La vida, cómo cambia

El primer paso, no lo dan siempre los chicos

Después de comer, Lina y sus amigas salieron a dar una vuelta. Bea y ella les comentaron a las demás sobre Sergio y Mario, y Sofía, que conocía a medio pueblo, creó un grupo de Whatsapp con todos los chicos de la pandilla y les dijo que si querían quedar en la plaza.

A las 6:00pm llegaron, algunos dieron dos besos, otros simplemente saludaron y se sentaron en los bancos.

Tanto Lina como Mario, cuando se vieron, tuvieron la misma conexión de siempre.

Ella apartó la mirada. Se sentía pequeña cuando los ojos del chico miraban así los suyos, pero en cambio, Mario no podía dejar de contemplarlos. Al mismo tiempo, pese a eso, él no era capaz de acercarse a ella.

Las dos pandillas empezaron a llevarse bien, y cada día, empezaban a unificarse, pero en cambio, nunca fluía nada más que esas miradas entre Lina y Mario, y poco más que algún cruce insignificante de palabras.

Lina se lo comentó a Bea.
Bea era de esas amigas que son muy, muy amigas, pero era muy egoísta. Cuando Lina le hablaba a Bea de Mario, ella se mostraba en contra de él, sin ni siquiera conocerle, y es que Bea, lo que no quería era que Lina la dejase sola. Tenía celos de ella, ya que Bea era una chica a la que los chicos no se le acercaban, y pensaba que si ella no podía, su mejor amiga tampoco.

De mala gana, animó a Lina a hacer lo que ella quería, intentar que algo fluyese. Lina no podía estar siempre así. Ya llevaba casi dos semanas fijándose en Mario desde aquella tarde en la pista de fútbol, y él no conseguía lanzarse.

Aprovechó que Sofía tenía el número de teléfono de Mario para pedírselo, y le habló. Aunque no fue una conversación nada del otro mundo, era un primer paso. Ella se mostró simpática, pero nunca dio a entender que Mario le gustaba.
Él no entendía por qué le había hablado, y no sospechaba nada de ella, pensaba que quizás era para cachondearse un poco.