Potter; eran ásperas, con durezas por el constante roce de la escoba, y su varita mal mantenida. Se imaginó cómo se sentarían esas manos contra su erección... Quitó la mano al darse cuenta de que su amigo había terminado por despertarse.
Harry lo miraba confundido, se preguntaba porqué Malfoy estaba tan sonrojado, porqué retiraba la mano, y porqué se veía tan incómodo. Miró alrededor, buscando a alguien que le pareciera conocido y que pudiera haberlos visto, pero a su lado no había más que un hombre y una mujer que parecían estar haciendo negocios.
Fijó su mirada de nuevo en su acompañante, que se revolvía en el asiento.
— ya dime, ¿Qué te molesta?
— me molesta, Potter, que no sepas tomar de una condenada botella, ni sepas limpiarte bien cuando te cae una puñetera gota por el cuello. Me molesta que tus manos tengan esa textura tan exquisita, y me molesta que tan sólo tomándome de las manos y bebiendo de una botella, me hayas puesto duro— dijo todo en susurros, mirando fijamente a los ojos a Harry, quien se sentía envuelto en una aura cargada de lujuria, al finalizar, él se quedó de piedra.
¿Malfoy se había puesto duro mirándolo? ¿Debía sentirse halagado u ofendido? Entró en pánico: ¡Malfoy estaba duro frente a él! Se preguntó cuando mediría, si tendría mucho vello púbico... Se imaginó el pene de Malfoy frente a él, en todo su esplendor, mientras este le decía que se la tragara entera, corriendose sobre sus lentes... Cuando volvió a la realidad, Malfoy lo miraba con igual cantidad de lujuria, incredulidad y nerviosismo, y su propio miembro estaba duro como roca.
Draco había visto cómo la mirada de Potter cambiaba de una sorprendida a una lujuriosa y perdida, dio otro sorbo a su whisky sólo por hacer algo.
— Bueno... Potter, como decía... ¿Qué quieres que seamos?
El moreno suspiró, tratando de concentrarse en que la respuesta fuera coherente a sus deseos.
— novios, si estás de acuerdo.
— está bien— tomó aire y dio un par de sorbos a su trago, al ver que no le quedaba mucho, lo apuró—. ¿Quieres tomar aire?
— Me parece una maravillosa idea.
Se levantaron, y tras dejar propina, abandonaron la taberna, que se había ido vaciando conforme el gentío volvía a sus trabajos.

Continuará...

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