Chapter 9: Incubación

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Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Romy Cullen (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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Bella estaba intentando dormir pero terminó mirando el oscuro cielo raso. Su cuerpo echado con agotamiento físico, pero simplemente no podía acostumbrarse a no tener a Edward en el nido con ella. Extrañaba el sonido de su ronroneo, su latido debajo de su oreja. Extrañaba sentir su cola alrededor de su brazo o tobillo, como si ni siquiera mientras durmiese, pudiese soportar dejarla ir. Extrañaba su calor y su aroma.

Esta era apenas su tercera noche sin él y ella ya era un desperdicio miserable. ¿Cómo podría soportar estar sin él por un mes completo? Un pensamiento terrible pasó por su cabeza: ¿cuánto duraba un mes Volturi? Sabía que uno de sus años era equivalente a cuatro terrestres, entonces ¿un mes Volturi era cuatro veces más largo? Oh Dios...

Bella le dio un puñetazo a una almohada y salió del nido. Se inclinó por detrás del sillón reclinable y asomó su cabeza por el pasaje del nido de incubación.

— ¿Edward? —dijo suavemente. — ¿Edward?

Gateó hacía adentro y oyó un suave gruñido —Soy yo Edward, Bella —hizo su camino hacia adentro despacio. —Voy a entrar, ¿sí?

Lo encontró acostado sobre su costado, ambos durices presionados contra su estómago, su cola rodeándolos. Sus ojos encontrándose con los de ella incluso mientras dejaba salir involuntariamente un rugido. La observó fijamente y sus ojos se abrieron y cerraron en pequeños parpadeos remolones.

Ella lo rodeó y apretó por detrás, amoldándose a su espalda. — ¿Puedo quedarme aquí contigo? —le preguntó.

—Bella... —podía escuchar la angustia en su voz.

—Edward, sabes que jamás podría dañar a nuestros bebés.

—Lo sé —le dijo, aún mientras colocaba una mano sobre ellos protectoramente. Bella notó que sus garras habían sido cubiertas con pequeñas puntas de goma, para prevenir algún pinchazo accidental a los durices, pero lo suficientemente suaves como para que sus garras pudiesen traspasarlas si necesitase usarlas. La banda dorada en su mano izquierda brillando en la baja luz.

—Vamos a dormir —sugirió ella, —y luego hablaremos de esto en la mañana.

El no respondió. Empujó los durices más cerca de su pecho y al acurrucarse Bella contra su pecho, comenzó a ronronear. Bella suspiró feliz, confortada por su calor, su esencia. No pasó mucho tiempo cuando ella cayó rendida.

Su cara fue la primera cosa que ella vio cuando abrió sus ojos. El se había volteado hacía ella, los durices yacían sobre una almohada entre su cuerpo y el suyo. Sus manos los rodeaban mientras ella miraba, dándoles una vuelta a cada uno.

Ella se estiró lentamente para tocar uno de ellos.

Edward gruñó, e inmediatamente lució avergonzado. —Lo siento, Bella. No puedo evitarlo.

—Está bien —dijo ella. Sus dedos acariciaron el costado de uno de ellos y se sorprendió por lo suave y caliente que se sentía. —Edward, ¿puedo dormir aquí contigo, por favor? Nuestro nido se siente tan vacío.

Antes de que él pudiese responder, Bella escuchó una voz llamando su nombre. —Es Alice —dijo. Presionó un beso en su mejilla y gateó hacía afuera. Alice lucía completamente en shock cuando Bella saltó desde detrás del sillón reclinable.

—Jesús, Bella. ¿Estás loca? ¿Qué carajos estabas haciendo allí? —Jadeó Alice, su rostro blanco como la leche.

—Durmiendo —contestó Bella. —Alice siéntate, parece como si te fueses a desmayar —. Ayudó a Alice a sentarse en el sillón.

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