Entre sueños alcancé a escuchar la voz de Itan, quien se oía bastante emocionado mientras brincaba una y otra vez sobre mi cama al tratar de despertarme.
—¡Vamos, vamos! ¡Ya levántate!
Me dijo deteniéndose por unos momentos.
—Itan, ahora no —respondí halando las cobijas—. Déjame dormir.
—Pero Lea, afuera ha nevado —espetó y yo hice un gran gesto de dolor cuando se dejó caer sobre mí—. Por favor, por favor. —Me suplicó varias veces mientras juntaba las palmas de sus manos frente a su rostro.
Sin tener alguna otra clase de opción solté un largo suspiro. Después de todo, ¿cómo iba a decirle que no a ese dulce rostro?
Me senté en la orilla de la cama y le pedí que me diera cinco minutos.
Momentos después retiré las cobijas poniéndome de pie apenas y con ganas, bostecé y me estiré, luego me acerqué al closet de dónde saqué ropa interior limpia, una playera de manga larga, una chaqueta y unos jeans de mezclilla.
Una vez que me arregle, complemente mi atuendo con guantes, bufanda y un gorro que me quedaban más que perfectos. Sonreí al verme en el espejo. Acomodé algunos cuantos mechones de mi cabello y salí al pasillo no sin antes haber revisado la casa de enfrente. Al parecer mis nuevos vecinos ya habían limpiado su tejado y su entrada.
Rodé los ojos y bajé a desayunar.
Al entrar al comedor mi abuela me recibió como casi siempre lo hacía, con una sonrisa. Pasé por su lado y me serví un café mientras preguntaba por Itan. Había planeado divertirme con él y de paso enseñarle algunas cuantas cosas, claro, si es que eso era posible.
Estaba por salir a buscarlo cuando de pronto entró a toda prisa, corrió escaleras arriba, hizo un par de ruidos en su habitación y luego bajó de la misma forma.
Yo simplemente lo miré. Era la primera vez que lo veía así. Sus ojos igual a los míos brillaban con emoción.
—Oye, ¿qué esperas? Date prisa o él se va a ir.
Me dijo mientras tomaba la puerta y echaba a correr.
«¿Él?»
Me pregunté a mí misma mientras volteaba a mirar a mi abuela, pero ella solo se encogió de hombros con una sonrisa.
Estaba confundida.
¿Quién diablos era él?
Lentamente me acerqué a la ventana, fue entonces que lo miré.
—¿Qué hace él aquí? —pregunté sin dejar de mirar hacia afuera.
Mi abuela inclinó un poco la cabeza, sabía que cuando ella ponía esa expresión en su rostro era porque nada bueno se venía.
—Sí, bueno él... Se ofreció llevar a Itan a la ciudad —dijo y yo enarqué una de mis cejas—. Irán a comprar algunas cosas para poner en el árbol de navidad.
La miré con incredulidad.
—¿Y es que acaso no pudiste decirme a mí? —espeté más que furiosa—. Sabes que Arlus no me agrada en lo absoluto.
Odiaba que mi abuela hiciera este tipo de cosas, ella estaba empeñada en relacionarme siempre con él y yo detestaba eso.
Solté un largo bufido.
A veces ella sí que lograba desesperarme.
Respiré hondo y contuve el aliento, mi abuela me estaba haciendo enojar más de lo que ya estaba. No solo me estaba fastidiando con Arlus, sino que, encima se atrevía a hacer cosas sin mi permiso porque, aunque ese idiota se hubiera ofrecido a llevar a Itan a la ciudad era seguro que yo también iría.
ESTÁS LEYENDO
Linaje: Secretos de sangre I
VampireUn accidente, un secuestro y la llegada de sus nuevos vecinos, cambiarán por completo la vida de Lea Millers, una joven cuyo destino ha sido marcado por los secretos de un enigmático pasado.