Al principio, pensé que estaba fuera de lugar, e incluso que era muy extraña, que no pertenecía a este sitio. Aquella señora me llamó mucho la atención desde que entró a la tienda, con ese vestido gris, moño bajo, botas vaqueras con flecos y un carrito azul chirriante. Tendría 65 años, y era muy extravagante.
Nada más entrar, tiró con el carrito la caja donde estaban los rollos de papel de regalo, y fui inmediatamente a recogerlo, mientras la señora pedía disculpas, con una voz alegre, y para nada falsa.
-Ay, gracias muchacho, enserio, qué torpe me encuentro hoy, enserio, no suele pasarme, pero hoy...
-Ya ya... No pasa nada señora...-empecé a decirle, ya que se iba enrollando y tenía prisa.
En este momento, llegó desde la trastienda Alberto, mi tío y tendero del negocio. Normalmente, es su mujer quien lleva la tienda, pero tiene que cuidar al bebé, la pequeña María. Alberto llevaba una caja de cartón llena de cosas.
-Bueno, Andrés, aquí tienes todas las cosas que pone en la lista de tu madre... Todo menos los productos de limpieza, y ya sabes que no puedo coger peso desde que tuve la lesión en el brazo el año pasado. Mira, tu que sabes donde están, ve a la trastienda y coge lo que necesites. Son 15,80€-me dijo.
-Está bien-le respondí, dejando el dinero sobre el mostrador, y entrando por la puerta con cortina a tiras, que separa la tienda del almacén.
Cuando salí, la extraña mujer ya se había ido.
-Me voy Alberto- me despedí de mi tío, que estaba en su taburete, ojeando una revista.
-Adiós chico.
Cogí la caja y salí a la calle. Estaba nublado, como en casi todos los principios de primavera en este lugar. Mi casa se encuentra bajando la calle de la tienda de mis tíos, misma dirección a la que se dirigía esta singular señora, con el carrito ahora lleno y, seguía chirriando a su paso. Al final acabé alcanzándola a su paso.
-Ay, hola otra vez muchacho-me saludó con alegría.
-Esto.. hola señora...-le contesté.
-¿Señora?¡Ay, no me llames así, odio las formalidades! Me llamo Rosa, ¿y tu?.
-Soy Alex, seño... Rosa.
-Debes de tener 18 años, chico,casi como mi Garrison...
-No no, tengo 16.
-¡16!¡Mira, tenéis la misma edad!Bueno, en verdad los cumple este mayo, es igual. Verás, Andrés, aprovechamos Semana Santa para mudarnos aquí Garrison y yo, ya que su padre, mi hijo, está muy ocupado siempre trabajando aquí y allá. Creo que ahora estará por Holanda, y claro, para un adolescente es muy difícil siempre los cambios. Vivíamos en la costa, en una ciudad, le encantaba, pero yo odio el ruido y el olor a mar. Prefiero la tranquilidad de un pueblo, como este. Al principio se negó, pero pienso que es mejor para todos así..
-Entiendo-la verdad, me trae sin cuidado la vida de Rosa y de ese tal Garrison, que al parecer es su nieto. Pero mi madre siempre me dice que tengo que ser educado y todo eso, así que no me queda otra. Además, parece buena gente Rosa. Aunque el nieto... En fin, carne fresca en el instituto, como todos los nuevos.
Seguimos andando Rosa, el molesto carrito y yo, hasta que paré en la puerta de mi casa, una adosada a otra, son casas grandes, con techo oscuro, paredes blancas, un ancho patio y un césped por delante.
-Bueno, Rosa, aquí me quedo, encantada de conocerla, ya nos veremos en otra ocasión...-empecé a despedirme.
-¡Anda, qué coincidencia!¡Mira Alex, nos hemos mudado a la casa de al lado! ¿Tu qué crees: coincidencia, destino, o suerte?-decía mientras que reía, (si me preguntas, yo diría karma, aunque no sé qué he hecho mal). Y no es que Rosa me cayera mal, solo que soportarla como vecina sería difícil. Me compadezco del tal Garrison.