Una pequeña ayuda

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-Sé que no quieres arriesgarte Regina, sé que tienes miedo- interrumpió Tink- pero si no te arriesgas nunca podrás ser feliz.

-Esta bien!... hazlo!

-¿Qué?

-Si... hazlo, descubramos ahora hacia a quien nos lleva

-Regina, ¿estas segura?- preguntó Tink asombrada.

-Si...- dudó Regina

-¿Y si no te lleva hacia Emma?

-No importará, solo hazlo.

Tinkerbell sacó de su bolso un pequeño frasco con polvo de hadas y lo tiró hacia el aire. Instantes después se formó una luz, y comenzaron a seguirla a través de la ciudad.

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Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Emma enloquecia.

-Emma... tu..- señaló Snow

-Yo que!!?

-Ma, estas brillando...

-Que yo estoy que?- gritó Emma asustada.

Snow comenzó a reir fuertemente, tanto, que asustó a todos aun mas.

-Snow!, ¿que pasa?- preguntó David.

Al ver la reacción de todos, Snow se calmó un poco.

-Tal vez quieran sentarse para esto- dijo Mary Margaret, haciendo tiempo.

Nadie se sentó, todos se quedaron en el lugar donde estaban. David aun no comprendia, pero Henry ya tenia una idea de lo que ocurria, asi que se hizo al lado de la ventana para ver quien llegaba.

-Emma, la razón por la que brillas es el polvo de hadas- dijo Snow, pero Emma parecía no comprender, asi que agregó- Y es usado para encontrar a tu alma gemela.

Emma podía en ese instante, elegir entre desmayarse o huir como loca. Pero no hizo nada de eso. Se quedó sentada, pensando, esperando.

-Ma, ¿tienes alguna idea de quién sea?- preguntó Henry en tono de burla.

-Ja, ja... que gracioso, Henry. Pero no, no tengo idea de quien pueda ser- respondió Emma, claramente mintiendo.

Si tenía idea de quien seria, o bueno, de quien le gustaría que fuera. Pero no por desearlo significaba que fuera a hacerse realidad, o al menos eso pensó ella durante toda su vida.

En ese momento, alguien tocó a la puerta, haciendo que todos salieran de sus pensamientos.

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-Está bien Regina, hemos llegado, ¿lista para esto?- preguntó Tink
-No- respondió la morena de manera sincera- pero hagámoslo.

-¿quieres que suba contigo?

-Si, por favor Tink, no me dejes sola en esto- dijo Regina suplicando.

-Por supuesto. Para eso estoy Regina, después de todo, soy tu hada madrina.

-También eres mi amiga Tink- dijo abrazando a la rubia- Gracias por todo.

-Regina!, basta de sentimentalismos. Hora de ir por tu verdadero amor.

Comenzaron a subir las escalas, y cuando estuvieron frente a la puerta, ambas dejaron de respirar en el tiempo que trascurrió desde que tocaron la puerta hasta que alguien la abrió.

-Hola Snow. Este... yo...

Snow abrazó a Regina.

-Lo sabía... Estoy muy feliz por ustedes Regina- le dijo Snow a Regina al oído- Pero pasa, nos has tenido esperando.

Regina iba a entrar pero Snow interrumpió de nuevo.

-No... David, toma a Neal, Henry ven. Vamos a dar un paseo- dijo Snow dando una orden.

Todos le hicieron caso, hasta Tink. Regina entró por fin al apartamento, cerrando tras ella la puerta.

-Hey...- dijo Emma poniéndose de pie, nerviosa.

Regina también estaba nerviosa, había practicado todo el camino que decir, que decirle a Emma, ya que ella daba por seguro que el polvo la guiaría hacia ella. Pero ahora ni una sola palabra lograba dejar su boca.

-He hablado con Robin- dijo Emma de nuevo, ya que Regina permanecía en silencio.

-Lo se... Emma, yo...

-Regina, ¿esto qué significa?

-Señorita Swan, creo que es un poco obvio, ¿no cree?- dijo Regina en un tono burlón. De la nada había recuperado su seguridad.

Al oír esto, Emma sonrió y se acercó a la morena. Rodeándola con sus brazos, se acercó y le habló al oído.

-No, no lo sé, ¿podría usted explicármelo Alcaldesa?

-Eres una idiota- dijo Regina sonriendo mientras abrazaba a Emma.

-Soy tu idiota- respondió Emma.

-Te amo, Emma Swan.

-Te amo, Regina Mills.

Ambas sonrieron y se miraron a los ojos un momento, para después eliminar por completo el espacio que las separaba uniendo sus labios en un beso, esta vez sin preocupaciones, sin afanes, sin inseguridades. Solo amor.

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Después de unos minutos, luego de un largo beso estando de pie, Emma guio a la morena hacia el sofá. Regina al ver lo que Emma planeaba sonrió pero hizo que ambas se detuvieran.

-Emma, por más que quiero que esto pase, créeme que no quiero que nuestra primera vez sea en la casa de tus padres.

La rubia comenzó a reírse a más no poder haciendo que Regina riera también.

-Lo sé, lo sé, ni yo... Supongo que me dejé llevar por el momento, lo siento- dijo Emma un poco apenada.

-Hey, no tienes nada porque disculparte. Pero si, ambas nos dejamos llevar, pero supongo que ahora no es el momento ni lugar adecuado- respondió Regina componiendo una sonrisa. Haciendo que el rosto de Emma se iluminara también.

Mientras todos volvían de su conveniente paseo, Emma y Regina se quedaron en el sofá abrazadas.

-Regina, ya que sabemos que somos almas gemelas, ¿Qué sucederá ahora?- preguntó Emma un poco asustada.

La morena notó en temor en las palabras de la otra mujer, así que la tomó de la mano y entrelazó sus dedos con los de ella.

-Si te refieres a Robin, ya he hablado con él, y hasta se lo ha tomado muy bien. Pero ahora Emma, no lo sé...- respondió Regina igual de asustada- pero vamos a descubrirlo juntas.

Esto hizo que Emma sonriera. En ese momento Regina supo que nunca podría cansarse de esa sonrisa, que nunca podría cansarse de Emma, que nunca podría dejar de amarla.

-Regina... ¿Quieres ser mi novia?- preguntó Emma.- Esta bien si no lo quieres... quiero decir, sé que es muy pronto, lo siento, no debí preguntar... yo...

-Emma, cállate- dijo Regina para luego besar a la rubia que no dejaba de balbucear- si, si quiero ser tu novia.

-Woaw... eso fue... asombroso... saber que todos estos años pudiste callarme así- bromeó Emma.

-Bueno, supongo que eso de que las mejores cosas de la vida, toman su tiempo... esta vez es verdad. Pero si lamento no haberlo hecho antes.

Emma tomó el rostro de Regina entre sus manos, acariciándole las mejillas.

-Bueno, pues ahora puedes hacerlo cuando quieras.

-Muy cierto- dijo Regina con una sonrisa pícara- eres mi novia.

Volvieron a acercarse desapareciendo de nuevo el espacio entre ellas, besándose, aprovechando los minutos hasta que los demás volvieran.

Esas podríamos ser nosotras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora