Capítulo 1: Noche desenfrenada.

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Aviso: Esta obra se ha registrado en derechos de autor.


Prólogo.


¿Cuántas veces hemos asistido a una fiesta buscando una noche de lujuria desenfrenada? Aquel día la encontré, pero jamás imaginé el desenlace que podría tener una única noche de pasión, nunca esperé encontrar a esa persona por la que daría todo, más cuando empezó siendo un simple desconocido. Nunca esperé que mi vida se convirtiera en un infierno en vida, en dudas, sospechas... ¿Conocemos realmente a las personas con las que convivimos? ¿Y a las personas que llegamos a amar? Ésta es mi historia, relatada hoy, día cinco, del cálido mes de septiembre. Acompañadme para descubrir el gran enigma de lo que un ángel es capaz de ocultar... puede que no tenga otra oportunidad de contar mi historia.


Capítulo 1: Noche desenfrenada.


Era una noche cerrada, la luna apenas aparecía un par de segundos cuando las corrientes de aire movían las densas nubes en aquella oscuridad. Las hogueras que algunos chicos habían encendido en la playa eran las únicas luces que se veían pero, a pesar de ello, me había alejado de todo el bullicio. Había ido a la fiesta por una única razón, quería pasar un buen rato, quería encontrar a una persona con la que disfrutar sin tener que dar explicaciones y lo encontré.


Era un chico rubio de inocente sonrisa, el cual estaba sentado en la soledad de la inmensa playa mientras observaba el romper de las olas en la escollera. Me senté a su lado y apenas cruzamos algunas frases sin sentido sobre el tiempo que hacía. Ambos sonreímos por la conversación tan absurda que acabábamos de tener, lo que me obligó a mirarle en el preciso momento en que la luna hacía una de sus apariciones. La tonalidad azulada de la luz lunar hizo que me diese cuenta de la intensidad de la mirada de aquel chico de preciosos ojos azules como el agua más limpia que jamás hubiera podido ver aquí en Miami.


Ni siquiera recuerdo cómo acabé entre aquella vegetación besando con pasión a ese chico solitario. Su espalda se golpeó contra una de las palmeras y le retuve entre ella y mi cuerpo sin soltar sus labios ni un segundo, tampoco él parecía querer soltarme ya que sus manos rodearon mi cuello con sutileza evitando que me alejase de él.


Siempre me había considerado un poco tímido para algunas cosas... supongo que el alcohol me ayudaba a desinhibirme de todas esas preocupaciones, porque en lo único que podía pensar era en disfrutar del momento que tenía frente a mí. Aquel chico olía a un perfume poco común, lo supe en cuanto metí la nariz en su cuello para besarle, me embriagué con él. Era una mezcla de jazmín con algún componente que no terminé de captar, tenía un olor excitante, e incluso me atrevería a decir que afrodisíaco, conseguía enervar mis sentidos y me obligaba a permanecer allí.


Succioné con algo de fuerza su cuello, quería dejarle la marca de que aquella noche había sido mío, pero escucharle gemir por primera vez a pesar de que intentaba silenciar el sonido debido a la vergüenza, me hizo excitarme aún más. Conduje mis manos hacia su cintura para apresarle y atraer su cuerpo hacia el mío.


Su piel era suave, demasiado, y sus manos muy delicadas. Intuí que no trabajaba en nada que requiriese un esfuerzo físico muy intenso. Las mías por contra, siempre tenían algún callo por el ejercicio físico pero las suyas eran increíblemente suaves, eso me gustaba y sobre todo cuando me provocaba leves escalofríos al rozar mi nuca con sus yemas o cuando se deleitaban con el lóbulo de mi oreja.

Lo que oculta un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora