Eran las tres y cuarenta y cinco de la mañana, casi las cuatro menos cuarto de la noche, El silencio total que habitaba, en aquella sala de la residencia, parecía ser un silencio sepulcral y a su vez, un silencio un poco incómodo.
— ¡¡¡¡Ay!!!! ¡¡¡¡Ay Díos Mío!!!, R.......... R........ R......... Rodrigo, t...... t....... t........ te toca a vos, cambiar los pañales a Benicio, yo, ya le cambie los pañales, la semana pasada, así que, durante toda esta semana, te toca a vos, cambiarlo, bañarlo, hacerle la comida, cantándole con un tono de voz de dulce que vos tenés, una canción de cuna y después, cerca de las dos y media de la tarde, lo ponés a Benicio, en su cuna, mientras que yo, voy a trabajar a los distintos colegios de religión—
— ¡¡Ah!!!, me olvidaba Rodrigo, de decirte un último detallecito, cuando Benicio, termine de adormecer su siesta, Vos, después, llamá a sus amiguitos del jardín de infantes, para que vEllos, vegan a jugar y a divertirse con Él, porque sino, Benicio, comienza a tirar todo sus juguetes, a rayar todas las mesas, sillas y almohadones de nuestro living—