31 de Mayo de 2012

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"Querido Luca

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"Querido Luca.

¿Recuerdas esos primeros días de Abril cuando me sorprendiste regalándome una bella flor?

Estuve todo el día en mi trabajo, intentando no perder la calma a causa de los interminables gritos de la gerente del local.

"¡No es posible que la mayoría de ustedes no pueda hacer un trabajo tan sencillo como preparar batidos decentes!" Gritaba moviendo las manos, notablemente estresada.

Mis compañeras estaban muy molestas por la forma en la que ella les hablaba.

Yo por otra parte, intentaba no perder la paciencia y enojarme así que decidí encender la música, me coloqué los audífonos y trabajé lo más rápido posible.

Al cabo de las cuatro de la tarde, mi turno ya había acabado.

Me despedí de todo el personal con una sonrisa y salí del local ansiosa de sentir cualquier otro ambiente que no fuese ese incómodo del pequeño lugar al que tenía que ir a trabajar todos los días.

Caminé rápidamente por la ciudad, pasando por el parque y llegando al edificio donde vivía cuando me di cuenta de un chico de estatura promedio parado al frente de la puerta de mi departamento.

Tus ojos me vieron justo al momento en el que terminaba de subir el último escalón.

Tu cuerpo se tensó y yo sólo pude sonreír ante aquella acción.

Tenías una mano escondida detrás de ti y otra en el bolsillo, en un estilo muy casual.

Me acerqué lentamente hacia ti y cuando ya estaba lo bastante cerca extendiste hacia mí una flor blanca tan linda que me pareció una pena que hubiese sido arrancada de algún jardín.

Tus mejillas se tornaron rojas y temí que las mías hicieran exactamente lo mismo.

"La vi y pensé en ti" Me dijiste al momento en el que tomé la flor de tu mano.

Sonreí nerviosa ante aquello que acababa de escuchar.

"Gracias, es muy hermosa" Te respondí con algo de pena en mi voz.

Mis ojos se posaron en esa preciosa flor blanca de pétalos frágiles que sostenían mis manos tímidas.

"Ahora ya entiendes por qué la tomé para ti." Dijiste con ojos intensos que exigían encontrarse con los míos.

Mis mejillas lentamente se ruborizaron ante tus palabras.

Alcé la mirada y tus ojos envolvieron los míos con timidez pero a su vez tan seguros de no querer ver otros ojos más que los que tenías al frente.

Tomaste mi mano y yo volví a sonreír.

"-¿Quieres entrar?" Te pregunté y tu asentiste sin apartar tu mirada.

Saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta despacio, sin saber que no sólo abría esa puerta.

Te estaba abriendo la puerta de mi corazón.

Eras bienvenido a entrar."

Gianna.

Memorias de una chica enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora