Se giró rápidamente buscando un cenicero y apagó el cigarrillo antes de salir del salón y dirigirse a su despacho para llamar a Julia por teléfono. Al cruzar por el gran vestíbulo que servía de distribuidor hacia las diferentes estancias de la casa, y por el que también se accedía a las escaleras que conducían a los dormitorios de la planta superior, no pudo evitar detenerse ante el enorme cuadro que lucía sobre una gran arca de madera tallada a mano con el primor de los artesanos del siglo XVII, una de las pocas joyas de mobiliario que había sobrevivido al paso de los años para recordar la nobleza perdida de su casa.
El cuadro mostraba el árbol genealógico de su familia paterna. El primer nombre que se podía leer en la parte inferior y que databa de 1395, Kilian de Rabaltué, seguía intrigando a Clarence. Que el nombre de un santo irlandés que había recorrido Francia para terminar en Alemania fuera el nombre del fundador de su casa era un misterio que nadie de la familia podía explicar. Probablemente ese Kilian cruzara de Francia a Pasolobino por los Pirineos y él, su gen viajero y los reflejos cobrizos de su cabello se establecieran allí. A partir de esas tres palabras, aparecia dibujado un largo tronco que se extendía verticalmente hacia arriba, del cual salían las ramas horizontales con las hojas en las que aparecían escritos los nombres de los hermanos y hermanas con sus esposas y esposos y los descendientes de las siguientes generaciones.
Clarence se detuvo en la generación de su abuelo, la pionera de la aventura en tierras lejanas, y repaso con la vista las fechas. En 1898 había nacido su abuelo, Antón de Rabaltué, quien se había casado en 1926 con Mariana de Malta, nacida en 1899. En 1927 nació su padre. En 1929 nació su tío, Kilian, y en 1933 su tía, Catalina.
Pensó, que los arboles genealógicos podían ser muy previsibles en esas tierras. Había pocas variaciones. Se sabia perfectamente de donde procedía cada persona. En la casilla correspondiente aparecía su fecha de nacimiento, nombre y apellidos, y su casa natal. A veces los apellidos eran sustituidos por el nombre de la casa y de la aldea de procedencia, puesto que muchos de los nuevos candidatos a gozar de casilla provenían de pueblos vecinos. El tronco central de árbol conducía la vista desde el primer Kilian hasta los últimos herederos en línea directa. Lo normal era que los nombres se repitieran generación tras generación, evocando épocas pasadas de condes y damas - porque los nombres antiguos tenían la extraña habilidad de excitar la imaginación de la joven: Mariana, Mariano, Jacoba, Jacobo, algún Kilian, Juan, Juana, José, Josefa, alguna Catalina, Antón, Antonia... Leyendo arboles genealógicos, una de sus grandes pasiones, Clarence se podía imaginar como fluía la vida sin grandes cambios: nacer, crecer, reproducirse y morir. La misma tierra y el mismo cielo.
Sin embargo, los últimos nombres que aparecían en el árbol suponían una clara ruptura con un pasado supuestamente petrificado. Los nombres de Daniela y Clarence rompían la monotonía de los anteriores. Era como si al nacer ambas algo ya estuviera cambiando, como si sus progenitores las estuvieran marcando de alguna manera con unas palabras cargadas de significado para ellos. Habían sabido ya mayores que Kilian había elegido el nombre de Daniela sin que su mujer, Pilar, pudiera argumentar nada para impedirlo. Era un nombre que a el le había gustado siempre y punto. Por otro lado, la explicación para el nombre Clarence había que buscarla en su madre, gran lectora de novelas románticas, que había hurgado entre el pasado viajero de su marido hasta dar con un nombre lo suficientemente contundente como para satisfacerla: Clarence de Rabaltué. Por lo visto, Jacobo no había puesto objeciones, tal vez porque ese nombre, que correspondía a una antigua ciudad africana, le hacia recordar cada dia su relación con ese pasado idílico al que tantas veces aludían tanto el como Kilian.
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Palmeras En La Nieve
Teen FictionEs 1953 y Kilian abandona la nieve de la montaña oscense para iniciar junto a su hermano, Jacobo, el viaje de ida hacia una tierra desconocida, lejana y exótica, la isla de Fernando Poo. En las extrañas de este territorio exuberante y seductor, le e...