• Capítulo 8: Ilusión •

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Dos días después de mi extraño encuentro con esos seres me encontraba de camino a la ducha, necesitaba darme prisa si es que quería ver a Cecil temprano. Había quedado con ella de vernos en el centro para ir a comprar algunas cosas ya que había decidido casi a última hora aceptar la invitación de Matthew.

Rápidamente me bañe, aunque cuando lo estaba haciendo algo frío y parecido a una caricia rozó mi espalda. Al instante me giré, sin embargo, era ilógico que alguien me hubiera tocado.

Estaba sola.

Con el ceño fruncido y una extraña sensación en el cuerpo terminé de ducharme, luego me arreglé y alisté lo más aprisa que pude.

Horas más tarde, cuando el sol ya estaba en su punto más bajo me encontraba de regreso, llevaba un montón de bolsas en cada mano. Estaba arrepentida de que hubiera sido Cecil quien hubiera elegido todo lo que yo había comprado; habían sido desde vestidos hasta zapatos y maquillaje y otras tantas cosas más que en realidad no necesitaba, aun así, traté de consentirla por haberle hecho como siempre el menor de los casos.

Ya casi estaba a punto de llegar a casa cuando de pronto pude escuchar a Matthew hablándome a mis espaldas.

Me giré sobre mi lugar y lo vi.

Como siempre, él lucía demasiado bien. La camisa a cuadros y remangada hasta por los codos que llevaba puesta le daba un aspecto algo desaliñado pero encantador.

Creo que sonreí.

Muchas de las veces Cecil tenía razón, Matthew me hacía sonreír sin que yo me diera cuenta. Él se acercó a mí y me habló. Hablar con él alejaba de mí todos esos extraños pensamientos que últimamente tenía en la cabeza, sin embargo, aún era demasiado temprano para vernos.

—¿Qué es lo que haces aquí?

Le pregunté sin dejar de mirarlo.

—Nada —respondió con una pequeña sonrisa—, solo iba de camino a tú casa cuando te vi. Iba a decirte que pasaré un poco más tarde.

Inmediatamente mi corazón dio un vuelco cuando pensé en lo peor, aunque al final logré contenerme.

Él lo había estado esperando tanto que dudaba siquiera me cancelara.

—¿Y no pudiste decirme eso por teléfono? —espeté al detenerme.

—Sí, sí. Pero ya que te vi...

Suspiré.

No tenía caso ponerme a discutir con él, de cualquier forma, ya sabía cómo era, solo esperaba que no me dejara plantada.

Una vez que Matthew se fue comencé a sacar dentro de mi habitación todo lo que había comprado. Miré la hora en mi reloj, eran casi las 8:30 así que, sin mucha, poca o nada de esperanza me apresuré.

Entre una vez más en el baño, aunque esta vez me asegure de ponerle seguro a la puerta. No quería volver a sentir lo mismo que me había ocurrido en la mañana.

Por un largo rato y bajo el agua apoyé mi frente contra la pared, me gustaba sentir como el agua resbalaba a través de mi cuerpo. Sonreí un poco y más lo hice cuando inesperadamente el nombre de Edward se escapó de mis labios.

Era estúpido qué pensará en él.

Mi vista descendió hacia el suelo, recordar su perfecto rostro, lleno de una belleza extraordinaria me hizo sentir una necesidad enorme de querer acercarme a sus labios y besarlos, estos, poseían un color rojo e intenso, demasiado vivo para compararlo con el resto de su cuerpo.

Sin volver a dudarlo repetí de nuevo su nombre, imaginando sus labios sobre los míos, devorándolos una y otra vez mientras él me acorralaba contra lo frío del azulejo.

Linaje: Secretos de sangre IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora