Enjuto. Palacio Real de I-Naskar. 9 de Junio del 1223 d.D.
—¡Es del todo inaceptable!—atronó la encapuchada—. Tu única labor era proteger el reino y han asesinado delante de tus narices al único y legítimo rey.
El Enjuto agachó la cabeza.
—He hecho todo lo que estaba en mi mano.
—Pues no ha sido suficiente —replicó la encapuchada—. El reinado de Sola no durará mucho y cuando se elija al próximo candidato... ¿qué nos asegura poder manejarlo? Has dejado que la traición y la intriga creciesen en Palacio como hiedra enfermiza. Ahora sus zarcillos nos han arrebatado a la familia Ysha y, por muy poco, también tu vida.
El Enjuto levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de su confidente. El techo del sótano era bajo y un olor a orines y humedad impregnaba el ambiente cargado. La encapuchada respiraba con hartazgo.
—Desde el mismo día en que Ardo llegó a este mundo, estuvo destinado a morir. Lo sabíamos todos, incluso las nodrizas que corrían a por mantas con las que arroparlo, incluso los pájaros que lo despertaban las frías mañanas de aquel invierno con sus jolgorios. Durante más de tres décadas lo previne de todo mal.
—Y en el último momento te confiaste y bajaste la guardia.
—No —se apresuró a negar El Enjuto —. Llevo incontables lunas tras el rastro de los Darne y su conspiración. Eran todavía demasiado poderosos como para ser confrontados cara a cara, pero intuía que estaban preparándose para actuar. Por desgracia, todas las pistas eran falsas, todo eran caminos sin salida. Agria, la matriarca de los Darne, es una mujer mucho más inteligente de lo que parece. Y dudo que trabaje sola.
El Enjuto calló y apartó la mirada. Era un anciano temido y respetado por igual en todo el reino. No tanto por su manejo de la espada; sus brazos estaban más hechos a cargar con libros que con acero, tampoco por sus conocimientos alquímicos. No. El Enjuto era un hombre sagaz y complaciente, un perfecto diplomático con agentes y espías en todos los rincones del país. Su influencia se extendía desde el Palacio Real hasta las granjas más pobres, y pese a todo, muy pocas personas conocían su verdadero nombre.
Pero incluso alguien de su poder debía rendirle cuentas a las matriarcas de su Orden.
—Esa tal Agria Darne, ¿quién es? —inquirió la encapuchada. El Enjuto ladeó la cabeza, como intentando poner orden a sus pensamientos.
—La cabeza visible de una de las principales familias del reino. Su marido es un viejo senil y ella se encarga de todo. Quizás cuente con la ayuda de su hijo, quizás con el apoyo de dinastías menores. El nacimiento de Ardo hace ya más de veinte años supuso un gran revés para las ambiciones de muchos de ellos. Ante la falta de descendencia de Sola y Angus, la mayoría se preparaba para presentar a sus candidatos y reclamar el trono; todo eso lo frustró la concepción del heredero. Desde entonces, y aunque en las sombras, siempre ha existido una corriente... subversiva.
—¿Saben de tu alineación?
—No, pero la intuirán. Agria será muchas cosas, pero como digo, tiene lo justo de tonta.
La encapuchada lo miró con aspereza.
—Si consiguen el trono te apartarán de su lado, eso en el mejor de los casos. Esta no era una partida que quisiera verte jugar, pero parece que al final tendrás que tener un papel en todo esto; asegurarte de que el candidato elegido sea alguien a quien podamos usar. Alguien capaz de conciliar las tensiones y contentar a todos.
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PRISMA: La Corona de los Infieles
FantasíaAlgo se corrompe en el corazón de I-Naskar, el principal de los reinos humanos del sur. Después de años de estratagemas políticas, la ambición de dos mujeres desemboca en el asesinato del rey. Sola, su madre, deberá superar el duelo de la pérdida y...