Después de el "casi beso" que Alec y Magnus habían tenido, Alec se fue de allí porque se sentía fatal. No sabía por qué había hecho eso, lo que sí sabía era que Magnus lo había rechazado. Aún así tenía que salir. Esa noche, Magnus le había dicho que tenía que ir arreglado, y Alec no tenía ningún traje. Llegó andando al centro, lo que no le resultó muy difícil, siempre se le había dado bien orientarse. Entró a la primera tienda que encontró y la chica dependienta, bajita y muy delgada, con el pelo rubio platino, le ayudó a elegir uno. La camisa que compró era negra lisa, muy simple. Alec no quería llevar nada al cuello, pero la chica le convenció para que llevara una pajarita blanca.
-Así estás perfecto.-dijo la dependienta, llamada Anabel, según la chapita de su camiseta.
-¿Y la americana?
-Bah, la americana está sobrevalorada. Es una cita, no una reunión de trabajo, y estoy casi segura de que tu chico no va a ir con un traje serio por lo que me has contado de él, así que yo tampoco te voy a dejar. Así, estás insuperable.
-¿Seguro?
-¿Seguro? ¿Seguro de qué? A ti te gusta ¿no? Entonces ¿qué problema hay?
-No sé si a él le gustará.
Anabel suspiró.
-Entonces, si es tan superficial como para juzgarte por lo que llevas, no te merece.
Eso hizo sonreír a Alec, le recordó a los consejos que Magnus le había dado el día que llegó a Alacante. Parecía que había pasado una eternidad desde entonces, parecía imposible que solo hubieran pasado unos días.
-Tienes razón-dijo.
La visita a La Sagrada Familia era a las 6:30 y solo eran las 5, así que Alec fue a dar una vuelta por el centro. Caminó por La Rambla y por la Plaza Cataluña, donde dio de comer a las palomas, ya que era una costumbre en aquel lugar. A Alec nunca le habían gustado las palomas pero se dijo a sí mismo que probaría cosas nuevas al aceptar ir allí con Magnus, y estaba dispuesto a hacerlo. Se sentó en un banco en la plaza Urquinaona y observó a la gente que pasaba. Jóvenes en su grupo de amigos, charlando sobre videojuegos, parejas de ancianos cogidos de la mano, empresarios con traje que iban con prisa, mujeres con bolsas de ropa en la mano... A Alec le recordó un poco a Nueva York, hacía mucho que no había estado en ninguna ciudad y echaba de menos aquello; el ruido del tráfico, el olor a café recién hecho y el murmullo de la gente a su alrededor.
Cuando se dio cuenta, ya eran las 6:15. Se terminó el batido de yogur con frutos rojos que había comprado en Starbucks y cogió la línea 2 de metro en el Paseo de Gracia. Se bajó en la Sagrada Familia y, tras salir de la estación, se quedó boquiabierto. Era impresionante. Probablemente lo más impresionante que había visto nunca. Las altas torres se alzaban frente a él y le habrían recordado a las Torres de los Demonios en Alacante si no hubiera sido por la cantidad de gente que había a su alrededor. Miles de personas de diferentes países, con cámaras de fotos, apuntando hacia arriba. Colas de montones de gente esperando para entrar.
-Es increíble, ¿verdad?-Una voz conocida habló tras él. Alec se dio la vuelta y allí estaba. Tan perfecto. Tan...él.
-Sí, es alucinante-Pero Alec no se refirió en ese momento precisamente a el monumento, sino a su acompañante.
La visita fue larga y cuando salieron ya eran las 8:30.
-Bueeeno, pues, hora de tu plan.
Alec siguió a Magnus a través de un montón de calles muy similares. Cuando por fin llegaron a el barrio Gótico, había oscurecido. Las calles estaban prácticamente desiertas y salía ruido y calor de las ventanas.
-Hace mucho tiempo, estaba paseando por esta misma calle. Iba solo, y hacía frío. Estaba triste, entonces me senté en aquel banco-dijo señalando un banco pequeño, de piedra, bajo un árbol.-y se me acercó una mujer. Se llamaba Laila, tendría unos 80 años y llevaba un bastón. Se sentó a mi lado y comenzó a mirarme. Cuando yo la miré, ella sonrió. Se le formaron arrugas en los labios y en los párpados. Me preguntó que por qué estaba allí, solo, tan joven. Yo no tenía un motivo en especial para estar ahí, pero ella insistió. Le dije que había roto con mi novia, lo cual era mentira porque en aquel momento no estaba saliendo con nadie. Ella me dijo que cómo se llamaba la chica y por qué lo habíamos dejado. Me inventé toda una historia y cuando terminé, la anciana me dijo: "No debes estar triste por nada, eres joven y tienes mucho mundo por ver, en cambio, yo soy vieja y he desperdiciado toda mi vida lamentándome por exactamente lo mismo que tú y ahora me arrepiento de no haber sido feliz, y de no haber cumplido mis sueños". Tras eso, se levantó y se marchó sin que yo me diera cuenta. Lo que no sabía Laila era que yo era mucho más viejo que ella. Entonces sentí lástima.
Alec se quedó pensativo.
-¿A qué viene eso?-dijo.
Magnus seguía con la vista fija en el banco.
-A ti.-entonces lo miró-Cuando te conocí estabas triste, solo. Y no tenías a nadie a tu lado. En cuanto te conocí me recordaste mucho a esa anciana y tenía miedo. Tenía miedo de que tú tampoco cumplieras tus sueños por miedo a no hacer lo correcto o lo que quieren que hagas. Tenía miedo de que tu vida tuviera un propósito que para nada era ser libre y disfrutar, vivir. Simplemente tenía miedo de no verte nunca sonreír, pero lo he hecho, lo he hecho, y es el mejor logro que he conseguido en mi vida. No hacer un hechizo para ayudar a matar demonios, o un hechizo para mantener a alguien a salvo, sino hacerte sonreír. A ti. Siempre a ti.
-Magnus, yo..
-Y si-lo interrumpió el brujo-me alegro de haberlo hecho, de haberlo conseguido. Me alegro de cada uno de los segundos en los que estoy contigo. Porque tú eres bueno. Yo soy mitad demonio, yo soy malo, yo hago cosas malas si me lo piden, solo por dinero. Y tú has conseguido que haga algo bueno, has conseguido que me importe hacer las cosas bien, que me importes. Y, ¿sabes? No me importa estar aquí, en la Sagrada Familia, o en el Coliseo de Roma, o en la torre Eiffel en París, si no estoy contigo. Porque, sinceramente, nunca tendré el suficiente valor de hacer nada en ningún lugar si no hago lo que voy a hacer ahora mismo.
Entonces, Magnus cogió la cara de Alec entre sus manos, y lo acercó a él. Sus labios se rozaron, provocando en ambos un escalofrío. Los brazos de Alec colgaban, incómodos, pero pronto se aferraron a la chaqueta de Magnus y lo acercó más a él. Las manos de Magnus recorrían la espalda del chico de arriba a abajo. El beso se volvió intenso, el sabor de los labios de Magnus era salado y suave, como un día lluvioso de primavera. Cuando se separaron, se quedaron frente con frente, los ojos de Alec sobre los de Magnus. Las manos de éste subieron y se enredaron con el cabello de Alec. Lo atrajo de nuevo hacia él, y se volvieron a fundir en un nuevo beso, esta vez más lento, con más delicadeza. Al separarse, el cabello de Alec se pegaba a su sien, debido al sudor. El corazón le latía fuerte dentro del pecho y sus mejillas estaban sonrosadas, rezó para que Magnus no se diera cuenta. Éste lo miraba, sus ojos de gato brillaban, pero Alec no creyó que fuera por el brillo de las farolas, sino porque estaba feliz. Estaba feliz, y se alegraba de estar ahí con Alec.
Y, para que se iba a engañar, él también se alegraba mucho de estar ahí. Con él. Siempre quería que fuera él el que estuviera. Nadie más. Solo él. Era lo que quería, que fuera él. Nadie más, nunca más.
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Efímero (Fanfic Malec)
Fanfiction-Nuestro amor es efímero y creeme Alec, no hay nada que no lamente más día a día, que imaginarme una vida sin ti. Y no paro de pensar en lo poco que nos queda juntos, y en todo lo que quiero contigo. Porque si tú saltas, yo salto y si tú caes, yo ca...