Capítulo 12

6 1 0
                                    

El transcurso del día me lo pasé en la pequeña librería que tenía Johanna en su cuarto, hacía por lo menos un año que no leía ni un solo libro porque, entre la depresión y la venida a Krisfoll, no tuve nada de tiempo de leer. Ni libros.

Lo único malo de todo aquello era que se escuchaban disparos cada dos por tres, pero era algo a lo que ya me había acostumbrado. En el pueblo donde vivía con mi hermana y mi madre, los soldados pasaban muy a menudo a llevarse a gente usando los disparos para asustarlos.

Durante todo el tiempo que estuve en ese pueblo, vivía con el miedo de que se llevaran a mi madre o a mi hermana. Por suerte, nunca ocurrió. Aunque el destino de ellas hubieran tenido habría sido el mismo del que tuvieron.

* * *

A la mañana siguiente, me desperté bastante temprano porque había un constante sonido que no me dejaba volver a pegar ojo. Era como un pequeño zumbido lejano. Harta y sin querer despertar a nadie, me levanté y salí al pasillo. Todas las luces de fuera estaban encendidas, pero todo estaba desierto. Daba sensación de que estaba dentro de una película de terror y, ahora que lo pensaba, también llevaba demasiado tiempo sin ver una.

Comenzaba a escuchar unos pasos cerca de mí contra más avanzaba. Fuera lo que fuera, me lo encontraría de cara.

Lo que no pensaba es que me chocaría con él de plenas al doblar la esquina:

-Perdón – dije mientras me levantaba del suelo -, no era mi intención darte.

Cuando levanté la cabeza, me encontré con unos ojos azules mirándome fríamente. Connor.

-¿Qué haces levantada? - su voz salió más grave de lo habitual. Había leído en un libro que eso significaba algo, pero no me acordaba en aquel maldito instante. Y de las cosas que más odiaba era saber que sabía algo, pero no acordarme de ello -. Estamos preparando cosas que gente de fuera no debe ver.

-Pensé que confiabais en mí.

-La capitana confía en ti – me soltó bruscamente -. Williams confía en ti. ¡Incluso Kevin confía en ti, demonios! Pero yo no. - ese no hizo eco dentro de mi cabeza durante un largo rato -. No confío en ti.

Miró hacia mi cuerpo, pero rápidamente volvió a subir su vista a mis ojos. Camiseta blanca. Ropa interior fluorescente. Eso solo significa una cosa...Mierda.

-Pues me iré a la habitación.

Di media vuelta sobre mis talones y salí corriendo de allí. Pero, para mi desgracia, justo cuando estaba en medio del pasillo hacia la puerta de entrada a la habitación, esta se abre. Los chicos comenzaron a salir, pero no tuvieron más remedio que quedarse parados cuando vieron que les estorbaba el paso.

Dios. Todos me miraban. Todos estaban mirando mi maldito cuerpo. Joder.

Corrí lo más rápido que pude entre ellos y cerré la puerta detrás de mí, con la mano en mi pecho para poder relajar mi pulso.

-¿Qué pasa?

Me asusté al escuchar la voz tan cerca. Al mirar hacia el lugar de donde provenía el sonido, vi que era Williams. Bueno, él se veía diferente a los demás.

Willy se veía un chico lindo. No era muy alto, delgado y poco musculoso, con los ojos y los cabellos negros. Su piel era pálida y delicada. Parecía un bebé. No podía creerme el hecho de que él fuera un soldado.

-¿No sales?

Me miró directo a los ojos y noté tras ellos el miedo.

-Es una misión secreta – me dijo, aun que ya lo sabía -. Todas las misiones en las que he trabajado han sido sirviendo a algún país. Ahora...si morimos...no tenemos ningún derecho en ningún lugar, ni si quiera podemos llevar nuestras placas de identificación. Si muero, solo seré un cuerpo sin vida y sin nombre. 

Me acerqué a él y acaricié sus hombros. Parecía que iba a ponerse a llorar en cualquier momento. No lo conocía de hacia mucho, pero me había transmitido confianza y me parecía majo.

-Si mueres, no vas a morir en vano – le hablé lo más suave posible, para no asustarlo más -. Un soldado nunca muere en vano. Si mueres tienes que tener presente que lo hiciste defendiendo los derechos de todos nosotros, de todos los demás.

-Morir es fallar la misión.

-Fallar la misión es volver a casa sin haber hecho nada, sin haber defendido algún derecho, sin haber salvado la vida de alguien. Eso es fallar la misión.

Al principio dudé un poco en abrazar a Williams o no, pero él parecía bastante decidido a hacerlo. Me agarró del brazo y me estrechó bastante fuerte, aun que tampoco es que tuviera él mucha fuerza.

-Y ahora – le dije separándome -, debes salir ahí a triunfar en la misión.


 Y sonrió. Me sentí realmente feliz y orgullosa de haber hecho a alguien sonreír como lo hice. Una sonrisa que le llegó a los ojos. Es increíble como una persona puede cambiar de un momento para otro los sentimientos de los demás. Como puede hacerlos reír o llorar en cuestión de segundos. Con solo decir una mísera palabra puedes triunfar o hundirte en la miseria.

RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora