Capítulo 2: excitante billar

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Tyler se acercó quitándose la chaqueta y la colgó en la percha junto a la mía. Tomó entre sus manos un taco y miró con cierta desconfianza hacia las bolas que le esperaban. No pude evitar sonreír al verle, podía ser cierto que jamás había jugado al billar.

- Sólo hay que golpear con el palo a la bola blanca, ¿no? – preguntó.

- Depende del juego de billar que quieras. Juguemos al billar americano. Con la blanca debes darle a las lisas para introducirlas en los agujeros de las esquinas y laterales.

Tyler se reclinó sobre la mesa y se posicionó para golpear la bola blanca teniendo en el punto de mira una de las lisas excepto la negra. Al ver lo mal que se colocaba, dejé mi taco en un lateral y me acerqué a él apartándole su taco y dejándole sorprendido.

- Ey, ¿qué estoy haciendo mal? – preguntó.

- Todo – le sonreí – déjame ayudarte. Se coge de esta forma.

Le enseñé la posición exacta incluida la mano en la que se apoya el taco y luego se lo devolví para que pudiera practicar. Tyler sonrió e imitó mi posición para golpear cuando en vez de darle a la bola, lo hizo sobre el tapiz. Se sorprendió y yo más cuando vi que realmente se le daba fatal este juego.

- Vaya – exclamó.

Cogí la bola blanca que apenas se había movido y la dejé en su sitio correcto. Le dije que esa no se la contaba, que le daba otra oportunidad. Cuando vi que se posicionaba de nuevo, me situé tras él levantando levemente su codo. Recosté el pecho sobre su espalda para tener mejor ángulo de visión y pasé mi mano por la suya que sostenía el taco para ayudarle en el impulso.

Tyler se había girado a mirarme y, por unos segundos, me perdí en aquellos ojos azules que tanto me gustaban. No dijo nada pero podía sentir su respiración nerviosa golpeando contra mi mejilla y mi mirada descendió de sus apacibles ojos a sus sensuales labios.

Mi mano aún rozaba la suya en aquel tenso silencio que habíamos creado. Moví los dedos con mucha delicadeza por el dorso de su mano acariciándola hasta que él movió la mano para que el taco golpease la bola blanca. Ésta salió golpeando todas las que estaban en el centro formando un perfecto triángulo y aunque ninguna entró, él se giró hacia mí dejando el taco encima de la mesa y cogiendo mi nuca me acercó hacia él juntando nuestros labios en un pasional beso que ambos habíamos deseado.

Sus carnosos labios me enloquecían y sus caricias me exaltaban de tal manera que me fue imposible contener mi impulso de colocar las manos en sus glúteos y, cogiéndolos con fuerza, le subí al borde de la mesa de billar sin poder soltar aquellos labios que me conducían directamente al paraíso.

Mi mente no dejaba de darle vueltas al asunto de que era un sospechoso, pero mi cuerpo no reaccionaba a esa idea, estaba centrado únicamente en aquel cuerpo, en aquellos labios que me llamaban a gritos. Mis manos no querían soltarle la cintura a Tyler y empezaban a colarse bajo su camiseta deleitándose con aquella bronceada piel que tenía, con aquel fuerte cuerpo sometido al entrenamiento que requería el surf.

Lo que oculta un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora