VI. La charla.

2.5K 247 39
                                    

Karma.

Sólo después de recibir la respuesta de Nagisa es que mi cuerpo se relajó. Ni siquiera era consciente de que contenía la respiración. Fue un ligero asentimiento de cabeza de su parte lo que marcó la pauta para que mis pulmones reanudaran su labor.

—Bien —solté un suspiro y seguí mi camino hacia las escaleras, y de allí hacia mi habitación.

Ninguno de los dos dijo una sola palabra más después de eso. Nos mantuvimos en silencio, cada quien sumido en sus propios pensamientos. Yo trataba de juntar cada pieza de información que había obtenido de Nagisa en el auto sin mucho éxito, como si fuese un rompecabezas cuyas piezas no terminaban de encajar.

Algunas de las cosas que dijo allí eran muy propias de él. Podía entenderlas. Después de todo, él es muy tímido y saca concusiones apresuradas y erróneas siempre que piensa de más las cosas. Tiende a darle mucha importancia a los sentimientos de los demás pero se olvida de los suyos propios. Siempre está sacrificándose para que los demás no sufran. Es testarudo hasta más no poder pero tiene el corazón más grande que la jodida China. Es amable y cariñoso. Cuando se molesta hace pucheros, aprieta sus puñitos con fuerza  y su carita se pinta de rojo. Un rojo tan parecido al que adquiere cuando se avergüenza y no sabe dónde ocultarse. Es extremadamente lindo y, joder, tiene una voz que me pone de rodillas.

Podría pasarme la vida entera hablando de las cosas que amo de él y aún así no me alcanzaría el tiempo para enunciarlas todas. Soy muy idiota por darme cuenta de eso hasta ahora. Deberían otorgarme el premio al mayor estúpido de todos los tiempos.

Mi mente terminó desviándose hasta situarse en aquella tarde de viernes en la que todo comenzó a desmoronarse. En especial, recordé el momento justo en el que sus suaves labios se unieron con los míos. Aquella sensación de electricidad que atravesó mi cuerpo se había sentido tan bien. Nunca pensé que algo así podría pasarme. Unos segundos de fricción bastaron para encantarme. Su sabor, textura y color me habían vuelto adicto a ellos.

Miré sus regordetes labios. Mi corazón dio un vuelco cuando Nagisa se mordió el labio inferior nervioso, haciéndome por poco soltar un gemido. La tentación de tomarlo del mentón y estampar mi boca contra la suya para degustar el increíble sabor de esos pétalos de fresa fue tan intensa que tuve que apartar la mirada y dejar que mi cabello cayera sobre mi rostro para ocultar el maldito sonrojo que calentó mis mejillas. Los deseaba tanto que era doloroso. Se habían vuelto una necesidad. Pero tenia miedo de asustarlo y que corriera lejos de mi otra vez. Algo como eso me destrozaría.

Quería creer que tal vez, sólo tal vez, él sentía lo mismo que yo. Si no lo hiciera entonces... yo... ¿qué se supone que debería hacer? El sólo pensar en la posibilidad de ser rechazado por él despertaba un inmenso dolor en mi pecho que me arrebataba la respiración. Me sentía morir. ¿Cómo se supone que pueda seguir viviendo sin él si prácticamente se había vuelto una parte necesaria en mi vida para que mi corazón y cuerpo funcionen?

Llegamos a mi recamara sin darme cuenta. Una vez allí abrí la puerta y me hice a un lado para dejarlo pasar primero. Sólo cuando estuvo dentro liberé su mano de la prisión que había puesto sobre ella. La ausencia de su calor me dejó vacío, inmediatamente quise volver a coger su muñeca, pero me contuve segundos antes de levantar mi brazo. No quería cometer más errores. No con él.

Nagisa se paró en medio de la habitación con los hombros caídos y la cabeza gacha, mientras con su mano derecha tallaba su brazo izquierdo. Podía sentir su nerviosismo a kilómetros de distancia. Lo más curioso era que yo estaba igual o peor que él. Nunca me consideré a mí mismo como un chico tímido, de esos que se ponen nerviosos por no saber qué decir a continuación. Siempre he sido muy seguro de mí mismo y digo las cosas con confianza y determinación. Pero cuando se trataba de él, la historia era muy diferente.

IrracionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora