Always Yours (2)

Capítulo 38

Flashback
9 de Noviembre de 1798

- Daniel, necesito que saques el total de esto. - Le pasó unos papeles.
- ¿Incluyo los viajes?
- No, eso hazlo por separado.
- Está bien.

Ambos hombres siguieron trabajando en el estudio de los Rumsfeld hasta altas horas de la noche.

- Bueno Christopher, mañana nos vemos para continuar.
- Vete con cuidado McLoughlin, los caminos están en mal estado.
- No te preocupes, nos vemos.

El hombre salió del estudio para dirigirse a su carruaje que lo esperaba fuera para dirigirse a su propiedad.

- Buenas noches Sr. McLoughlin.
- Buenas noches Sr. Aldrich, ¿cómo está su esposa? - Preguntó con amabilidad.
- Muy bien, ya ha tenido a nuestra pequeña Georgiana.
- ¡Que alegría me da escucharlo! Espero algún día lleve a su pequeña para que mi Angwyn y Clarissa la conozcan.
- Por supuesto, usted ponga el día.
- Yo se lo haré llegar, con permiso.

Se despidió de uno de los trabajadores de confianza del Sr. Rumsfeld.

Caminó por uno de los jardines, no quería irse aún, aparte de que a Christopher no le importaba.

Cuando ya iba a regresar, voltea hacia arriba para ver a la mujer de su jefe en una bata transparente, con su cabello rubio suelto. Estaba en su balcón sentada, él se volteó pero no fue tan fuerte y volvió a mirar hacia arriba, justo en el momento que una fuerte ráfaga de viento levantó la delgada tela de aquella dama dejando ver si cuerpo.

En ese momento escuchó como el hijo de ellos salía de su casa hacia uno de los establos de la mano de una joven, él la conocía, era la hija de los Edwards, ambos aún eran muy pequeños, siempre salían sin que sus padres supieran para poder alimentar ellos a los caballos. Al ver que se acercaban más, corrió en dirección a su carruaje para irse, pero desde ese día, ya no podía sacarse de la cabeza a Mary Rumsfeld.

10 de Noviembre de 1798

- Buenos días. - Entró la señora Rumsfeld con una bandeja en sus manos. - Pensé que después de trabajar tanto, tendrían hambre.
- Mi mujer, siempre tan considerada. - Besó la mano de su esposa.

Daniel no podía apartar la vista de ella, desde el día de ayer sólo pensaba en ella y en su cuerpo, ya no la podía mirar como la esposa de su jefe.

- ¿Daniel? - Escuchó la voz de Christopher.
- Oh si, muchas gracias Sra. Rumsfeld, moría de hambre.
- Eso es todo, con permiso. - Salió de allí, y él sólo la pudo ver discretamente para volver a mirar aquellas cartas que tenía en manos.

Después de unas horas, salió del estudio y subió las escaleras, donde escuchó que las doncellas de Mary la ayudaban a bañarse.

Escuchó que alguien subía, era William.

- Sr. McLoughlin, ¿qué hace aquí?
- Oh Will, nada, ¿tú qué haces aquí?
- Mi trabajo, vengo por la joya.
- Oh bueno, Christopher me mandó a buscar unos papeles, pero ya me iba, no lo encontré.
- Está bien, vete con cuidado
- Así es. - Dijo dándose la vuelta y saliendo de aquella casa.

Si quería acercarse a Mary, debía de hacer que William estuviese fuera de la casa, pues él también era encargado de supervisar la seguridad, en lo que era muy bueno.

- Piensa Daniel, piensa. - Se decía a sí mismo mientras caminaba a su carruaje.

Cuando entró en este, se le ocurrió una magnífica idea. Recordó cuando William le había dicho que tenía algunos problemas de salud, que relacionaba su temperamento.

- ¡Jonh! ¡vamos a cambiar de dirección! - Le anunció a su cochero, quien sabía que cuando decía eso era que debían de ir con sus socios.

Sonrió maliciosamente pensando en su plan.

13 de Noviembre de 1798

Era la hora perfecta, Aldrich ya salía de aquella tienda con la joya más preciada de los Rumsfeld, era el plan perfecto.

Él se dedicaba a ver desde un lugar como William salía de la tienda con la joya dentro de su caja en manos, volteaba a todos lados y cuando estuvo seguro que no había peligro, subió al carruaje, pero no contaba con que alguien le arrebatara aquella joya de sus manos.

- ¡NO! ¡DETENGANSE! - Gritaba desesperado tratando de ir detrás de ellos. - ¡AYUDA!

Corría a toda velocidad, pero ellos se subieron en caballos y se fueron de su vista.

- Adiós William. - Sonrió y se fue a su hogar a esperar.

........

Habían pasado días, y lo único que veía en los periódicos era como William asaltaba a las personas de Londres, como apostaba y perdía.

Luego de unos días más, vio en el periódico la muerte de Christopher Rumsfeld, lo cual no sabía si le había alegrado o entristecido, pues él era su gran amigo.

- Will, Will... Will... Lo hiciste mejor de lo que pensé.

Se levantó de su asiento y se vistió de negro junto a su familia para asistir al funeral del Duque.

- Mi plan comienza ahora.

Debía de ser cuidadoso, pues después de lo ocurrido con los Aldrich, todos cuidaban a la familia Rumsfeld, por lo que debía de tener cuidado.

3 de septiembre de 1807

Hoy era el día que Daniel McLoughlin tanto había esperado. La seguridad de Norfolk ya se había ido, todo era perfecto, el hijo de ellos aún estaba en Eton estudiando, ya casi salía, por lo que debía de apresurarse.

Salió en su caballo negro, ya era de noche, sabía que a esas horas la duquesa siempre salía a su balcón, por lo que entraría por allí.

Cuando llegó a Norfolk, pudo ver que todo estaba apagado, a excepción de una habitación, la de la duquesa.

- Perfecto.

El sabía que la cocina siempre estaba abierta, por lo que entró por allí. Subió las escaleras y por la puerta de la habitación de su esposo, entró, vio que estaba abierto las puertas que comunicaban ambas habitaciones, así que entró, cerró y caminó en silencio hasta la duquesa que estaba en vaya en su balcón.

- Buenas noches amor mío. - Dijo y la duquesa se dio la vuelta asustada, pero de la impresión no un sólo grito salió de su garganta.

Se acercó a ella y le tapó la boca mientras agarraba con fuerza su cabello.

3 de Noviembre de 1807

- Así que está embarazada, perfecto. - Decía mientras leía la carta que le había llegado para asistir a un duelo. - Clarisse, vuelvo dentro de poco.

Avisó y salió, pero él nunca pensó que esa sería su última vez con vida.