El beso

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Días más tarde, Lina y Mario empezaron a tontear. Cuando quedaban, hablaban más, se sentaban uno al lado del otro, se daban dos besos para despedirse... Pero ella seguía teniendo esa timidez. Cuando le veía llegar, ya no era como antes, de quedarse mirando. Ahora ella intentaba pasar desapercibida, porque le daba mucho corte. Desde siempre, cuando un chico le gustaba, le pasaba eso.
Poco a poco, la cosa iba a más.

Un día, Lina decidió llevarse a Mario a casa. Se sentaron en el jardín trasero, y después de hablar un rato, Mario la besó. Fue un beso de esos lentos y profundos, ella sentía que se perdía en esos labios, carnosos, tibios y húmedos. Fue como besar por primera vez.
Desde ese beso, uno tras otro venía. Estaban dándose esos besos que tanto ansiaban darse, esos besos que se debían por todos esos días juntos y esas veces que lo hubieran hecho.
Entonces, Mario, agarró la mano de Lina, la miró, y ella, apartó la mirada. Él cogió su barbilla, en señal de que le mirase, y le dijo:

—Te quiero...

Ella, que no lo creía, soltó una risilla que él nunca iba a olvidar.

Interrumpiéndola, volvió a darle otro beso, y justo en mitad de este, Lina escuchó llegar el coche de sus padres, con lo cual, tuvieron que dejarse de romances por un rato.

La vida, cómo cambiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora