PASOLOBINO, 2003
Unas pocas líneas hicieron que Clarence sintiera primero una gran curiosidad y después una creciente inquietud. En sus manos sostenía un pequeño pedazo de papel que se había adherido a uno de muchos sobres casi transparentes, ribeteados de azul y rojo, en los que se enviaban las cartas por avión y por barco hacia décadas. El papel de las cartas era fino, para que pesase menos y el importe del envió fuese mas barato. Como consecuencia, en ligeras y pequeñas pilas de papel se acumulaban retazos de vidas apretadas en palabras que pugnaban por no salirse de los inexistentes márgenes.
Clarense leyó por enésima vez el trozo de papel escrito con caligrafía diferente a la de las cartas extendidas sobre la mesa del salón:
... yo ya no regresaré a F.º P.º, así que, si te parece, volveré a recurrir a los amigos de Ureka para que puedas seguir enviando tu dinero. Ella esta bien, es muy fuerte, ha tenido que serlo, aunque echa de menos al bueno de su padre, que, lamento decirte, porque se cuanto lo sentirás, falleció hace unos meses. Y tranquilo, que sus hijos también están bien, el mayor, trabajando, y el otro, aprovechando los estudios. Si vieras que diferente esta todo de cuando....
Eso era todo. Ni una fecha. Ni un nombre.
¿A quien iba dirigida esa carta?
El destinatario no podía pertenecer a la generación del abuelo porque la textura del papel, la tinta, el estilo y la caligrafía parecían mas actuales. Por otro lado, la carta iba dirigida a un hombre, tal como dejaba claro el uso del adjetivo tranquilo, lo cual reducía el circulo a su padre, Jacobo, y a su tío Kilian. Por ultimo, el papel había aparecido junto a una de las pocas cartas escritas por su padre. Que extraño... ¿Por que no se había conservado el texto completo? Se imagino a Jacobo guardando la misiva para luego arrepentirse y decidir sacarla nuevamente sin percatarse de que pedazo se rasgaba en el proceso. ¿Por que habría hecho eso su padre? ¿Tan comprometedora era la información que allí aparecía?
Clarence levanto la vista del papel con expresión de aturdimiento, lo dejo sobre la gran mesa de nogal situada tras un sofá chester de cuero negro, y se froto los doloridos ojos. Llevaba mas de cinco horas leyendo sin parar. Suspiro y se levanto para arrojar otro trozo de leña al fuego. La madera de fresno comenzó a chisporrotear al ser acogida por las llamas. La primavera estaba siendo mas húmeda de lo normal y el echo de haber permanecido sentada tanto tiempo hacia que sintiese mas frio. Estuvo unos segundos de pie con las manos extendidas hacia en hogar, se froto los antebrazos y se apoyo en la repisa de la chimenea, sobre la que colgaba un trumeau rectangular de madera, con una guirnalda tallada en la parte superior. El espejo le ofrecio la imagen cansada de una joven con cercos oscuros bajo sus ojos verdes y mechones rebeldes de cabello castaño, que se habían soltado de la gruesa trenza, enmarcando un rostro ovalado en cuya frente la preocupación había dibujado pequeñas arrugas. ¿Por que se había alarmado tanto al leer esas líneas? Sacudio la cabeza como si un escalofrió le recorriera el cuerpo, se dirigió de nuevo hacia la mesa y se sentó.
Había clasificado las cartas por autor y por orden cronológico, comenzando por las del año 1953, fecha en la que Kilian había escrito puntualmente cada quince días. El contenido casaba a la perfección con la personalidad de su tío: las cartas eran extremadamente detallistas en sus descripciones de la vida diaria, de su trabajo, del entorno y del clima. Contaba con pelos y señales a su madre y a su hermana. De su padre había menos cartas; en muchas ocasiones se limitaba a añadir tres o cuatro líneas a lo escrito por su hermano. Por ultimo, las cartas del abuelo Antón eran escasas y cortas y estaban llenas de formalidades típicas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, informando de que, a Dios gracias, estaba bien, deseando que todos estuvieran bien, también, y agradeciendo a quienes ayudaran entonces -algún familiar o vecino- en Casa Rabaltué su generosidad por hacerse cargo de una u otra cosa.
Clarence se alegro de que no hubiera nadie en casa. Su prima Daniela y su tío Kilian habían bajado a la ciudad para una revisión medica de este y sus padres no subirían hasta dentro de quince días. No podía evitar sentirse un poco culpable por lo que había hecho: leer las intimidades de aquellos que todavía vivían. Le resultaba muy extraño fisgar entre lo que su padre y su tío habían escrito hacía décadas. Era algo que solía hacer al ordenar los papeles de quienes habían fallecido. Y, de hecho, no le producía la misma extrañeza, leer las cartas el abuelo, a quien ni siquiera había conocido, que las de Jacobo y Kilian. Ya sabia muchas de las anécdotas que acababa de leer, si. Pero narradas en primera persona, con la letra inclinada y temblorosa de quien no esta acostumbrado a la escritura, e impregnadas de una emoción contenida que intentaba ocultar de manera infructuosa unos mas que evidentes sentimientos de añoranza, le habían provocado una mezcla de intensas emociones, hasta tal punto que en mas de una ocasión se le habían llenado los ojos de lagrimas.
Recordaba haber abierto el armario oscuro del fondo del salón cuando era mas joven y haber rozado las cartas con sus manos mientras se entretenía y curioseaba por entre aquellos documentos que le permitían diseñar la imagen de lo que había sida la centenaria Casa Rebaltué: recortes de prensa amarillos por el tiempo, folletos de viajes y contratos de trabajo; antiguos cuadernos de compraventa de ganados y arriendo de fincas; listados de ovejas esquiladas y corderos vivos y muertos; recordatorios de bautizos y funerales; felicitaciones navideñas con trazo inseguro y tinta borrosa; invitaciones y menús de boda; fotos de bisabuelos, abuelos, tíos abuelos, primos y padres; escrituras de propiedad desde el siglo XVII, y documentos de permuta de terrenos por parcelas edifícales entre la estación de esquí y los herederos de la casa.
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Palmeras En La Nieve
Teen FictionEs 1953 y Kilian abandona la nieve de la montaña oscense para iniciar junto a su hermano, Jacobo, el viaje de ida hacia una tierra desconocida, lejana y exótica, la isla de Fernando Poo. En las extrañas de este territorio exuberante y seductor, le e...