Vale quiero que quede claro que esto es de mi invención, no tiene lugar en ningún libro de la saga ni sale nada relacionado con ésta, salvo Alec y Magnus, obvio. Sí aparecerán nombrados ciertos lugares como el Instituto, Idris, etc. También algunos objetos como estelas, portales, etc. Pero no va a tener ninguna relación con la saga, ni el lugar donde se conocen, ni nada de nada.
Escribo esta historia porque tanto Alec como Magnus son mis personajes favoritos de esta saga y para mí son irreemplazables. También son mi pareja favorita de todos los libros que he leído porque son adorables.
Gracias
.
.
.
Alec se levantó despeinado y sus ojos estaban pegados a causa del cansancio. El primer pensamiento que se le vino a la mente fue, como siempre, aquel brujo que había conocido hacía unos meses. Recordó el brillo bajo sus párpados por causa de la purpurina, el mismo brillo que también relucía en su cabello. La sombra de ojos negra que hacía que sus ojos de gato destacaran, sus puntas tintadas de azul y la curva del mentón, que le daba a su rostro cierta angulosidad. También recordó sus manos, con dedos largos que podrían haber sido de un pianista, de ellos se desprendían llamas azules, del mismo color del tinte de su melena. Era alto y sus hombros eran anchos, aquel día llevaba vaqueros negros, que se ajustaban a sus piernas, camisa blanca, que solo se podía ver si observabas sus mangas ya que encima de ésta, llevaba una americana con estampado de miles de colores. Una pajarita negra asomaba por el cuello de su camisa.
Alec se había sentido atraído hacia él casi desde ese momento, pero al ver que el brujo ni siquiera había posado la vista en él, no se había molestado en crear ninguna falsa esperanza, aunque no podía negar que si se le presentara la ocasión, le gustaría conocerle, aunque fuera para establecer amistad. Alec no sabía por qué, pero le había llamado mucho la atención aquel subterráneo, del que ni siquiera sabía el nombre.
Se levantó, desorientado, y buscó su ropa, que juraría haber dejado en el respaldo de la silla, por toda la habitación.
-Maldito gato-masculló.-¡Iglesia!-gritó.
Un gato de pelaje gris y ojos grandes entró en la habitación, con un calcetín en la boca, que expulsó junto a una bola de pelo. Se estremeció y asomó la cabeza a través del marco de la puerta. El pasillo permanecía oscuro y la alfombra adornada que cubría el suelo se hallaba tapada por un rastro de ropa arrugada, su ropa. Alec se volvió, ahuyentó a el gato de su habitación, y salió tras él para recoger la ropa, que directamente echó a lavar. Ya en el baño, se lavó la cara antes de secársela con una toalla, negra también. Cuando levantó el rostro, se topó con su reflejo en el espejo. Tenía las mejillas sonrosadas por causa del agua fría, su cabello negro, aún despeinado, le hacía parecer al menos tres años más joven y sus ojos, tan azules como el océano, brillaban con fuerza. Debía de ser por lo bien que había dormido esa noche. Se sentía descansado.
Se colocó su atuendo de cazador de sombras y salió de su dormitorio. La casa en la que habitaba, se encontraba ya a las afueras de Alacante y el vecino más próximo se hallaba a dos kilómetros y medio. Siempre había vivido en el Instituto de Nueva York, con su familia, pero al cumplir los 18, había decidido alejarse y vivir allí y ahora lo único que conservaba de aquel lugar era un retrato de su madre y su hermana, en el que ambas sonreían, y aquel apestoso gato.
La cocina era pequeña y carecía de lo imprescindible. Contaba con un frigorífico, una lavadora y un lavaplatos. Cocinaba en el fuego de la chimenea, así que no necesitaba nada más. La encimera contaba con dos taburetes, en los que en uno se sentaba Alec y el otro siempre permanecía vacío, salvo las veces que su hermana o algún miembro de su familia lo visitaba, que eran muy pocas. Tras desayunar, dos tostadas con mantequilla y un café, Alec salió al exterior, cuchillo en mano.
-¡Uriel!-susurró. El cuchillo Serafín se extendió ante él.
Practicó unos ejercicios de concentración y comenzó a entrenar. Desde pequeño siempre había sentido cómo su sangre se extendía hasta la afilada punta del cuchillo, convirtiéndolo en una parte más de él. Después de efectuar quince series de movimientos distintos, dejó el cuchillo a un lado y se arrodilló. Extendió las rodillas y se apoyó boca abajo con ambas manos, a la altura de los hombros, y comenzó a hacer flexiones, a las que se añadieron también abdominales. El pelo se le pagaba a las sienes por causa del sudor y fue a coger una botella de agua fría al interior de la casa. Iglesia se hallaba encima del sofá y dormía. Alec se preguntó cómo sería ser un gato pero enseguida apartó aquel pensamiento de su cabeza cuando el sonido del timbre de la casa resonó en el salón. Se acercó sigilosamente a la puerta y abrió. En el marco se encontraba él, llevaba un vestuario muy parecido al que le había visto aquel día, salvo que éste tenía aún más colores. Llevaba un glamour en los ojos, por lo cual ya no se le veían de gato, sino verdes.
-¡Hola!-sonrió-Soy Magnus Bane.-Magnus le extendió una mano a Alec a modo de saludo, que él rechazó ya que se había quedado boquiabierto por la sorpresa.
-Ho...hola-tartamudeó cuando se dio cuenta de que parecería un idiota.-Alec.
-Te conozco-prosiguió el brujo.-Eres el hermano de Isabelle Lightwood.¿Me equivoco?-un destello cruzó el rostro de Magnus, seguramente purpurina.
-¿Conoces a Izzy?-Aquello sorprendió a Alec.
-Oh, claro. Una chica muy guapa, aunque claro, los Lightwood sois así. Aún recuerdo a ese chico, si, Gabriel Lightwood. Un poco cabezota, pero muy guapo, no hay más que ver que te pareces mucho a él.
Alec se quedó sin palabras, no estaba acostumbrado a entablar conversación con desconocidos, y al pasar tanto tiempo viviendo solo, aún menos.
-Y bueno, Alexander Lightwood, buscaba algún sitio donde pasar la noche, emigro a Alacante para una reunión del Consejo y, ya sabes, me preguntaba si podría hacerte compañía.-Magnus entornó los ojos, en una expresión que a Alec le habría resultado cómica de no haber sido de la incomodidad de la situación.
-¿Por qué no usas un Portal?
-Oh, me agota crear un portal.
-Bueno...está bien.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Magnus. A Alec le había parecido muy alto la primera vez que lo había visto pero se dio cuenta de que él era, al menos, un palmo más alto que él. Alec se apartó de la puerta y dio paso a Magnus. Éste entró y paseó la mirada por todo el salón, Alec le imitó, intentando averiguar la impresión que estaba teniendo del lugar.
-Es muy bonita-dijo Magnus de repente-la casa digo.
-Tampoco es para tanto-Alec se encogió de hombros.
Magnus rió.
-Te infravaloras, ojiazul.
-Ya veo, tomas demasiado rápido la confianza ,¿no?
-Es lo que tiene llevar siglos vivo.
-Interesante.
Magnus sonrió y Alec le imitó, no supo muy bien por qué, sólo que aquella sonrisa había desbloqueado algo en él, como un muro derrumbándose. Volvió a sonreír para sí.
ESTÁS LEYENDO
Efímero (Fanfic Malec)
Fanfic-Nuestro amor es efímero y creeme Alec, no hay nada que no lamente más día a día, que imaginarme una vida sin ti. Y no paro de pensar en lo poco que nos queda juntos, y en todo lo que quiero contigo. Porque si tú saltas, yo salto y si tú caes, yo ca...