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Observo el papel entre mis manos: "Ven a la playa". No tiene firma, pero no la necesito. Sé que es él.

El mar está tranquilo, las pequeñas olas mojan mis pies. Camino lentamente: la mente me dice una vez más donde ir, mis piernas se mueven solas.

Lo veo a lo lejos, sentado en la arena, no muy cerca del agua, sin embargo algunas olas llegan hasta sus pies. No parece importarle, mira el mar perdido en sus pensamientos. Ni siquiera sé si se ha dado cuenta que me he sentado al lado suyo.

Escucho un sollozo, le miro y veo algunas lágrimas caer por sus ojos. ¿Por qué llora? No puede llorar, no puedo permitirle hacerlo. Cada vez que le veo siento como si todo desapareciera, que el mundo donde vivo es el de mis sueños, donde esta él.

Sigue sin mirarme, ni siquiera de reojo, se limita a llorar en silencio. Dobla sus piernas, escondiendo la cabeza en ellas.

—No le digas a nadie que he llorado... —susurra con la voz rota. Mi mirada se detiene en el reflejo de la luna en el agua. No me había dado cuenta hasta ese momento que el chico vestía una camisa y pantalones blancos, haciéndole ver inocente y mucho más guapo. El color de su ropa es igual al de la luna, sus lágrimas brillan como estrellas.

—¿Alguna vez has llorado por el simple hecho de ser tú mismo? —me pregunta, mirándome por primera vez.

Me mira, penetrándome con esos ojos profundos.

—Sí —respondo simplemente, él se pasa la manga de la camisa blanca por la cara, quitando las lágrimas.

—Me digo siempre de no llorar, no puedo dar la satisfacción a la gente de verme destruido, pero todos explotan tarde o temprano... —se acerca a mí, apoyando su cabeza en mi hombro, yo aprovecho para pasar el brazo por su cintura —Me digo siempre "Respira, sonríe, no llores".

Conozco esas palabras, yo también las repetía cuando lloraba.

—No llores, ten las lágrimas dentro de ti —continúe yo, ese chico parecía conocerme demasiado bien. Me estaba volviendo adicto a él.

—Eres fuerte —concluye él. Levanta la cabeza de mi hombro, le miro y noto su rostro muy cerca del mío: nuestros labios se rozan, siento su corazón latir fuerte, nervioso.
Él lo desea tanto como yo.

Aprieto el agarre en su cintura, haciéndole entender que no quería que se alejara aunque si no parecía tener ninguna intención de hacerlo, acaricio su mejilla con la otra mano, él cierra los ojos suspirando: se ha tranquilizado.

Es demasiado perfecto para ser real.

Dreams | WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora