Déjà Vu (5927)

Capítulo XIII: Time Waits For No One, Primera Parte

—Acepto—Dijo Tsuna en un susurro apenas audible al tiempo que agachaba la mirada y apretaba los puños con fuerza.

—Sabia decisión—Afirmó el enemigo mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa— ¿Nos vamos, entonces?—

— ¡Por favor, Décimo, piénselo mejor!—Exclamó Gokudera al tiempo que se levantaba abruptamente de la silla que ocupaba y una expresión de profunda preocupación comenzaba a dibujarse en su rostro— ¡Es demasiado arriesgado! ¡No tenemos ni la más mínima idea de qué tratan esos experimentos de los que el enemigo habla!—

—Escúchame, Gokudera-kun—Pidió el aludido en un tono de voz que resultaba sumamente amable y reconfortante mientras se ponía de pie y sostenía las manos del peliplateado entre las suyas—Si estuvieras en mi lugar, si te ofrecieran un trato como este, aceptarías sin pensarlo, ¿no? Sabrías que es demasiado peligroso pero pensarías que vale la pena correr el riesgo si así puedes protegerme, ¿verdad?— Afirmó con un casi imperceptible rastro de tristeza en su voz—Siempre has hecho ese tipo de sacrificios por mí, así que, sólo por esta vez, permíteme hacer un pequeño sacrificio para protegerte—

—P-puede ser que tenga razón, pero.... — Admitió el aludido entre balbuceos al tiempo que desviaba la mirada y soltaba con delicadeza las manos del castaño—Usted dijo hace muy poco que decidió viajar hasta aquí y venir a hablar con mi papá porque no quiere que volvamos a separarnos ¿no es así? ¡Yo también pienso lo mismo! ¡Yo tampoco quiero separarme de usted! ¡Quiero que cambiemos el futuro juntos! Por eso, lo siento muchísimo, pero no puedo aceptar que haga un trato como ese con el enemigo— Declaró en el tono de voz más firme y decidido del que fue capaz para luego voltearse hacia donde el rubio se encontraba— ¡Así que, si quieres que el Décimo se vaya contigo, tendrás que derrotarme antes!— Sentenció en un desafiante tono de voz mientras miraba fijamente al enemigo a los ojos

—Lo siento mucho, Décimo Vongola, pero ahora que tu mano derecha ha demostrado que, además de ser aún más idiota que su padre, es un insolente, me temo que tendré que cancelar nuestro trato—Afirmó el rubio en un burlesco tono de voz—Sinceramente, no tenía ninguna intención de llegar hasta este punto, pero si ustedes quieren resolver este asunto con una batalla, entonces así será—Finalizó al tiempo que abandonaba la oficina en dirección a los jardines de la mansión, caminando con pasos apresurados a través de los incontables trozos de vidrio que se encontraban dispersos por todo el piso de la habitación.

— ¿¡Dónde crees que vas!?— Exclamó el ojiverde mientras perseguía al enemigo.

Luego de un par de minutos de confusión, el ojimiel decidió dirigirse a su vez hacia los jardines de la mansión al tiempo que dejaba escapar un suspiro. Por su parte, el padre imitó el gesto instantes después, no sin antes guardar en uno de sus bolsillos un arma de fuego que mantenía oculta en uno de los cajones de su escritorio.

Los rayos de la puesta de sol impactaban de lleno en el rostro de los presentes a medida que estos llegaban a los jardines a modo de bienvenida. Una suave brisa mecía con delicadeza las frondosas copas de los árboles más cercanos a la oficina, junto a los cuales el rubio permanecía de pie, observando fijamente al padre y a los dos chicos con una expresión desafiante en su rostro.

—No pensaba que eras lo suficientemente ingenuo como para creer que tendrías alguna posibilidad de ganar esta batalla usando un arma de fuego común y corriente, viejo—Declaró al tiempo que reía por lo bajo al percatarse de que el aludido había sacado el arma de su bolsillo y la apuntaba directamente hacia él.

Por toda respuesta, el hombre presionó el gatillo. Acto seguido, el lugar se llenó del estruendo de un disparo que fue esquivado sin problemas por el rubio. Ante esto, el padre continuó disparando sin descanso hasta agotar su munición mientras una expresión de frustración creciente se dibujaba en su rostro sin que pudiera hacer nada para evitarlo al ver que el enemigo esquivaba cada uno de sus disparos, haciendo gala de una gran agilidad.