1- Enjuto

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El Enjuto. I-Naskar, Capital. Última quincena de julio del 1.223 d.D.


La puerta se abrió con un quejido y se volvió a cerrar en silencio. El Enjuto apenas levantó la vista del cuaderno que sostenía entre brazos. Había sido un día extenuante, caminando de un lado a otro, y ya no tenía la misma energía que años atrás.

—Guante de Plata cree haber encontrado al bastardo —dijo el intruso. Sus palabras tuvieron el efecto deseado: el Enjuto cerró el cuaderno y se incorporó como un resorte, los ojos casi se le salían de las órbitas —. En los Montes del Receso. La madre trabajaba en el Petirrojo Cantor cuando quedó embarazada.

El Enjuto tuvo que poner orden a sus pensamientos.

—¿Cuándo?

—Mañana, al amanecer. Guante de Plata parece ansioso, nos ha mandado convocar a todos nuestros hombres.

El anciano volvió a sentarse y se mesó la barbilla. Los párpados, pesados, se cerraron buscando la concentración que necesitaba para atar todos los cabos. Pero con tan poco tiempo...

—Los Montes del Receso están a menos de tres días a caballo —dijo el Enjuto —. Sus hombres pueden moverse con más rapidez que una partida de soldados. Si ven llegar al ejército sospecharán de mí y Guante de Plata sabrá que tiene un topo.

El hombre se sentó en un sillón frente al Enjuto y se cruzó de piernas. Tenía unos ojos azules que apartaban la atención de cualquier otra facción de su rostro.

—Mandad a vuestros soldados, no hay otra manera. Si encuentra al Bastardo antes que nosotros arriesgaré mi tapadera y mis hombres.

—Tiene que haber otra manera —insistió el anciano, apretando aún más los ojos —. Diablos, llevo toda la vida jugando esta partida de ajedrez contra los criminales más temidos y los nobles más pendencieros. Y esto es una chapuza.

La expresión del hombre se mantuvo relajada. El Enjuto sabía de sobra que si arriesgaba su tapadera no era por el bien del reino, sino porque le pagaba bastante mejor que Guante de Plata.

Terminó cediendo.

—Muy bien —se incorporó por segunda vez. Su confidente hizo lo suyo —. Organizaré una pequeña avanzadilla esta misma noche. Con suerte se os adelantarán varias horas. Después, el ejército cortará cada calzada y camino que vaya o venga de los Montes del Receso. Cuento con tus hombres si la situación se descontrola, Marow.

Los ojos azules sonrieron y el hombre describió una perfecta reverencia. Era en estos detalles en los que se distinguía un matón cualquiera de un asesino profesional. Y Marow, salvo, tal vez, con la excepción de Guante de Plata, era el mejor de todo el reino.

—Así se hará, "mi señor".

La puerta se abrió con un quejido y se volvió a cerrar en silencio. El Enjuto quedó solo para llorar a los dioses por que las cosas no se torciesen como siempre lo hacían.

PRISMA: La Corona de los InfielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora