Capitulo VI

66 3 0
                                    

Cuando terminan las clases, llegan las vacaciones. Es lógico, en cualquier ámbito laboral o estudiantil siempre es necesario descansar un tiempo, aliviar el cerebro, liberar estrés y traer buenas vibras a tu vida. Y, que mejor forma de vacacional tenía él. Un muchacho muy dichoso por estar con la niña de sus ojos.

Un día viernes, él se armo de valor, habían pasado exactamente 15 días de haber salido de clases. Y sin pensarlo consultó con ella si podría ir a su casa. Ella consulto con su mamá, y ella accedió. Él, contento se puso su mejor ropa para impresionar a sus padres, y conseguir una aprobación. Cosa que no fue sencilla al transcurso de la relación, él no podía ser el señor perfecto toda la relación por un pulgar arriba, más, hacia lo posible.

Al llegar ahí, a eso de las 3 de la tarde. Ella estaba esperándolo en la entrada de la residencia, él, contento la abrazo y caminaron tomados de la mano hacia la puerta de su casa. Al llegar, ella le dijo:
-Mi mamá solo sabe que tu eres mi amigo, por favor, actúa como tal-
A lo que el respondió con una sonrisa confiada, y dijo:
-¿Crees que no lo sé?, Hermosa, haré lo que sea con tal pueda seguir viéndote-
Ella sonrió, lo miro a los ojos y se dieron un corto beso, seguidamente abrió la puerta y el vió su casa por primera vez.

Recuerdo un espejo con una mesa en la esquina, tras la puerta, sobre un escalón. Unos pequeños muebles en la entrada. Seguido de un adoquín, donde se encontraba un comedor. Al lado derecho, las escaleras, y a su derecha una pequeña biblioteca con un reloj de pared. Adelante, había un mueble verde, nunca lo olvidaré. La cocina, una pequeña mesa y más allá, el patio con dos perros.

Al entrar, caminó hacia el mueble con ella, allí ella tenía su tablet, al lado de unos libros, su teléfono, y su perrita, era color café, y su nombre pertenecía a un mes del calendario. Era raza Pinscher, y era muy juguetona, tanto así, que jugó con el chico.

Ellos estaban en el mueble, ella recogió sus cosas y ambos se sentaron a charlar ahí.

Las luces estaban apagadas, el preguntó:
-Amor, ¿dónde está tu mamá?
A lo que ella replicó:
-Ella está arriba, durmiendo
Él movió las cosas que estaban ahí, y las colocó en la mesa de la computadora que quedaba a la izquierda del mueble. Y seguidamente, la besó.

Ambos estaban solos, basta leer la situación para saber lo que pasó esa tarde en ese mueble verde oliva. Pero a los 10 minutos de haberse quitado todas esas ganas de tenerse, bajó su mamá. Ninguno estaba sorprendido porque ya habían acabado, más, él se rió de una manera tan tierna cuando vió bajar a su suegra.

La señora baja las escaleras estrujándose el ojo izquierdo y réplica:
-Ay hija, me quede dormida-
Y al ver al muchacho sentado en el mueble, le dice a su hija:
-Conchale, yo pensaba que él vendría un poquito más tarde.
¿Cómo estas hijo? -Le dice-
A lo que él responde:
-Yo estoy bien, ¿como está usted mi señora? Durmió bien por lo que veo -Seguido de una risa-
Ella responde sonriendo:
-Lo que pasa es que andaba haciendo unas deligencias y llegue hace poquito, yo bajo más tarde para hacerles comida, los amo- Seguidamente, ella fué a dormir otra vez.
Ambos rieron al unísono, y contestaron:
Y nosotros a usted!-

La tarde iba cayendo poco a poco, el sol se iba al este y en el oeste se aproximaba la luna. Pasaron toda la tarde besándose, contándose todo lo que habían hecho las semanas que no se habían visto, revisado sus redes sociales y cosas como esas.

Ya había llegado la hora de irse. El muchacho estaba contento de haber podido visitar la casa de su princesa, se despidió de su mamá, de su papá que recién llegaba del trabajo, y ella lo acompañó hasta la entrada de la residencia.

Él nunca fue bueno para las despedidas. Y, en el camino a la entrada ella le comentó sobre las estrellas, hizo un comentario sobre las constelaciones. Y, él no supo que contestarle porque, para ser sinceros, el nunca se había fijado en ellas.
Ella señaló al cielo y le dijo:
-Aquella, se llama Osa Menor; esa seré yo
Él, seguidamente señaló a un puñado de estrellas y le preguntó:
-¿Y aquella?-
Ella lo besó y le dijo:
-Esa se llama Osa Mayor; y esa serás tú mi amor-

Esa noche, ambos prometieron que cuando miraran al cielo, buscarían su constelación faltante para sentirse completos nuevamente. Había llegado la mamá del muchacho, y, ya debía irse. Abrazo muy fuerte a su princesa y se fué

"Todos tenemos a alguien por quien intentamos todo"

Cierra la puerta al salirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora