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—Él esta ahi afuera, esperándote. Levanta el culo y ve a buscarle De Luque —Rubén y sus frases para dar coraje a la gente, tenía un estilo propio, y debía admitir que me había dado un poco de esperanza con esas pobres palabras.

Teníamos un acuerdo: si yo buscaba y encontraba a Guillermo, él le hubiera confesado sus sentimientos a Miguel. Fácil decirlo.

Me había paseado por toda la ciudad, de cima a fondo, para ver si casualmente encontraba al chico de mis sueños. Rubén me había dicho que la mente no puede crear nuestras caras: ese chico ya le he visto, pero puede haber sido en otra ciudad hace dos años o quien sabe.
No sabia nada de él, solo su nombre, nisiquiera su apellido.

Estaba metiendo mis libros en el casillero, cuando llega Rubén entragandome dos hojas —Aquí tienes una lista de todos los Guillermo de esta escuela —me sonríe, mientras yo le daba un ojo a todos los nombres.

Habían unas 40 personas en esa lista, de cursos, edades, años diferentes.

—Rub, tú estás loco. ¡Voy a tardar la vida en encontrarle! ¡Ni siquiera sé si es de esta escuela! —gimoteé, las pocas esperanzas que tenía se estaban perdiendo entre todas esas personas en esas dos hojas —Y, ¿cómo has hecho para conseguir esta lista?

—Digamos que he ido a ver al director un rato, y he aprovechado para hacerme prestar esa lista —me respondió iniciando a caminar para alejarnos de ahí, donde estaban la mayor parte de estudiantes.

—¡¿Has robado esta lista?! —grito, llamando la atención de todos los presentes.

—¡Shh! ¿Qué importa? ¡Vamos a buscar a tu chico!

Pasamos toda la mañana buscando a todos los chicos llamados Guillermo, por suerte ninguno de los dos tenía clase, los profes tenían una reunión y decidimos aprovechar de la situación.

—Ese chico es de mi clase, se llama Guillermo —apunta a un chico apoyado a un casillero, con dos chicas al lado suyo; no era el chico de mis sueños.

—No, no es él.

—Veamos, el próximo es... —empieza a decir agarrando la lista.

—Déjalo Rub —le interrumpo —Seguimos más tarde ¿vale? Tú ahora tienes clase, yo tengo todavía una hora.

Rubén asiente, empezando a alejarse hacia su clase, yo me dirijo hacia el jardín.

—¡Samu! —me llama, me giro y le veo sonreír —No pierdas las esperanzas, ¿vale?

Sonrío, él tenía mucha más esperanzas, o probablemente es solo por el hecho que si yo encontraba al chico, él tenía una buena excusa para confesarse a Miguel.

Voy directo al jardín de la escuela, donde esta ese pequeño bosque que tanta tranquilidad me trasmitía. Por suerte no hay muchas personas, la mayor parte están en clase ya que para muchos profesores la reunión había terminado.

Me apoyo a un árbol, no me importa ensuciar la camisa morada. Me la había puesto porque estaba seguro que a Guillermo le iba a gustar.

Al Guillermo de mis sueños. Sí.

Duele enamorarse de un sueño, de una ilusión. Es un amor sin sentido: pienso que me ama, pero cuando le vea, ¿Cómo voy a saber que él también está enamorado de mí? El Guillermo de mis sueños me lo había confesado, pero ¿el real?

Me había enamorado de un sueño.
Un sueño imposible.

Cerré los ojos, alejándome de ese mundo.

Guillermo había conseguido transportarme a otro mundo, lejos de la realidad.

En casa mis padres peleaban desde la mañana hasta la noche. La escuela no me iba mal, no era el mejor; lo único que me iba bien eran los videojuegos. Mis únicos dos verdaderos amigos eran Rubén y Miguel, demasiados ocupados en dañarse el uno al otro para darse cuenta de mi sufrimiento.

Quería escaparme de esa realidad, ¿por qué no lo hago?

—Perdona, ¿tienes un bolígrafo? Tengo que escribir una cosa rápidamente

Puede que la muerte era mi única posibilidad. Podía escaparme de esa realidad y soñarle eternamente, tenerlo para mí, en mis sueños.

—Hey, perdona. ¿Tienes un bolígrafo? —y de un momento a otro, mi mundo se volcó.

Abro los ojos, mirando al chico que me había pedido el bolígrafo.

Esos ojos, esos malditos ojos achinados.

Se forma una pequeña sonrisa en su rostro al ver que tiene toda mi atención.

Agarro mi mochila y busco rápidamente el bolígrafo, se lo paso –temblando– y él escribe algo en ese papel que tiene entre sus manos. Termina rápidamente y me devuelve el bolígrafo murmurando un "gracias".

Por curiosidad, mis ojos se posan en ese papel que tiene en las manos, dirigido hacia mí como si quisiera que lo leyera: "Guillermo Díaz".

Guillermo, el nombre del chico de mis sueños. El chico que tengo delante de mí es el chico de mis sueños.
Le miro: él esta inmóvil, mirándome.

¿Me crees si te dijera que te he conocido en mis sueños? —esas palabras salen de mi boca sin ni siquiera darme cuenta. Su sonrisa se agranda, y yo siento que me voy a desmallar.

Se acerca a mí, apoyando sus manos en mi pecho. Una de ellas se desliza hasta llegar a mi mejilla, acariciándola con cariño.

Me mira a los ojos, explorándome, escavando dentro de mí y podía jurar no haberme sentido tan amado en toda mi vida. Parecía conocerme, saber todo lo que me ha pasado, saber el dolor que siento.

Parecía saber amarme.

—Por fin has conseguido encontrarme, Samuel.

Dreams | WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora