Capítulo 4

4 1 0
                                    

Carrie sorbía su café mientras hacía resonar sus dedos al compás de las agujas del reloj, esperando a que cesara el silencio que se había levantado, luego de que les había preguntado a sus padres si podía tener una cama matrimonial.
—¿Para qué? ¿Para que puedas revolcarte con un chico? Dime la verdad.
A Carrie le sorprendió el vocabulario de su padre, aunque un poco le gustó. Significaba que estaba aprendiendo a congeniar con adolescentes.
—¡Daniel! —se enojó su esposa—. Si le hablas así no conseguirás nada...
—No, ma. Está bien así. Ir directo al grano. —luego, Carrie fijó su vista en su padre, la cual hizo más dulce e inocente esta vez, para indicarle que no planeaba hacer nada de esas cosas que pensaba, con una cama matrimonial. Para lo único que la quería era para tener más espacio, y porque había visto películas con chicas de su edad que tenían camas matrimoniales, y había notado que tenían cierto estilo—. No la quiero para eso, solo me llama el espacio que tendré para mí, pero si no quieren lo comprendo...
Carrie no era una chica malcriada, a pesar de su situación de ser hija única de padres que eran hijos únicos y nieta única de padres con hijos únicos, que obviamente no podía contrarrestar el viejo mito de que los hijos únicos eran malcriados. Pero toda familia es diferente a su propia manera, ya que esos abuelos que habían tenido hijos únicos no habían malcriado a sus hijos, por lo que sus padres no eran malcriados y no tenían la intención de malcriarla a ella, siendo esto un ejemplo de que no se molestó demasiado ante la idea de que su pedido fuese rechazado.
—¿Lo prometes? —dudó su padre.
—¡Sí! —se levantó de su asiento, para abrazar a su padre.
Y al no ser malcriada, que le diesen un gusto era realmente especial para ella.
—Muy bien, te la compraremos —respondió su padre Daniel, mientras recibía su abrazo, que había sido algo de improvisto, ya que Carrie no les demostraba su afecto a sus padres muy a menudo.

Luego, lo soltó y salió por la puerta, ya que se le hacía un poco tarde. Pero cuando se disparó hacia afuera, tuvo que cerrar con fuerza su campera de cuero negra que estaba abierta, al no haber previsto Carrie que podría hacer más frío que el usual.

«¡Cielos! Es un maldito miércoles de abril! ¡No debería ser así, estando el calentamiento global! ¿Qué no debería ser al revés?», blasfemó Carrie en su interior.

Igualmente, no quiso volver a su casa para recoger un abrigo, ya que tendría que soportar el sermón que su madre le daría, empezando con un famoso te lo dije, o un ¡nunca me escuchas, estás siempre en tu mundo!, cosa que sonaba más desfavorecedora que un viento gélido.

Tuvo que ir al tren otra vez, acordándose de que había calefacción, pero no se le ocurrió pensar en Logan, hasta que lo vio saludándola y acercándose a ella.

«Bueno, eso significa que no siento nada por él y que realmente quiero ser su amiga. De lo contrario, me habría dirigido al tren sí o sí, con el único fin de pasar más tiempo con él, completamente solos», se convenció ella.

—¿Así que eres de las que llegan tarde, eh? —rio él.

—Sí, supongo... —dejó salir una leve sonrisa, esa que se le producía cuando él hacía bromas—. Entonces, la próxima vez que te vea a ti en el tren que llega a la estación, ¿significará que llego tarde? ¿O sea que te tengo que asociar con cosas malas?

—Exacto, pero depende de cómo lo veas. Tal vez no te gusta llegar tarde, y justo llego yo, y...

—¿Por qué no puedes hablar así con Melinda? —dijo Carrie de la nada, provocando que Logan quebrara su sonrisa característica. Entonces ella supo que había sido un error.

«Soy una tonta...», se dijo. «Lo peor que puedes decirle a una persona tímida es que es tímida, o preguntarle por qué no habla...». Se arrepintió al instante, y más cuando vio que no hubo respuesta por parte de él.

—Lo siento. Debe ser difícil para ti...

—No, déjalo. Es verdad, después de todo. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

—Sabes, yo era así antes. Así que es posible. Aunque muy difícil, lo admito.

—¿Y cómo? —de pronto, Logan levantó la cabeza de repente, e intentó mirar a Carrie a los ojos, pero no pudo. Carrie sintió lástima por él... Se sentía identificada de tantas formas...—. No puedo, ¿ves?

La chica tomó su cabeza con ambas manos y la colocó cara a cara con la suya, obligándolo a mirarla fijamente, haciendo un último esfuerzo por dejar escapar sus temores irracionales.

Logan obviamente intentó zafarse, pero fue inútil, porque inconscientemente el quería superarlo todo y dejar la timidez atrás.

—No debes desperdiciarte, Logan... Ahora estoy decidida a ayudarte, aunque eso me haga una perra y no quieras que sea tu amiga por ello.

Algo en esas palabras hizo reconfortarse a Carrie, ahora sentía que su deber era mejorar la vida de aquel chico; dejar que el viviese al máximo, a pesar de no reconocer su belleza interna y externa.

—Te equivocas en eso —continuó mirándola Logan, haciendo que el plan de Carrie fuese mucho más exitoso que al principio—. Ahora quiero que lo seamos... Más que nunca.

«Dios mío», pensó Carrie. «Este chico merece ser feliz... Me interesa más que él lo sea, antes que mi propia felicidad».

Y como cada buen momento debía llegar a su fin, le tocó a aquel. El tren se detuvo bruscamente en la parada previa a la de la escuela y cuando se abrieron las puertas, entró Melinda, en un parpadeo, haciendo que los corazones de ambos se aceleraran fugazmente.

El TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora