Dos

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Lo único que podía escuchar era el sonido de mi ropa caer el suelo, la única luz que tenía era la que se filtraba por la ventana. El azulejo estaba helado y mi cuerpo seguía demasiado caliente; me preocupaba que Luke entrara en cualquier momento, había prometido quedarse a cuidar la entrada pero después de ver lo que había pasado esa tarde no tenía confianza en él, de hecho, nunca la había tenido.

Las duchas de los chicos eran casi idénticas a las de nosotras, salvo que estaban algo descuidadas. Temía que en cuanto el agua comenzara a caer alguien se percatara pero decidía que entre más rápido me duchara más pronto llegaría a mi habitación.
El agua templada caía por mi rostro y cuerpo, sentía como poco a poco mis músculos se iban relajando. Miré directo a la ventana, la vista que tenían las duchas de hombre era mucho más bella, nosotras sólo veíamos un viejo edificio mientras que ellos tenían al cielo nocturno para hacerles compañía.

—¿Terminaste? —La voz de Luke indicaba que seguía esperando en la entrada. No había nada que temer.

—Ya casi...

—Por Dios, Amanda. ¿Quieres que te descubran aquí? Tienes que apresurarte.

Ignoré su advertencia, me tomaría mi tiempo, quería estar completamente limpia antes de volver al dormitorio. Además, estaba disfrutando de las estrellas.

—¿Hace cuánto practicas? —lo escuché preguntar.

—Desde los once.

—Yo lo hago desde los ocho, eso explica porque soy mejor que tú. Empezaste muy vieja.

—No eres mejor que yo...

—Claro que lo soy, el primer día del entrenamiento lo comprobamos ¿lo olvidas?

Ese día el equipo representativo se reuniría pro primera vez, tanto la rama femenil como la masculina. Ya me había destacado entre mis compañeras y todas ellas opinaban que podría fácilmente ganarle a cualquiera, incluso a los chicos. Estaban alardeando sobre mí cuando una de ellas se quedó estática, casi como si hubiera visto a un monstruo «para mí gusto de hecho lo había visto»; señaló a la banca del equipo masculino, Luke estaba sentado totalmente solo, alguno que otro chico trataba de hacer plática con él pero parecía no tener intenciones de hacer amigos. Está de más decir que mis compañeras se enamoraron de él, en ese entonces no tenía barba y si piel no era tan perfecta como lo es actualmente, para mí no era más que un chico normal.

Los entrenadores nos pidieron una demostración ya que abrirían parejas mixtas para una de las competencias, había logrado ganarle a todos los hombres que jugaban contra mí, estuve invicta hasta que fue su turno, hasta que el idiota de ojos azules se puso de pie. Cuando lo vi parado al otro lado de la red me sentí confiada, no tenía expresión en su rostros y no parecía saber jugar muy bien; en cambio, los demás chicos tenían una sonrisa de suficiencia y parecían conocer el resultado aunque el partido no había comenzado aún.
Su primer saque me tomó desprevenida, creí que podía leer cada uno de los movimientos de mis oponentes pero el golpe de Luke no me decía nada, recuerdo que cuando menos me di cuenta la pelota había pasado a un lado mío luego de golpear la cancha, había anotado un punto. Y así fue, comenzamos a jugar y por un segundo logré darle pelea pero finalmente ganó. Me sentí como una idiota, me había confiado y me dieron una paliza.
Los entrenadores nos querían en pareja, creían que seríamos invencibles pero cuando tratamos de jugar juntos todo se arruinó, nuestros movimientos no estaban coordinados y cuando intentábamos pegarle a la bola chocábamos. Éramos el peor equipo mixto.

Luego de ese día él se acercó, me miró y simplemente dijo: No sabes jugar.
Se alejó luego de eso, a partir de ese día siempre que me veía jugar me criticaba y comencé a hacer lo mismo y, pese a nuestras constantes críticas, nunca llegamos a enfrentarnos.

Tenis... ¿jugamos? » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora