Esta noche os amareis con desesperación porque sabéis que va a ser la ultima noche que pasareis juntos. Nunca mas volveréis a veros.
Nunca.
No será posible.
Os acariciareis y os besareis tan intensamente como solo lo pueden hacer dos personas angustiadas, intentando impregnarse mediante el sabor y el tacto de la esencia del otro.
La intensa lluvia tropical golpea furiosa la barandilla verde del pasillo exterior que conduce a las habitaciones, ahogando el ruido de vuestros gemidos rabiosos. Los relámpagos intentan extenderse en el tiempo para vencer la oscuridad.
<< Déjame verte, tocarte, sentirte un minuto mas... >>
En una esquina de la habitación, dos maletas de cuero desgastado. Desgastando en el respaldo de una silla, una gabardina. Un armario vacío con las puertas entornadas. Un sombrero y una fotografía sobre la mesa. Ropa de color crudo por el suelo. Una cama convertida en nido de amor por la mosquitera que, colgaba desde el techo, la rodea. Dos cuerpos agitándose en la penumbra.
Eso será todo después de dieciocho años.
Podrías haber desafiado al peligro y decidido quedarte.
O podrías no haber ido nunca. Te habrías evitado la lluvia, la maldita lluvia que se empeña en enmarcar los momentos mas tristes de tu vida.
No sufrirías esta noche tan negra.
La gotas rebotan en los cristales de la ventana.
Y ella...
Podría no haberse fijado en ti cuando sabía que era mejor no hacerlo.
No sufriría esta noche de claridad intermitente y cruel.
La lluvia mansa y apacible se pega a los objetos y se desliza suavemente como las lagrimas, impregnando el ambiente de una contagiosa melancolía. La lluvia intensa de esta noche azota y recuerda amenazante que no se aferra a nadie, que ni la tierra la puede absorber, que muere en el mismo instante cruel en que golpea.
Habéis disfrutado de muchas noches de amor calmado, tierno, sensual, místico. Habéis gozado del placer prohibido. Y también habéis sido libres para amaros en plena luz.
Pero no habéis tenido suficiente.
Esta noche sois una y mil gotas de tornado en cada embestida.
¡Hazle daño! ¡Arráncale la piel con tus uñas! ¡Muerde! ¡Lame! ¡Imprégnate de su olor!
Por existir. Por haceros sufrir. Por no poder cambiar las circunstancias. Por la separación que habéis asumido. Por la maldita resignación.
Toma su alma y dale tu semilla, aunque sabes que ya no germinara.
<< Me voy. >>
<< Te vas. >>
<< Pero te quedas mi corazón. >>
Para siempre.
Suenan dos golpes secos y rápidos en la puerta, una pausa y luego otros dos. Son la señal convenida. José es puntual. Tienes que darte prisa o perderás el avión.
No puedes darte prisa. No podéis despegaros el uno del otro. Solo queréis llorar. Cerrar los ojos y permanecer en ese estado indefinido de irrealidad.
El tiempo destinado para vosotros ha concluido. No volverá. No hay nada que se pueda hacer. Ya lo habéis hablado. No habrá lagrimas; las cosas son como son. Quizá en otra época, en otro lugar.... Pero vosotros no habéis decidido dónde nacer, a quien o a que pertenecer. Solo habéis decidido amaros, a pesar de las dificultades.
Aun sabiendo que tarde o temprano este día llegaría, tal como lo ha hecho, ejerciendo una prisa que impide una despedida a la luz del sol y niega la promesa de un pronto retorno.
Esta vez el viaje es en una sola dirección.
Te levantas de la cama y comienzas a vestirte. Ella permanece sentada con la espalda apoyada en la pared, los brazos abrazando las piernas, el mentón apoyado en las rodillas. Contempla tus movimientos un instante y cierra los ojos para grabar en su memoria cada detalle de tu cuerpo, de tus gestos, de tu pelo. Cuando terminas de vestirte, ella se levanta y camina hacia ti. Su único atuendo es un collar formado por una fina tira de cuero y dos conchas. Siempre ha lillo brillante del tamaño de una almendra. La otra es una pequeña concha de Achatina fosilizada. Se quita el collar y lo pasa alrededor de tu cuello.
-Te darán buena suerte y prosperidad en tu camino.
Rodeas con tus fuertes brazos su cintura y la atraes hacia ti, inhalando el olor de su cabello y de su piel.
-Mi suerte se termina aquí y ahora.
-No desesperes. Aunque no te vea y no te pueda tocar, dondequiera que estés formarás parte de mi. -Sus grandes ojos, aunque apesadumbrados, transmiten una gran seguridad y firmeza. Quiere creer que ni la muerte podrá separaros, que habrá un lugar donde volveréis a juntaros, sin tiempo, sin prisas, sin prohibiciones.
Posas tus dedos sobre las conchas del collar. El cauri es suave como su piel y brillante como sus dientes. La ranura parece una vulva perfecta, puerta de entrada y salida de la vida.
-¿Podrá una pequeña Achatina librarme también de los demonios de fuertes pezuñas?
Ella sonríe al recordar el primer día que estuvisteis juntos.
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Palmeras En La Nieve
Teen FictionEs 1953 y Kilian abandona la nieve de la montaña oscense para iniciar junto a su hermano, Jacobo, el viaje de ida hacia una tierra desconocida, lejana y exótica, la isla de Fernando Poo. En las extrañas de este territorio exuberante y seductor, le e...