Capítulo 17

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Cogí los prismáticos de dentro del camión y me subí a este, protegida por un pequeño hueco que tenía en el techo. Miré a mi alrededor, al norte, este y oeste. Por el oeste veía un grupo de movimiento:

-3 – avisé -.Tenéis 6 soldados a pocos metros de vosotros, en unas casetas verdes. No vayáis de frente, ir por los arcos y apuntad justo a la bola blanca encima de la caseta. Los dos a la vez tenéis que disparar ahí y después salir lo más rápido posible de allí.

-Entendido –contestó lo que parecía ser la voz de Jonathan -.

Apagué el aparato, pero enseguida recibí otra llamada:

-¿Y si esos seis soldados son nuestros soldados? - era la voz de Kevin -.

-¿Nuestros soldados son asiáticos? - contesté -. Deben ser los aliados asiáticos de Krisfoll.

No obtuve respuesta, pero sabía que lo había escuchado y que, seguramente, también había sonreído engreidamente por ello.

Vi a un hombre en solitario a unos 20 metros de mi posición, apuntando con un rifle que temblaba hacia mi camioneta. Al principio no pude distinguir quien era, pero después vi su manera de caminar y su pelo negro. Williams.

Iba a gritar su nombre, pero ninguno de ellos llevaba en ese momento su placa de identificación.

Yo tenía su placa, la placa de Williams:

-Quiero darte esto –me dijo Willy abriendo su puño y dejando caer el collar que llevaba su placa -. Quiero que me lo guardes tú.

Sonreí al cogerlo.

-Gracias – le contesté -, por confiar en mí.

El chico me sonrió de vuelta. Y, cuando menos me lo esperaba, me agarró la cara y llevó sus labios a mi frente, dejando un dulce y mojado beso. Williams tenía demasiada ternura para ser soldado.

-Debo irme –anunció antes de salir por la puerta de la habitación -.

Mi corazón latía a mil por hora. Pero no me podía gustar tan pronto Williams...Hacía a penas poco más de un día que lo conocía.

Williams me había confiado algo muy preciado y, a la vez, muy secreto para un soldado. Y yo lo llevaba puesto en aquel momento colgado en el cuello. ¡Mierda! Si moría, todos sabrían que era el equipo Ross el causante de todo.

Escuché una explosión y miré al oeste. La caseta había volado en mil pedazos:

-3 – dije -, ¿estáis todos bien?

-Perfectamente –contestaron desde la otra línea. Esta vez parecía ser Abraham -.

Miré de nuevo hacia Williams, él estaba demasiado cerca y estaba dispuesto a disparar a las ruedas.

No tuve más remedio que bajar y correr hacia él. Al principio estuvo a punto de apretar al gatillo, así que paré y abrí muchos los ojos. Pero al reconocerme, corrió hacia mí y me abrazó con todas sus fuerzas.

-¿Qué haces aquí?- parecía que estaba apunto de llorar -.

-Hemos venido a rescataros – contesté acariciando su espalda como lo solía hacer mi madre -, y a terminar la misión. Sube al camión, yo tengo que continuar.

Me separé de Willy y volví a subir al hueco del techo del vehículo. Y, justo en ese momento, el sonido de una bala cruzó por mis oídos. Miré hacia atrás, pero después de eso...todo se volvió oscuro.

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