― Un Alejo sonriéndome, dos Alejos sonriéndome, tres Alejos sonriéndome con sus sonrisas blanqueadoras, cuatro Alejos sonriéndome sin parar, cinco…
― ¡Basta, Orlidea!, ¡Basta!―
No Obstante, dentro del despacho del señor Grozoy.
― S................, s.................., s..............., señor, hay una nueva señorita, una nueva dama quien viene a buscar trabajo―
― Erika Bartiochio, mucho gusto en conocerlo señor― Dijo estrechándole su mano derecha, la jóven señorita vestida con un blazer rojizo fuerte, seguidamente acompañada con un pantalón formal negro de su profesión y con la plataforma de sus zapatos negros que no eran muy altos.
― El gusto es mío, señorita Bartiochio, ¡Uy, discúlpeme!, me olvidé de que tengo que buscar una carpeta, en la cual usted tiene que firmar todas las pautas de trabajo, enseguida regreso señorita ¿sí?―
― Jefe, muy bien, ya el tonto del dueño de ésta compañía ya me aceptó dentro de su empresa, como de su grupo. ¿Ahora qué hago?―
― Jajajajajajaja, muy bien, ahora quiero que vos, de a poco vayas presentándote tanto hacia él como al resto de tus nuevos compañeros de trabajo, para que después, cuando llegue ese momento tan deseado por todos, en donde su corazón, alma y mente, se aceleren cada vez más, hasta dejarlo a Él, sin vida y sin pulsaciones, entonces será ahí cuando nosotros empecemos a atacar a su compañía―
Mientras tanto en el mundo de los últimos huesos.
― ¡Erbia!, ¡Erbia vení!― Pidió volteando su rostro lentamente y a su vez haciéndole una seña con la palma de su mano derecha, que se aproximara. Allí. Hacia el espejo dorado. a una señora de estatura media, de cabellos desprolijo y canoso, que le llegaban hacia en su cintura. de ojos negros como la noche. de tez muy blanca que parecía ser una hoja de papel y por último, la dama mayor llevaba puesto una túnica bordo agujereada y con varias partes de su vestido manchado con unas gotas de una inusitada sustancia.
― ¡Aquí, estoy!, a vuestras ordenes―