Tres

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—Vamos Darlyn, usa tu brazo. —gritaba el entrenador.

No había personas en las canchas, era algo temprano para que los estudiantes quisieran pasar el rato fuera viéndonos jugar.
No tenía intención de dar todo aquella mañana, sólo era un ligero entrenamiento antes de que comenzara el torneo estatal.

—Muy bien, terminamos. Charly, ganaste.

—Buen juego.

Entonces lo vi, la única persona lo suficientemente estúpida para estar a las 7:30 am fuera un sábado. Traía una chaqueta negra y trataba de calentar sus manos, su cabello estaba totalmente despeinado y sus ojeras era evidentes. En cuanto se percató de que me iba corrió hasta mí.

—Hola, Amanda.

—¿Qué quieres Luke?

—Que genio, no deberías tratar así a la única persona que vino a verte.

Mientras guardaba mi equipo pude notar las miradas y sonrisas que Luke les mandaba a las chicas del equipo. Él era bien conocido por ser coqueto, nunca perdía la oportunidad para hacer que una chica linda se sonrojara por él y mucho menos para meterle mano a más de una, sin embargo ninguna de ellas presumía que Luke las había hecho sentir como todo una mujer ni nada por el estilo. Seguramente había algo que hacía lo cual las obligaba a no decir nada, quizá solo eran ellas creyendo que eran especiales y que por eso no podían decir nada, sea cómo fuere no era mi asunto y no tenía intenciones de volverlo así.

—¿Vas a desayunar? —dijo al mismo tiempo que me seguía.

—Sip, ¿algún problema?

—Para nada, muero de hambre.

Lo ignoré el resto del camino, me dediqué a pensar en la competencia y en todo lo que debía hacer. El año pasado habían sido juegos que parecían más que nada de principiantes, moría de ganas de jugar contra los varones pero algo tan sexista como una competencia atlética me lo tenía completamente prohibido. Sabía que si jugaba contra ellos no podría perder pero me darían más competencia que las chicas.

Luke jugaba con el popote de su malteada y luego le daba una mordida a su sándwich. Su mirada estaba clavada en el televisor y movía su pierna ansiosamente. Comenzaba a irritarme.

—¿Qué haces aquí? —dije observándolo con el ceño fruncido.

—Lo mismo que todos, comiendo.

—No, me refiero aquí, en esta mesa, conmigo.

No respondió, se limitó a tomar un trago enorme de su vida y después toser gracias a su estupidez. Luke y yo nunca habíamos mantenido una conversación de más de cinco minutos, y cuando lo hacíamos sólo eran insultos u observaciones a cerca de nuestro juego.
Algunas de nuestras compañeras pasaban por un lado y no podían evitar mirarlo, algunas de ellas lo disimulaban mientras que otras parecían querer llamar su atención, desde las chicas populares hasta las más geeks se interesaban en él, y si algo tenían en común esas chicas era la mirada de odio con la que me veían.

—Hola, Luke.

Sarah había saludado a Luke, no sin antes haberme examinado de pies a cabeza. Ella era una chica alta, pelirroja y de ojos cafés cuyo cuerpo parecía un insulto para todas aquellas chicas que se mataban haciendo dietas y ejercicio, ella en su vida había pisado un gimnasio y mucho menos se había matado de hambre intentando reducir algunas tallas, y pese a ello su cuerpo seguía siendo perfecto y envidiable. Incluso por mí.

—Ah, hola Sarah... —Luke apenas y apartó la vista del televisor para responderle.

La chica me miró casualmente y un poco avergonzada, no estaría dispuesta a que alguien la rechazara frente a una don nadie como yo.  Apretó los brazos haciendo que su busto se viera más prominente, tuve que mirar hacia otro lado, era inevitable no verlas.

—¿Te gustaría sentarte conmigo? —sonrió inocente.

No me importaba si Hemmings se iba, estaba acostumbrada a comer sola durante esas horas en sábado, ninguno de mis amigos —por más que me quisieran— se levantaría para verme jugar y sentir el frío de la mañana. Los entendía.
Luke volteó a verla y le dedicó una cálida sonrisa que ella devolvió coquetamente, me comencé a sentir incómoda, quería que ambos se fueran y me dejaran terminar mi ensalada de frutas tranquila.

—Gracias —dijo Luke—, pero ya estoy con Amanda.

Nos sonrió a ambas, Sarah ni siquiera me volteó a ver, susurró un "como sea" y se marchó; seguramente algún otro chico querría acompañarla.

—No tienes que quedarte conmigo... —dije.

—Prefiero comer contigo que con otra persona... Tú no hablas mucho y no me fastidias con preguntas tontas. Eres mejor compañía que cualquier otra chica.

—... Como sea, tengo que irme.

—¿Tienes práctica? ¿Tarea?

—No te incumbe. Adiós.

—Deja de estar a la defensiva, Amanda.

Me levanté sin mirar atrás, Luke no me siguió, continuó su comida sin ningún problema.
Realmente no tenía nada qué hacer, estar con él no era de mi agrado y mucho menos cuando tenía a un montón de chicas merodeando por ahí, seguramente —y ahora que me había ido— no le faltaría la compañía.

—Disculpa...

Un chico alto de ojos miel, piel bronceada y cabello castaño tocó mi hombro. Parecía desorientado y tenía un papel en la mano, su aspecto era como el de un chico de la calle, totalmente desaliñado. Me tardé un poco en percatarme que de hecho era atractivo, muy a su manera, y que su cara de confusión me divertía.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunté mientras intentaba ver qué decía la hoja que traía entre las manos.

—Si, perdón. Verás, me perdí y estaba buscando el edificio central, tengo que hablar con el director.

—Si quieres te llevo.

—No podría pedirte algo así, es sábado y seguramente tienes tus planes.

—No te preocupes, es demasiado temprano como para tener algún plan divertido. Sígueme.

—Gracias... Por cierto, soy Ashton.

—Soy Charlotte, dime Charly.

Tenis... ¿jugamos? » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora