El despertador sonó exactamente a las 7 a.m. y esto irritó a Carrie, como pasaba todas las mañanas. No había timbre alguno que hiciera su transición entre el bello placer de dormir y la caminata casi al borde de la muerte hasta al baño que iba a tener que enfrentar menos dolorosa. Ni siquiera música clásica, la cual supuestamente debía ser tranquila y serena, lo suficiente como para levantar a la adolescente de a poco, y no con un ruido ensordecedor, que era el claro recordatorio de que tenía que abandonar el calor de su cama y sumergirse en el invernal mundo del exterior, donde nada bueno la esperaba; resfriados, escuela, somnolencia.Cuando vio su reflejo luego de lavarse la cara con jabón se llevó un gran susto, aunque no fue lo suficientemente potente como para despertarla por completo. La realidad era que ella odiaba con el alma ver espinillas en su cara, pero desafortunadamente ya estaba acostumbrada a ello, aunque cada día esperaba levantarse y verse la piel limpia y pura como las demás chicas.
Por lo menos el desayuno dibujó una sonrisa en su rostro. El pan tostado con jamón y el café recién hecho podían levantarle el ánimo mañanero a cualquiera.
—Mamá, las cremas para el acné que tengo son inútiles.
Ella la miró algo disgustada por su comentario, ya que quería más que nadie que el sueño de Carrie se cumpliera.
—¿Y qué quieres que haga, amor? Te compré las más caras que había; y nada. Ya no sé qué hacer.
—¿Qué hay de ese jabón que te compré la semana pasada? —se unió el padre de Carrie a la conversación—. Puede ser que ese te provoque el acné...
—Ya ni sé —suspiró la adolescente—. Tengo demasiadas cremas y productos... ¿Cómo podría saber cuál es la incorrecta? Odio esto.
El señor y la señora Lawrey sorbieron sus cafés, al no tener ninguno de los dos la respuesta para aquello.
El desayuno continuó así, silencioso, por otro rato, hasta que al padre de Carrie se le ocurrió levantarse. Luego lo siguió su esposa, y finalmente quedó Carrie sola, como siempre. Pero no se percató mucho de ello. Estaba acostumbrada a no ser demasiado comprendida por sus padres. Tampoco podía esperar mucho de ellos; no tenían experiencia alguna. Ninguno había tenido hermanos o primos, al igual que ella. Ninguno había tenido la oportunidad de cuidar a alguien más pequeño que ellos, por lo que no podía pasar por sus cabezas siquiera la idea correcta de cómo hacerlo. Por suerte Carrie estaba enterado de ello, y no exigía demasiado, apreciaba los intentos de sus padres igualmente.
De modo que se levantó de su asiento, recogió su mochila y abandonó su mochila para sumergirse en el mundo exterior, donde fue azotada por una gélida brisa.
Sus ojos quedaros levemente irritados, pero igualmente miró la hora. Debido a alguna extraña intervención divina, se le había hecho tarde. Eran las siete y cuarenta de la mañana, cosa que significaba que le quedaban 10 minutos para llegar a la prepa.
«No puedo tomar el bus, la parada está muy lejos», se dio cuenta. «Rayos, tendré que ir en tren».
No le disgustaba la idea de tomar el tren, sino que odiaba esperar por el tren. En la estación. Con personas cerca. Personas que quizá querrían robarle, como habían hecho hacía dos años. Se podía decir que había sido algo traumatizante para ella, ya que no se atrevía a siquiera acercarse a la estación desde entonces.
Por suerte, apenas llegó el tren ya estaba allí, esperándola, casi desierto.
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El Tren
RomanceCarrie conoce al chico de sus sueños, pero luego queda atrapada en un triángulo amoroso, donde ella obtiene la peor parte: ayudar a su enamorado secreto a conquistar a otra chica. Carrie y Logan tienen una conexión especial, pero él parece no darse...