II. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?

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Nagisa.

Guardé mis libros dentro de mi mochila con rapidez apenas escuché la campana que marca el final de otro día escolar. Tenía que apurarme si no quería encontrarme con Karma, pues él siempre venía a buscarme después de la escuela para irnos juntos. Pese que él estudiaba en otra preparatoria y que ésta quedaba lejos de la mía, insistía en venir por mí todos los días sin falta.

Había pasado una semana desde que lo comencé a evitar a toda costa. Salía corriendo apenas tocaban el timbre de salida, no contestaba a sus llamadas ni mensajes, no salía de mi casa por miedo a encontrármelo en la calle, y hacía que mi madre le abriera la puerta para decirle que no me encontraba en casa en ese momento. Porque sí, Karma había ido a buscarme al día siguiente del accidente, y, como es obvio, me había ocultado entre las sábanas como un completo cobarde.

Al principio mi madre se había negado rotundamente a hacerlo, pero después de que me arrodillara y le suplicara con lágrimas en los ojos, al final terminó aceptando. Sin embargo, ella me exigió que le contara lo que estaba pasando pues sabía del enamoramiento que tenía por mi mejor amigo, y lo aceptaba, no le importó que su hijo fuera gay, después de todo una parte de ella se sentía profundamente culpable por las horribles cosas que me había hecho antes de darse cuenta de lo mal que estaba. Tantas veces que me había gritado y maltratado, diciéndome "mi linda niña" no dejaban en paz su conciencia. Pensaba que por ello su hijo era homosexual. Sin embargo, al hablarlo seriamente con ella le aseguré que no debía sentirse de aquella forma, pues aquello no tenía nada que ver con mi orientación sexual. Al terminar nuestra charla se sintió mejor. Me aseguró que me apoyaría en lo que decidiera, me dio consejos y me consoló, pues había estallado en llanto.

Al terminar de guardar mis cosas me dirigí rápidamente hacia la puerta del aula, listo para salir huyendo de allí para encerrarme en mi habitación, pero antes de llegar a la salida un cuerpo se colocó frente a mí, bloqueándome el paso.

—¡Nagisa-kun! ¿A dónde vas con tanta prisa?

Se trataba de Yata-kun, uno de los nuevos amigos que había hecho. Él había sido el primero en hablarme el primer día de clase. Por supuesto que al principio me confundió con una chica pese a tener ahora el cabello corto, y se había acercado para ligar con "la hermosura celeste" como él me había llamado en ese entonces. La sorpresa que se llevó al enterarse que yo era un "él" fue tanta que terminó rojo como un tomate. Resultó ser un buen chico. Tenía el cabello café y ojos color miel, era alto y bastante apuesto, ni tan musculoso ni tampoco demasiado flaco. La verdad era que la mayoría de mis compañeros eran más altos que yo. Después de recuperar un poco de su dignidad perdida, se presentó adecuadamente. Yata-kun me llevó con su grupo de amigos que consistía de dos chicos más y una chica, todos me cayeron bien y me aceptaron enseguida.

—¡Oh! Yata-kun —sonreí hacía él algo impaciente por irme—. A ningún lado en particular...

—¿En serio? Pareces bastante apurado. —Esta vez habló Keichiro-kun, él era rubio y sus ojos eran de una tonalidad grisácea, era un poco más bajo que Yata-kun pero seguía siendo más alto que yo—. ¿A caso tienes una cita, Nagisa? —preguntó con voz burlona y una sonrisa pícara adornando su rostro.

A decir verdad, Keichiro-kun se parecía bastante a Nakamura, tanto en apariencia como en personalidad.

—Me pregunto quién será la afortunada de llamar la atención del pequeño Nagisa —continuó.

—Te equivocas, Keichiro —habló Yata-kun con los brazos cruzados sobre su pecho y negando con la cabeza—. No se trata de una "ella" sino de un "él", ¿no, Nagisa-kun?

Mi corazón se agitó bruscamente en mi pecho y un gran sonrojo invadió mis mejillas. Casi sufro un colapso nervioso en ese momento.

—¡¿Eh?! ¿A qué te refieres, Yata? ¿Quién osa meterse con nuestro pequeñito amigo? ¡No le perdonaré si intenta propasarse con el inocente Nagisa! —Keichiro había comenzado a alterarse y a gritar, llamando la atención de varios alumnos que aún quedaban dentro del salón. Yo me moría de la vergüenza. A veces pensaba que me trataban como a un bebé al que hay que cuidar. Todos en el grupo de Yata me protegían demasiado y me cuidaban como a un niño. A veces pienso que me tienen como una especie de mascota.

IrracionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora