I. Corazones rotos, malentendidos.

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Nagisa se encontraba tumbando sobre su cama con los brazos apretando fuertemente una almohada sobre su rostro, trataba de ignorar el estrepitoso ruido de su celular. Era el sonido de una llamada entrante, llamada que no contestaría, ya que no tenía fuerza suficiente para enfrentar a la persona del otro lado de la línea.

Después de escuchar aquel tono por sexta vez por fin decidió levantarse y colgar la llamada por enésima vez ese día. Un suspiro se escapó de sus labios. Se sentía patético. Era un cobarde, no podía negarlo. La sola idea de escuchar lo que sea que el pelirrojo iba a decirle le aterraba, no quería oír la repulsión y el odio hacia su persona en la melodiosa voz de su amado. No podría soportarlo, su corazón se rompería en pedazos si eso sucediera. Y pensar que hace apenas algunas semanas atrás él no hubiera dudado en atender a las llamadas de su platónico, hablarían toda la noche, harían bromas y reirían juntos. Pero eso ya no era posible. No después de lo que pasó aquella tarde. No si tan sólo Nagisa no hubiera arruinado su amistad.

Después de la muerte de Koro-sensei todos habían tomado caminos diferentes y se habían distanciado, unos más que otros, pero Karma y Nagisa jamás cortaron la comunicación, después de todo se habían vuelto inseparables. La barrera entre ellos se había roto en aquel enfrentamiento que decidiría si ellos continuarían con el inicial objetivo de asesinar a su profesor o harían algo para salvarlo. Pese a estudiar en preparatorias distintas nunca dejaron de verse, Nagisa hacía hasta lo imposible para pasar el tiempo junto a Karma debido a una simple razón: se había enamorado de él.

Nunca supo exactamente en qué momento el cariño que sentía por la persona que era su mejor amigo se había transformado en amor, uno tan doloroso y desgarrador que lo torturaba día a día al no poder decirle sus sentimientos a su amado pelirrojo por temor a ser rechazado o, peor aún, perder su amistad. Si Karma se fuera de su lado, Nagisa no sabría qué hacer. De modo que calló por mucho tiempo sus sentimientos y se conformó con estar cerca del pelirrojo como su mejor amigo. Sin embargo, al final lo que Nagisa temía terminó sucediendo.

El joven celeste miró la pantalla de su teléfono, en él aparecía un total de veintidós llamadas perdidas y quince mensajes. Sintiendo su corazón encogerse borró los mensajes y el historial de llamadas sin leerlos siquiera. Dejó el teléfono sobre la mesita de noche y regresó a la cama, una vez allí tomó entre sus brazos cierto peluche de Sonic Ninja que su amado pelirrojo le había obsequiado hace algunos años, cuando él y el susodicho apenas iniciaban su amistad, y se hizo bolita apretando fuertemente el peluche. Para aquél entonces, ese obsequio había significado solo amistad, pero con el paso del tiempo se había vuelto mucho más, se había convertido en el objeto más apreciado para el celeste. A tal grado que ahora el pequeño no podía dormir sin él a su lado. Podía sentir incluso el olor de la colonia de Karma en el peluche, por las noches caía dormido siendo embriagado por ese perfecto aroma. Al pensar en Karma no pudo evitar soltar las lágrimas que había tratado de reprimir durante todo el día. Sus sollozos llenaron el silencio que reinaba en la oscura habitación. Nagisa no se preocupaba por ser escuchado pues su madre y padre estaban de viaje y no volverían sino hasta el día siguiente.

Así que lloró a sus anchas hasta que cayó dormido arrullado por aquella fragancia que él creía no podría oler en el pelirrojo nunca más.

***

Mientras tanto cierto pelirrojo se encontraba en su habitación mirando con tristeza la pantalla de su teléfono. Otra vez le había colgado la llamada. Llevaba todo el día tratando de hablar con Nagisa sin éxito, no le contestaba las llamadas ni los mensajes de texto. ¿Cómo fue que las cosas terminaron de esa forma? ¿Gracias a un pequeño accidente todos aquellos años de amistad fueron arrojados a la basura? No podía creerlo.

En un ataque de rabia Karma lanzó el teléfono, éste se impactó contra la pared y cayó hecho pedazos sobre la alfombra. Unos segundos después tomó conciencia de lo que había hecho y soltó una maldición. Últimamente no podía pensar con claridad ni controlar sus impulsos, todo debido a cierto peliceleste. Desde aquel día los sentimientos y pensamientos de Karma no eran más que un revoltijo, no podía sentir ni pensar nada más que no fuera Nagisa.

El dolor que asolaba su pecho al recordar los sucesos que los llevaron a esta situación se intensificó y a su mente llegaron como un montón de imágenes interponiéndose una con otra los acontecimientos que desencadenaron su sufrimiento: él caminando hacía la escuela del peliceleste, ambos sonriéndose mientras comían un helado en el parque cerca de la estación de trenes, Nagisa tropezándose con una rama gruesa que sobresalía de la tierra, sus cuerpos cayendo al suelo juntos, la sensación de unos suaves y dulces labios contra los suyos, la sorpresa y el placer que le provocó el contacto, la cara de Nagisa al darse cuenta de lo ocurrido, las lágrimas rodando por las mejillas sonrojadas del menor, su silueta haciéndose más y más pequeña en el horizonte mientras que corría lejos del pelirrojo... Todo eso y más regresaron para torturarlo nuevamente.

—Nagisa —pronunció el pelirrojo, el dolor en sus palabras era palpable—, ¿por qué no quieres hablar conmigo? ¿Por qué me evitas?

Karma comprobó la hora en el reloj, era cerca de medianoche. Caminó hasta su cama y se metió entre las cobijas, tenía que dormir. Mañana intentaría nuevamente de contactar con el peliceleste, por el momento trataría de conciliar el sueño, cosa que veía imposible. Desde el viernes apenas había conseguido dormir cerca de tres horas, sus ojeras eran prueba de ello.

En el momento en que iba a apagar la lámpara sus ojos se fijaron en la foto al lado de su cama, en ella se veía a un lindo y sonrojado Nagisa quien llevaba puesto el característico saco negro del ojimercurio y sonreía en dirección a Karma, quien estaba tomado la foto en ese momento. Él se veía tierno con aquella ropa pues le quedaba bastante grande. Karma no pudo evitar sonreír, esa imagen le traía buenos recuerdos, felices recuerdos de cuando su amistad iba viento en popa y sus sentimientos no estaban colisionando entre sí.

Una lágrima rodó por su mejilla, deshaciéndose al entrar en contacto con sus sabanas. Se permitió llorar esa noche, el dolor y la frustración ya habían partido su alma en pedazos. Deseaba poder regresar el tiempo hasta aquella tarde en el que todo comenzó a destrozarse. Si regresara, se aseguraría de hacer las cosas diferentes y perseguir a Nagisa cuando lo vio irse de su lado en vez de quedarse estático y petrificado debido al shock que provocó aquel contacto.

¿Qué hubiera pasado si él hubiera tenido sus sentimientos claros en ese momento? ¿Qué hubiera pasado si él hubiera tomado a Nagisa entre sus brazos para no soltarlo jamás? ¿Qué hubiera pasado si...? Nunca lo sabría.

—¿Qué es lo que me has hecho, Nagisa? —dijo entre sollozos.

Sólo esa noche se permitió llorar. Lloró porque había perdido a su mejor amigo. No, había perdido mucho más que eso.

IrracionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora