El Cesaro y el Wade no tienen pega, así que empiezan a buscar para no quedarse en la ruina.
Pero en el transcurso se encontrarán con algo jamás esperado: problemas, problemas, más problemas y hasta con una demanda.
Los guardias los sacaron por la puerta de servicio y amablemente los tiraron al medio de la calle donde pasaban los troles.
Lo bueno es que todavía habían culiaos subiéndose al trole, así que el Cesaro y el Wade pudieron levantárse, sacudirse la ropa y salvárse de morir arrollados por el trole.
Los dos llegaron a la calle enfrente de la tienda mientras los culiaos en el trole se reían de ellos, y de puro enojao que estaba el Wade les empezó a tirar piedras, pero el trole se fue y casi le da a uno de los hueones que los sacaron de la tienda. Se dio la vuelta pa hacerse el leso pero se encontró con un gimnasio: -Oye Cesaro, ¿y si preguntamo acá?
El Cesaro no respondió: -Hueón, te estoi hablando.
-¡Cállate mierda!- gritó el Cesaro -¡es que hueón, aquí hay pega pa nosotros!
El Cesarito lo agarró del brazo y le mostró una hoja de cuaderno pegada por ahí al Wade: -Se necesita personal con o sin experiencia. Cualquier hueá tratar acá- repitió -le mostró el lugar donde resurgirían -¡vamo a ser mecánicos!-
-Pero Cesaro, yo no cacho ni una hueá.
-¡No se preocupe compadre, usté va a ser el secretario!- de debajo de un auto que había dentro del lugar ese apareció un hueon medio rusio de ojos azules. Cuando llegó con ellos los saludó mientras se limpiaba las manos -¿vienen por la peguita?-
-No.
-¡Si, si! Venimo por su pega- dijo el Cesaro -¿qué hacemos y cuánto nos paga?
El rusio les pidió que entraran al taller pa darles la información: -Bueno señores, yo necesitaba a uno no más...
-Mentiroso. Allá afuera decía personal.
-Pero personal se puede referir a uno o hasta cien culiaos- corrigió el rusio -ya, ¿van a querer la pega o no?
-No la queremos, la necesitamos.
-¡Ya ya! El Wade es el secretario, ¿yo que hago?
-Esperate un ratito- el rusio se estaba escribiendo algo en la mano -el Wade es el secretario y vo, ¿cómo te llamai?-
-Cesaro.
El rusio le sonrió antes de escribirse otra vez en la mano: -Y el Cesaro es mecánico principiante. Listo, los dos están adentro.
Y así el Cesaro y el Wade volvieron a tener pega y fueron felices pa siempre: -Cuando empezamos?
-Mañana a las nueve chiquillos- dijo el rusio -los quiero bien despiertos a los dos. Aquí llega mucho trabajo...
-Ya, si vamo a llegar a la hora- interrumpió el Cesaro -¿cómo se llama usté? Pa saber no má.
-Dean Ambrose, pero ustedes diganme Dean o Dino no má.
-¿Como el Dino de los picapiedras?- preguntó emocionado el Cesaro.
-Si, como ese- el rusio volvió a meterse debajo del auto pa seguir trabajando -ya cabros, vayanse pa su casita y descansen que mañana empiezan a trabajar aquí. Los quiero fresquitos como lechuga.
Pero el Dean no sabía que los chiquillos tenían una forma bien rara de celebrar cuando algo les salía bien. Así que no llegarían tan frescos como el esperaba.
