Frente a ese cuadro, por un momento, Clarence abrió mentalmente unas nuevas casillas en líneas inmediatamente superiores a la suya y ala de su prima. ¿Cómo se llamarían las siguientes generaciones, si es que las había? Sonrió para sus adentros. Definitivamente, a la velocidad que iba ella, pasarían años antes de que se completara una nueva línea, lo cual era una pena porque ella entendía la vida como una larga cadena en la que todos los eslabones con nombres y apellidos creaban una sólida y larga unidad. No podía comprender que hubiera quien desconociera a los antepasados de generaciones anteriores a la de sus abuelos. Pero claro, no todos tenían lo que para ella era la suerte de haber crecido en un entorno cerrado, controlado y anotado al que acudir cuando la vida la desorientaba con sus indecisiones. En su caso, su comprensible pero un tanto exagerado apego hacia su casa natal, su valle y sus montañas traspasaba y superaba lo meramente genético para convertirse en algo mas profundo y espiritual que calmaba su aprensión existencial a la intranscendencia. Tal vez por ese deseo de formar parte de una intima conexión entre pasado y futuro, Clarence había conseguido enfocar su vida laboral, dedicada a la investigación lingüística, hacia el estudio de pasolobinés. La reciente defensa de su tesis doctoral, por cuya razón estaba exhausta y saturada del mundo académico, la había convertido no solo en la persona del mundo que mas sabia a nivel teórico sobre esa lengua al borde de la extinción, sino también en guardiana de una parte de su herencia cultural, de lo cual se sentía muy orgullosa.
No obstante, tenia que admitir que en ocasiones se lamentaba de la cantidad de tiempo de vida real que tanto estudio le había quitado. Sobre todo en cuanto a relaciones, porque lo cierto era que su vida amorosa era un desastre. Por una razón u otra, sus noviazgos nunca conseguían traspasar la barrera de los doce meses, algo en lo que coincidía con Daniela, solo que a esta no parecía afectarle tanto, quizá por seis años mas joven o simplemente por su naturaleza paciente. Se sonrió de nuevo al pensar en la suerte que habían tenido ambas, hijas únicas, de haber crecido prácticamente juntas. ¿Qué hubiera hecho ella sin ese regalo que el cielo le había enviado para sustituir a todas sus muñecas infantiles? A pesar de ser tan diferentes física y emocionalmente, se sentían como hermanas inseparables y, como tales, habían compartido miles de vivencias y anécdotas. Recordó el código de honor que habían pactado cuando la diferencia de edad dejo de ser un impedimento para salir juntas de fiesta: en caso de que las dos se sintieran atraídas por el mismo joven, tenia vía libre aquella que lo hubiera conocido primero.
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Palmeras En La Nieve
Teen FictionEs 1953 y Kilian abandona la nieve de la montaña oscense para iniciar junto a su hermano, Jacobo, el viaje de ida hacia una tierra desconocida, lejana y exótica, la isla de Fernando Poo. En las extrañas de este territorio exuberante y seductor, le e...