Capítulo 2 - El Horrocrux

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Los meses transcurrieron bastante lentos en el hogar de los Dumbledore, debido al constante aislamiento de sus únicos tres habitantes. Se encerraban en parte porque Ariana no soportaba estar con gente que no conocía, sufría ataques de pánico y perdía el control. Albus estaba seguro que esto se debía a que Ariana, en el fondo, no confiaba en nadie porque le habían fallado. Él sentía algo parecido, y era esa precisamente la segunda razón de su aislamiento: Albus trazaba cada detalle del plan que lo llevaría a salvar su mundo y devolver a su hermana la total confianza; porque no habría nada ni nadie que osara ponerle siquiera un dedo sobre la hermana de Albus Dumbledore cuando sus planes finalizaran.

Aberforth se encargaba de comprar víveres y cocinarlos, así como de mantener el hogar y cuidar a Ariana. Realmente él hacía todo en la casa mientras que Albus permanecía en el estudio. Aberforth sabía que los ahorros que sus padres les habían heredado después de morir se agotarían algún día, y que él no podría trabajar y cuidar a Ariana. A pesar de no llevarse nada bien con su hermano mayor, él le admiraba y le temía porque Albus era sin dudas un mago brillante y poderoso.

Desde el día del accidente no habían cruzado más que una palabra o dos, pero ese día se había dispuesto enfrentarse a su hermano. Fue hasta el estudio e intentó abrir la puerta, pero ésta tenía cerrojo. Podía escuchar la voz de Albus desde afuera, parecía como si intentara hacer un hechizo que le resultaba muy difícil y esto lo frustraba. Aberforth tocó la puerta pero no recibía respuesta. Oía a Albus repetir las mismas palabras, él no sabía qué significaban.

-¿Albus? – Tocó la puerta con más fuerza, podía escuchar la voz de su hermano volverse más fuerte y desesperada. No dejaba de repetir las mismas palabras - ¡Albus! – Aberforth sentía que algo estaba mal, como si de ese estudio se escapara mucha angustia.

-¡Alohomora! – la puerta se abrió y Aberforth presenció una escena terrible: su hermano tendido en el suelo jadeando, con el rostro marcado de dolor profundo, y en el aire flotaban las siguientes palabras envueltas en fuego:

<<Anima fractus per morte fratrem>>

-¡Albus! ¿Estás bien? – corrió a levantar a su hermano sin quitar un ojo a esas palabras. No sabía lo que eran ni significaban, pero sentía cómo absorbían la poca felicidad que quedaba en la habitación. Sentía desesperación, impotencia, tristeza, enojo; todo menos felicidad – Albus, ¿qué estabas haciendo? ¿Qué significan esas palabras?

-No tiene importancia ya – apenas podía levantarse, estaba exhausto y adolorido – Son palabras inservibles porque les hace falta una parte, que no he podido encontrar – Albus hizo un movimiento elegante con su varita y las palabras se consumieron hasta desaparecer.

-Es magia tenebrosa, pude sentirlo. Estás practicando magia prohibida.

-Hazme un favor, ¿quieres? Deja de intentar entrometerte en cosas que ni siquiera entiendes. Ayúdame a levantarme, tengo que hacer un pequeño viaje.

-¿Y a dónde se supone que vas?

-A Borgin and Burkes, hay algo que encargué y hoy debo ir a recogerlo.

-Debes estar bromeando, Albus. Llevas meses sin hablarme, tengo que hacer todas las tareas en esta casa, te encuentro tirado practicando magia obscura y luego simplemente te vas a buscar un encargo a la tienda de más mala muerte conocida. Por Merlín, ¿qué demonios te pasa, Albus?

-No lo entenderías, Aberforth. No me hagas perder mi tiempo, apártate que debo irme.

-¿Sabes qué? No, no voy a apartarme. Lamento que perdieras a tu amigo, pero era un desquiciado asesino que intentaba matarme... – Albus tomó a su hermano por el cuello y lo levantó unos centímetros del suelo.

Albus Dumbledore - Por el bien mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora