Capítulo 5 - La Varita de Saúco.

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Tras unas horas de sueño, Albus despertó y se propuso ir al comedor donde encontró a Drágomir haciendo guardia.

- ¿Pudiste dormir? – le preguntó.

- Algo – contestó Albus. El otro le sonrió y volvió a ver por la ventana.

- Casi nadie compra varitas, no hay muchos niños en esta ciudad. Desde que invadieron Turquía hace meses, el colegio Durmstrang ya no admite magos ni brujas de Rumania, Turquía ni Bulgaria, y los chicos aquí aprenden en casa. Si logramos vencer a los griegos, se abrirá la escuela nuevamente para nuestros países. Por suerte yo me gradué antes de que esto pasara.

Albus no lo había pensado, pero a pesar del rostro severo y demacrado de Drágomir, éste no se veía viejo de edad. Aunque sí se podía ver que toda la magia oscura que había usado le rendía cuentas a su cuerpo. Albus podía sentir la oscuridad emanando de él, perturbando su cuerpo poco a poco.

- Tú fuiste a Hogwarts, ¿no?

- Sí – respondió Albus.

- Hubo un tiempo que me sentía celoso de los que iban a Hogwarts, incluso le pedí a mi padre si podía enviarme allí. Nunca me había golpeado hasta ese día – Drágomir extendió sus manos, las cuales tenían cicatrices de quemaduras y golpes muy seguramente mágicos.

- Lo siento – dijo Albus, mirando las cicatrices.

- No te preocupes, el viejo idioma lo terminó pagando caro – Drágomir lanzó una sonrisa amarga, Albus pudo notar que sus dientes eran blancos y limpios, contrastando con la oscuridad en sus túnicas. Se volvió hacia la ventana.

Albus se asomó igualmente y pudo ver una calle casi desierta, muchos edificios que parecían haber sido negocios en otra época, pero que ahora habían cerrado. Y al final de esa calle estaba la única casa que parecía recibir mantenimiento ocasionalmente, con buena pintura y lindas cortinas. Un letrero enorme en el techo decía, en un idioma que Albus entendía debido a sus hechizos de lenguaje: las varitas de Gregórovitch, las mejores de toda Europa.

- Ahí está el viejo.

Era verdad, nadie entraba ni salía. Solamente vio a un anciano de pelo enmarañado, túnicas grises y barba larga, al cual reconoció de la visión gaseosa que salió de la varita de Drágomir anteriormente.

- No se ve tan amenazador desde aquí – prorrumpió Albus.

- Lo sé, pero el idiota es un monstruo despiadado. Si crees que los magos búlgaros son poco ortodoxas, espera a ver las cosas que puede hacer Gregórovitch. Si le sumamos a los griegos, significaría perder el país.

- ¿De verdad no tienen oportunidad contra los griegos?

- No lo sé, pero hay una vieja leyenda – explicó Drgomir –. Los rumanos tienen a los vampiros, los ingleses a los dementores, pero nosotros los búlgaros tenemos al Várcolac.

Albus se rió.

- ¿Te burlas? Pues el Várcolac desayuna dementores. Es un ser sumamente tenebroso y extremadamente poderoso. Él sólo podría derrotar un ejército sin problemas.

- No entiendo, ¿qué es un Várcolac?

- Es un mago que toma la voluntad de Bulgaria. Es difícil de explicar, es algo que nos cuentan desde niños. Un mago es poseído por el espíritu de Bulgaria, como si el país se materializara en él. El Várcolac se traga la luna, el sol, las estrellas y toda luz natural del cielo. Su magia se vuelve infinitamente más poderosa, pero la historia siempre termina igual: una vez que el mago convertido en Várcolac cumple su cometido patriótico, y el espíritu que lo poseyó se retira, su cuerpo queda destruido, inutilizable.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2023 ⏰

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