• Capítulo 31: Codicia •

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Al quedarme sola me revolví el cabello con ambas de mis manos. No podía creerlo, todo se había complicado. Los Easley estaban buscando a Amelia quien se había llevado a mi hermano, mis abuelos estaban muertos, Leonard me había traicionado y mi transformación se estaba aplazando, aunque con todo lo que estaba pasando no creía llegar a hacer eso, convertirme en uno de ellos cada vez se veía más lejos.

Cerré los ojos y suspiré tan solo por un momento, fue entonces que de pronto escuché mi nombre a uno de mis costados.

Aquella voz había sonado con delicadeza y ternura, igual que la primera vez en que la escuché.

—Señora Victtoria —dije volteando hacia ella.

—Solo llámame Victtoria, ¿sí? —Me pidió aquel vampiro con gentileza—. Lamento lo que está sucediendo. No se suponía que tenía que pasar esto.

Apenas y la miré, ella era muy diferente a sus dos hijos o a su esposo e incluso, podía atreverme a decir que a cualquiera de su especie. Parecía ser una mujer amable y de buen corazón.

—Ven, vamos adentro. —Me dijo cruzando uno de sus helados brazos por mi espalda—. Necesitas tomar un descanso.

Extrañamente un vago calor me envolvió.

Estaba caminando a su lado cuando de repente me detuve, no era tiempo de descansar, mucho menos de no hacer nada, yo debía de estar buscando a mi hermano. Deshice su abrazo y me alejé, Victtoria simplemente me miró.

—Tengo que ir a buscarlo —dije.

—¿Y cómo? —Me preguntó a la vez—. ¿Sabes siquiera en dónde empezar?

Su pregunta me descolocó, ella tenía razón.

—Amelia puede estar en cualquier parte —dijo—. Ella es rápida y fuerte, sin embargo, no puede estar mucho tiempo bajo la luz del sol. Pronto oscurecerá, será más fácil si continuamos con la búsqueda más tarde.

Miré al cielo nublado, Victtoria tenía razón. Ellos eran criaturas nocturnas así que, sería más fácil si esperábamos un poco más.

Llegamos a las puertas de su casa y me dejo entrar. Poco después me senté en el sillón de la sala y esperé hasta que ya no pude más. Hice una mueca, quería dejar de pensar, pero era difícil.

—¿Por qué...? —musité sin mirarla—. ¿Por qué Amelia me está haciendo esto? —pregunté dirigiendo mis ojos a ella—. Si es por Edward yo no tengo la culpa de que él me haya elegido. No es mi culpa que él quiera mi sangre.

Victtoria me observó desde el otro lado de la mesita cuadrada de centro, dio unos cuantos pasos alrededor de ella y finalmente se sentó junto a mí.

—No es solo porque Edward quiera tu sangre, es porque él te ama. Desde el primer momento en que te vio se enamoró de ti —dijo y yo elevé una de mis cejas, como intentando comprender sus palabras—. Sí, es cierto que nosotros los vampiros estamos condenados a no sentir nada, pero él es diferente, es un natural. Edward es mucho más especial que cualquier ordinario. Él no podrá tener un alma, pero sí tiene un corazón. Mi hijo puede enamorarse como cualquiera y es lo que Amelia no entiende. Ella está obsesionada con él, siempre lo estuvo y ahora que él te ha elegido... No es fácil para ella aceptarlo.

—¿Ellos...? —murmuré temiendo por su respuesta.

Victtoria suspiró.

—No lo sé —espetó levantando uno de sus hombros—. Ambos tienen su historia y no me corresponde decírtela. Quizá algún día él quiera contártela —dijo con voz dulce—. Pero por el momento dejemos de hablar de su pasado, ahora la prioridad eres tú. ¿Por qué no le dijiste a Edward que ella te amenazó? —preguntó sin quitarme su mirada de encima.

Linaje: Secretos de sangre IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora