Por un largo tiempo no dije nada y, aunque intenté disculparme no fui capaz de hacerlo.
Estaba nerviosa, conteniendo el aire dentro de mis pulmones mientras lo miraba sentado a los pies de la cama en un pequeño e incómodo sillón negro de hospital, sus ojos oscuros no dejaban de mirarme.
Sin quitarme la vista de encima se puso de pie y se acercó en silencio.
Tragué duro al imaginar lo que posiblemente estaría pensando, sin embargo, conocer sus pensamientos era difícil.
—Eres necia. —Me dijo una vez que llego a mi lado—. Te dije que te recostaras bien —espetó con las manos dentro de sus bolsillos.
Sentí un cruel nudo en mi garganta cuando me dijo eso, Edward casi nunca me hablaba de esta manera.
—Estúpida.
Me insulte a mí misma conteniendo mis ganas de llorar.
Hice mis manos puño y arrastré la sábana entre mis dedos.
—No, no llores. —Me dijo en un instante cerca de mis labios—. Ya no estoy molesto, al menos no contigo —dijo y yo lo miré.
Él limpió una de mis lágrimas.
—Estoy molesto conmigo mismo y con ese maldito bastardo.
Apreté mis labios. No me gustaba la forma en la que él se expresaba, lo hacía con dolor y sufrimiento.
Bajé la vista a mis manos por algunos segundos y luego la levanté.
—Yo... —espeté, aunque no alcancé a terminar mi frase porque él rápidamente me besó.
Fue un contacto rápido pero profundo, algo extraño que me hizo sonreír.
—Lea, yo jamás extrañare tus besos. —Me dijo sin dejar de mirarme—. ¿Y sabes por qué nunca lo haré? —A pesar de que creía saber la respuesta negué—. Porque tus besos son y serán para siempre míos —susurró besándome de nuevo, aunque esta vez aquel beso no duró demasiado porque en ese maldito momento las puertas de mi habitación se abrieron.
Como casi siempre él se retiró a una velocidad impresionante.
Inmediatamente conduje mi vista hacia la puerta insultando por dentro aquel nuevo sujeto que recién había entrado, es un hombre joven y bastante apuesto; supuse que aquel hombre de piel morena y cabellera larga se trataba de mi médico.
—Veo que te encuentras mucho mejor.
Me dijo mirándome discretamente por la comisura de uno de sus ojos mientras se ajustaba sus gafas redondas y centraba su atención en la tablilla que traía entre sus manos.
—Sí —contesté asintiendo con una pequeña sonrisa, ya casi no dolía.
Aquel hombre sacó un par de utensilios y comenzó a revisarme.
—Sea lo que sea que hayas estado haciendo que te quede de experiencia que no debes volver a repetirlo. —Volvió a decirme, aunque esta vez lo hizo caminando de regreso a los pies de mi cama—. Parece que todo está en orden. Te mandaré algunos medicamentos para el dolor —dijo anotando algunas cosas—. Y en un par de días quiero que vuelvas.
Lo miré un poco, mi doctor era demasiado joven, pero se veía que tenía experiencia.
—De acuerdo —contesté—. Lo tendré en cuenta.
—Bien —espetó serio pero amable mientras se dirigía a Edward—. Sé que dije que la daría de alta mañana, pero en vista de que está mucho mejor arreglaré algunas cosas y podrá irse a casa en un rato —dijo revisando una última vez su tablilla para después dejarla en su lugar y retirarse.
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Linaje: Secretos de sangre I
VampireUn accidente, un secuestro y la llegada de sus nuevos vecinos, cambiarán por completo la vida de Lea Millers, una joven cuyo destino ha sido marcado por los secretos de un enigmático pasado.