▬ 1 Asustado ▬

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Siempre supo que algo extraño le perseguía, y el momento en el que el fuego se acercó deliberadamente hacia él, le dejó los pies en tierra sobre el asunto, zanjando suposiciones sobre presencias paranormales, voces que susurraban en su oído cuando estaba a apunto de quedarse dormido, reflejos a penas captados por el borde de sus rasgados y amielados ojos... Todas esas cosas tenían un plan para él, o como su abuela solía decirle, una maldición.

Antes de fallecer, cuatro años atrás, la anciana le dijo con demasiada seriedad para tratarse de una mujer adulta con principio de Alzheimer, pensó el pelinaranja, demasiado obstinación, demasiado énfasis en su advertencia... Demasiado miedo en su voz.

Sabía que algo tenía que recordar sobre su niñez, o eso le dijo, más aun así, no le prestó atención, hasta que tres meses después del fallecimiento de su abuela, heredándole la casa en la cual vivían juntos, el ruido de una melodía se oyó desde el fondo del corredor de la última planta, atemorizando al actual propietario, ya que jamás sintió un escalofrío tan persistente y profuso recorrerle desde la columna vertebral, hasta la planta de los pies, enfriando su cuerpo completo. Esto, acompañado del recuerdo de no haber temido jamás a la casona de su abuela, cuando eran sólo ellos viviendo en ella, a orillas, o principio según se viera, de una colina; pero ilógicamente, desde que la vieja Bom falleció, él no supo explicarse nada de lo que aconteció después.

Para empezar, la melodía provenía de una pequeña y vieja radio que funcionaba tanto a baterías como a electricidad, tocando siempre la misma melodía tétrica y que el muchacho no quiso oír por demasiado tiempo, porque la voz del hombre que entonaba las notas, parecía áspera y entristecida, desplegando un sentimiento de amargura en cada estrofa; a pesar de no saber qué significaba, reconociendo el género como un tango originario de un país latino del sur, reconocido como Argentina. Ahora que lo pensaba, era imposible que su abuela tuviese una reliquia de aquella en su casa, siendo ellos de un continente tan avanzado y transcultural, como lo era el oriente, era prácticamente un inconcluso de la vida el saber por qué su abuela tenía ese cacharro en su cuarto privado, el cual nunca abrió por respeto, y más que nada miedo, a las acciones de su abuela, y la manera en la que le castigaría si se metía en su "desván"... Años posteriores todavía temía por las amenazas de la mujer, aunque le atemorizara más el sonido lúgubre y melancólico de una letra que para él no tenía sentido. Más aun así no quería ingresar, ni siquiera acompañado. Por eso siempre la mantuvo cerrado bajo llave, perdiéndolas al tiempo, pero restándole importancia, ya que él no quería entrar allí.

Lo segundo que le mortificó, fueron los murmullos del otro lado de la puerta de su cuarto, no sabiendo como evadirlos cada que se estaba quedando profundamente dormido, por ello se planteó ignorarlos, omitiendo de sus noches las voces de niños susurrando, a veces adolescentes, otras mujeres discutiendo; pero ya luego no pudo conciliar el sueño, porque una cosa era escuchar o alucinar, que escuchabas voces difusas e inentendibles a punto de caer desmayado del sueño, y otra muy diferente era oír los pasos de pequeños piececitos corriendo por los corredores de tu inmensa casa heredada. No soportó los sonidos más de una semana, para esto se compró auriculares que bloqueaban los sonidos externos, poniendo música, dejándolos ajustados a los lados de su cabeza, siendo bien sujetos para que no se "cayeran" como ya le había sucedido.

Cuando creyó que el tema de los sonidos se había resuelto, una presencia extraña congelaba hasta la última de sus terminaciones nerviosas cuando sentía que estaban mirándole desde atrás, respirando cerca, moviendo las cosas de su cuarto, sintiendo si ver absolutamente nada en la oscuridad de su cuarto, cómo un ente ajeno a todo lo que él conocía y daba por real, deambulaba con familiaridad por toda la habitación, mientras él dormía. Los primeros dos días no pudo contener el temblor en sus músculos poniéndose de pie y pasando las noches en el comedor de la primer planta, estando su cuarto en la última, teniendo de frente, prácticamente, la entrada del desván de Bom, del cual provenía la música siempre a las 3:00am, poniendo un tanto nervioso al dueño, pero pasando de esto.

No mires los espejos, Jimin [YoonMin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora