• Capítulo 13: Teoría •

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Todo había sucedido tan rápido que no tuve el tiempo suficiente para gritar. Sentía las entrañas atoradas en la garganta y un vacío enorme en donde se suponía debía estar mi corazón.

—¡Maldición!

Era imposible que él me estuviera haciendo esto. Tenía deseos de golpearlo y lo hubiera hecho de no haber sido porque cuando lo busque él ya no estaba conmigo.

Suspiré.

Nada de lo que pasará por mi cabeza tenía sentido.

Todo era demasiado confuso. Eso era lo que me repetía una y otra vez al mirar la distancia y la altura que Edward y yo habíamos recorrido. Era ridículo pensar que alguien pudiera salir ileso a una caída como esas e incluso, hacerlo sin que nadie se diera cuenta. No era lógico, aunque si me ponía a analizarlo todo iba cayendo en una absurda teoría.

Sacudí la cabeza con fuerza, mis vecinos no eran ni podrían ser en esta ni en ninguna otra vida una clase de vampiros.

—Ellos no... ¿O sí? —susurré mordiendo con suavidad uno de mis dedos.

Me era un poco difícil creer en los cuentos que mi madre me recitaba cuando era más pequeña, aunque eso de alguna manera hizo que apareciera en mis ojos un extraño brillo que se fue intensificando con el tiempo.

Sonreí para mis adentros, era increíble saber que jamás hemos estado solos. Que el mundo no solo se componía de humanos, sino que, también, de otras extrañas y fantásticas criaturas.

Estaba tan inmersa dentro de mis pensamientos hasta que algo me hizo pensar en que ellos no eran los únicos.

Tragué en seco ante la idea.

¿Y si en verdad no estaba equivocada? ¿Y si había más vampiros aparte de ellos?

Por alguna extraña razón corrí hacia mi espejo de cuerpo completo, sentía que debía revisarme. Me observé toda hasta que mis ojos se posaron sobre mi cuello, lo toqué un poco. Sabía que algo me había pasado, pero en esos momentos no supe el qué, aunque en lo más profundo de mi cabeza creía recordar algo, sin embargo, supuse que solo había sido la sensación porque no tenía nada. También recordaba haber sentido un calor sobrehumano recorrer mi pecho, desabotoné la camisa y me miré.

Algunas imágenes esporádicas vinieron a mi mente al tocar uno de mis senos, eran confusas e irracionales, todas se mezclaban unas con otras, estaban difusas. Apreté los ojos con fuerza e intenté aclararlas, pero solo pude sentir bajo mis bragas como me mojaba, había una voz en mi cabeza que lo provocaba, fue entonces que, estúpidamente, cerré los ojos mientras dejaba que esa sensación poco a poco me atravesara.

—Es bueno saber que aún me recuerdas. —Escuché de fondo en uno de mis oídos mientras me dejaba llevar por lo suave de su voz—. Y aunque ahora me gustaría hacerte mía no puedo, pero tarde o temprano lo serás y esta vez él no podrá impedirlo —terminó de decirme.

Tras esas últimas palabras abrí los ojos de golpe.

Tenía el corazón exaltado.

¿Qué demonios estaba pasado?

Apenas si respiraba.

—¡Demonios!

Me quejé al dejarme caer sobre la cama.

Era frustrante no saber lo que estaba pasando.

Mis ideas estaban totalmente revueltas, era como si mi mente solo pudiera recordar cierto tipo de cosas, aunque por alguna razón, en estos momentos solo podía pensar en Edward y en su aún desconocida naturaleza.

Él era una persona realmente extraña, su actitud, su apariencia, su forma de ser y de existir.

Estaba decidida a investigarlo y ya sea que fuera por curiosidad o algo más, yo sabía muy bien que a ningún ser humano le cambiaban los ojos de un color a otro, tampoco y por más rápidos que fueran, aparecían en un lugar diferente, así como tampoco nadie podía tener la piel tan fría y oler como nadie más en el mundo.

Inconscientemente cerré los ojos.

Imaginar a Edward tan cerca de mí me emocionaba, jamás había estado tan concentrada en una sola persona, mucho menos en alguien como él. Edward me gustaba, eso no podía negarlo, sin embargo, el que él me gustará no significaba que yo también le gustará, eso era algo estúpido. Un vampiro jamás se fijaría en un ser humano, mucho menos en alguien como yo, además; los vampiros no existían o eso era lo que yo quería seguir creyendo.

Todo era una completa locura o al menos lo fue hasta que el sonido de las sirenas me hizo volver a mi realidad. Había olvidado que mis abuelos estaban hablando con la policía. Dejé de lado mis pensamientos y con lo primero que saqué del armario bajé a la estancia en busca de ellos.

Estaba bajando las escaleras cuando de pronto los escuché.

Mi abuela estaba de espaldas a mí. No quería asustarla así que la llame con voz baja. Ella giró hacia mí y me miró, sus hermosos ojos claros estaban rojos y humedecidos.

Por unos instantes me dolió el mirarla así, ella era una mujer muy fuerte, pero en estos momentos se notaba lo destrozada que estaba.

Con calma, me acerqué hacia ellos mientras les preguntaba: ¿qué era lo que estaba pasando?

Momentos después me sorprendí.

Era absurdo lo que mi abuelo me estaba diciendo, la gente no desaparecía en los bosques sin ninguna razón, además, aunque hubiera algo extraño en ese lugar los límites estaban cercados, ningún animal se atrevería a cruzar las rejas electrificadas, eso era imposible, pero mi abuelo y el policía estaban convencidos de que algo raro estaba pasando, y cuando él fue a la casa, mi abuela pensó que yo había sido una de esas tantas víctimas a las que últimamente habían encontrado.

Fue duro mirar sus lágrimas.

No podía dar crédito a lo que estaba escuchando, nos habían dado toque de queda así que, lo único que pude hacer para consolarlos fue abrazarlos. Los dos me correspondieron al instante. Jamás había sentido un lazo tan fuerte como en este momento, era como si en algún lado de mi ser presintiera que este abrazo sería el último que nos daríamos.

Momentos después y, aunque era mentira les expliqué que había estado en casa de Cecil, que no tenían por qué preocuparse, que yo estaba bien y que lamentaba haberlos angustiado.

Pensé que mi abuelo me regañaría pero no lo hizo, estaba tan feliz de tenerme de regreso que olvido que yo había pasado la noche fuera de casa.

—Eso ya no importa. —Me dijo lleno de alivio—. Lo importante es que estas aquí, a salvo. Con nosotros.

—Sí —dije en voz baja.

Con una pequeña sonrisa mi abuelo se alejó un poco, fue en ese momento que en su mano noté mi chalina, tenía algunas cuantas manchas de sangre. Mi ceño se frunció. Por más que intentaba hacer memoria no recordaba cómo era que había terminado así, era obvio que el policía la había traído, pero eso no me explicaba porque estaba manchada de sangre hasta que de pronto, el nombre Arlus cruzó por mi cabeza.

—Hija, ¿qué ocurre?

Alcancé a escuchar a mi abuelo hablarme.

Estaba tensa y nerviosa.

Arlus era el único nombre que me venía a la mente en estos momentos. Él no podía... No... Él no debía. Esa no era su sangre.

Tragué en seco.

La cabeza comenzaba a dolerme, muchas imágenes que aún no reconocía estaban flotando dentro de ella. Sostuve mi cabeza con fuerza, necesitaba esclarecer lo que mi mente me pedía a gritos que recordara; quería gritar por el dolor y la desesperación de no saber qué demonios estaba pasando, eran imágenes difusas, sin embargo, solo una de ellas terminó por aclararme las cosas.

Linaje: Secretos de sangre IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora