Capitulo 45: Oídos sordos

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[Camila]

Cuando pensé que algo había avanzado entre nosotras, que tras esa noche las cosas podrían tornarse diferentes, no podía encontrarme más lejos de la realidad. Lauren no solo me evitaba, ya directamente salía corriendo antes de que yo pudiera acercarme a menos de un kilómetro. Obviamente intentaba aparentar que no me afectaba, pero dolían infinitamente, siempre empujándome a recordar cada error que hube podido cometer esa noche para asustarle de tal forma.

- Camila, entiende que no me es agradable estar escuchando todo esto...

- ¡Es que seguro que fue eso! -repliqué rebotando en el sillón por la frustración. - Seguro que ronqué por la noche y le di asco.

- No roncas, ya te lo he dicho.

- ¡Segurísimo que con ella ronqué!

- ...

- O quizás fue porque no le gustó el pijama que le presté. O porque le hice daño mientras le echaba la pomada. O porque me declaré por centésima ve-

- ¿Qué hiciste qué? -ahora Kendall si que parecía más interesada en la conversación, aunque no precisamente con una agradable sonrisa, sino con el ceño fruncido. Genial, Camila, siempre la cagas.

- So-solo le dije que era m-mi vida...

-...

- ¡Fue porque estaba nerviosa! ¡ACABAN DE PONER EN RIESGO MI RELACIÓN CON LA PLAY!

-...

- ¿Estás enfadada? -formé un puchero y me comencé a subir encima de ella, acercándome a gatas por el sofá. Había venido a comer a mi casa, y aprovechando que no estaban mis padres, no teníamos porque encerrarnos en el cuarto. - Perdóname...

- ...

- Kendallita...

- ¿Kenda qué? -pude percibir un atisbo de sonrisa que se encargó de disimular con rapidez, volviendo a posicionar su enfado en un primer plano, aunque claro, yo ya le había pillado. Reí y rodeé su cuello con mis brazos, apoyándome por completo en su pecho.

- Kendall~, perdóname, porfi...

- No me hace gracia que te andes declarando a Lauren cada dos por tres, y creo que estoy en mi derecho de enfadarme, teniendo en cuenta que estamos saliendo, Camila.

- Ya lo sé... -respondí afligida, escondiendo mi rostro en su cuello para no tener que mirarle.

Sabía que mi comportamiento era penoso, tanto hacia Kendall como hacia Lauren, pero así era yo. No podía evitar besar cada centímetro que mi amor platónico pisaba, pero tampoco tenía la fuerza de voluntad para alejar a mi pareja, quien más me sostenía en estos momentos.

- Sinceramente creo que es algo bueno que Lauren se esté alejando de ti.

Me incorporé de inmediato, sentándome en su regazo y fulminándole con la mirada desde un ángulo superior, casi sin creerme lo que acababa de oír. ¡Desearme eso era como desearme una depresión de por vida!

- ¿Cómo mierdas va a ser eso bueno? ¿Recuerdas a parte en la que yo le amo y todas esas cosas? -cambio su expresión al instante y me sentí horriblemente mal al notar dolor en sus ojos, por lo que bajé el tono y me acerqué con un puchero lastimero en señal de disculpa. - N-no quería decirlo así...

- No pasa nada, es la verdad.

- Kendall, me gustas mucho...

- Ya lo sé. Y también se que no es ni la mitad de lo que te gusta Lauren.

- ...

- No me mires con esa cara.

- ...

- Camila, estás consiguiendo hacerme sentir culpable.

- ¿Me odias?

Rodó los ojos y resopló, negando inmediatamente con actitud cansada. Habíamos pasado tantas veces por este tipo de discusiones que ya casi era igual de normal comentar el tiempo que lo mucho que me gustaba Lauren. Me recosté sobre su pecho, apoyando mi cabeza en él y dejándome acariciar de esa forma que tanto me gustaba, relajándome al instante.

- Me gustaría poder escoger mis sentimientos.

- A mí también.

- Me gustaría poder amarte hasta el infinito y súper más allá, ya lo sabes -confesé con tristeza.

- Lo sé, bebé.

- Kendall...

- ¿Sí? -levanto la mirada para encontrarme con su agradable sonrisa de siempre, tan perfecta y encantadora como la de una princesa de cuento. Y por degracia, no me sentía bien cuando la veía, no me la merecía.

- ¿Por qué no me dejas?

- Porque soy idiota y tengo la esperanza de que termines queriéndome solo a mí.

- Kendall...

- Sí, sí, ya sé... -volvió a recostar la cabeza hacia atrás, sobre el reposabrazos del sofá, evitando mi mirada. - Se que no pasará nunca.

- Lo siento mucho...

- Mejor cambiemos de tema.

Eso dijo, pero no seguimos hablando en lo que quedó de tarde. Si no hubiera sido por la televisión y la aburrida película que estaban echando en ella, el silencio habría ocupado cada segundo a partir de sus últimas palabras.

descubierta; camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora