El Palacio Y La Choza

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Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Carla Liñan Cañamar (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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Fue difícil dejar el nido.

Mientras Rose terminaba de vestirse en el baño, Bella permaneció de pie junto a la puerta, viendo a su alrededor a la habitación vacía por lo que probablemente sería la última vez. Ella sabía que Edward y Rose estaban en lo correcto; ya no era seguro o práctico vivir ahí, pero lo iba a echar de menos. Esas paredes habían sido testigos de los momentos más felices de su vida. Ahí había sido donde sus bebés habían nacido. Miró hacia el poema tallado en la piedra, en la parte de arriba de las paredes, y las lágrimas brotaron de sus ojos.

Rose murmuraba y maldecía. Abrió de golpe la puerta del baño, tirando de su túnica.

—Estas personas pueden construir una nave que cruza el tiempo y espacio, pero no pueden hacer una túnica que entre correctamente sobre las tetas —miró el rostro de Bella. — ¿Oye, estás bien?

—Seh —mintió, y limpió las lágrimas de sus ojos. —Solo que... voy a extrañar este lugar, es todo.

Rose palmeó su hombro. —Edward y tú serán felices sin importar dónde vivan.

Bella forzó una sonrisa acuosa. —Tienes razón. Andando.

Salió por la puerta y se giró hacia Rose, mientras ella la cerraba, dándole un último vistazo. Tanya estaba esperándolas afuera y las dirigió camino abajo por los pasillos, hasta las escaleras a nivel de la superficie, pero en lugar de la plataforma del tren, estaban en un espacio abierto. Aún estaba oscuro, las estrellas eran como chispas de hielo en el cielo frío y despejado. El viento azotó contra los adoquines, y Bella tiritó, a pesar de las capas de ropa que Edward había puesto sobre ella, antes de subir al último camión. Rodearon la esquina y Bella obtuvo el primer vistazo a su vehículo. Era un vagón, como una caja sobre dos ruedas, y las varas eran tiradas por...

— ¿Esos son drones? —jadeó a los hombres, quienes estaban parados sosteniendo las dos varas de adelante. Los postes colgaban de las orillas, para que el vagón pudiera permanecer nivelado cuando estuviera en reposo.

Edward y Emmett estaban ayudando a cargar cajas al área de cargo, en la parte de arriba del vagón. Edward miró a su pareja, y abrió la puerta para ella. Bella se detuvo por un momento, porque se sentía mal que usaran a las personas como caballos.

—Entra, Bella, estamos dejando escapar la calefacción —se rindió. Edward mantuvo su mano arriba y ella la tomó, subiendo por los escalones hacia el lujoso interior, forrado con tela azul oscuro. Un brasero colgaba del techo, calentando la cabina. Alrededor de todo había suaves plataformas para sentarse. Bella se sentó, colocando sus pies debajo de ella. Del lado opuesto, Alice estaba sentada junto a Jasper, quien se deslizó de su asiento y se arrodilló enfrente de Bella.

—Jasper, detente —rogó Bella, mientras él presionaba el dobladillo de su túnica contra su frente. La miró con ojos de adoración.

—Sí, Jasper, detente —dijo Alice, con voz fría.

Bella le dio una mirada de disculpa y Alice trató de sonreírle de vuelta, pero su rostro estaba pálido y tenso. Los bebés treparon por encima de ella, mirando hacia afuera por las ventanas. Nessie sujetó una de las cortinas y miró hacia arriba, considerando obviamente si valía la pena trepar. Bella la alzó y la sentó en su regazo, manteniendo sus ojos estrictamente lejos de Jasper. Podía sentir su mirada en ella, y eso la hizo ruborizar con incomodidad.

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