- ¿Habéis visto la película esa nueva en la que sale Dave Franco?
- ¿Te refieres a Nerve?
- ¡Sí! ¿La habéis visto?
Había pasado una semana desde la reunión del grupo de voluntariado y estábamos otra vez en el mismo bar.
- Pero, ¿de verdad váis a pagar por ver eso? Tiene pinta de ser malísima - dijo Miguel, y Helena le miró le reojo.
- Pero qué dices Miguel, ¿tú has visto a Dave Franco? Claro que voy a pagar por ver a Dave Franco en una pantalla gigante. ¡Es Dave Franco!Miguel me dio un poco de pena en ese momento. Se le notaba de lejos que le encantaba Helena y ella no se daba cuenta, o no quería darse cuenta; todavía no la conocía tanto como para abordar ese tema con ella.
La semana había pasado muy lentamente. Mucho. Había estado todos los días de aquí para allá, corriendo por la ciudad de un lado para otro intentando llegar a tiempo a mis clases, lo cual, siendo sinceros, no se me daba demasiado bien. Soy experta en entretenerme con tonterías: las nubes, la lluvia, los escaparates de las tiendas, un abuelo recogiendo a su nieto del colegio, un chico y una chica que corren el uno hacia el otro para fundirse en un abrazo...
Me habría encantado levantarme tarde ese fin de semana, pero nos habían encarcado montones de prácticas para la semana siguiente y quería adeltantar un trabajo que había que entregar a finales de mes.
Mi día favorito de esa semana fue el jueves. Y eso que al principio no pintaba bien. Porque al parecer ese día el mundo decidió quedarse en casa y no coger el autobús, de forma que llegué ridículamente temprano a la facultad. Y muy cabreada. Porque de saberlo que habría quedado en la cama media hora más, que no parece mucho, pero me encanta dormir.Por suerte cuando llegué la biblioteca ya estaba abierta y pensé que si tenían los libros que necesitaba, podía seguir adelantando el trabajo que tenía para fin de mes.
Encontré todos los manuales y me dirigí a una de las mesas, justo cuando vi a Jaime y Jorge entrando a la biblioteca. Ellos al verme con tantos libors se acercaron a ayudarme, porque os digo, sin exagerar, que llevaba diez kilos en papel. Esa mañana no pasó mucho más. Los chicos se habían pasado por la biblioteca para terminar unas prácticas y enviarlas por el campus virtual, se quedaron un cuarto de hora como mucho, pero me gustó notar que no estaban incómodos conmigo, sin silencios raros.- De verdad Helena, no sé qué le ves a ese chico. ¡Si tiene boca de caballo!
- ¡Eh! ¡Ni se te ocurra criticar a Dave Franco! - Andrea les interrumpió muerta de la risa, y todos se lo agradecimos con la mirada, porque la situación empezaba a ponerse tensa.
- Chicos, ¿habéis visto quién viene a las fiestas de la universidad? - todos miramos a Laura expectantes - ¡Vetusta Morla!
Todos soltamos un suspiro a la vez.
- ¿En serio?
- ¡Tenemos que ir!
- ¡No me pierdo ese concierto por nada del mundo!
- Chicos, lo siento, pero tengo que irme ya o voy a perder el autobús otra vez - dije, y empecé a recoger mis cosas y a ponerme el abrigo para marcharme, pero Jorge me agarró por el brazo.
- No Candela espera, te llevo hoy también si quieres, si me pilla de paso.
Eso era mentira. Yo sabía que no le pillaba de paso. La semana anterior cuando íbamos de camino al aparcamiento me había comentado dónde vivía, y dejarme en casa le suponía desviarse un cuarto de hora.
- ¿De verdad? ¿No tienes prisa por llegar a casa?
- Tú tranquila Candela, no me importa.
- Pues... sí vale, muchas gracias - le dije sonriendo.
Seguimos hablando durante media hora más sobre el concierto, haciendo planes. Y ellos contaban conmigo para ir, me habían incluido en sus planes directamente y eso me encantó.
En torno a las nueve de la noche todos nos habíamos acabado nuestra cerveza (Jaime dos y Jorge una sin alcool). Quedamos para salir el viernes por la noche todos juntos y nos separamos para volver a casa.Jorge y yo llevábamos un rato caminando en silencio por la calle, tranquilamente, cuando él se paró en seco. Me giré confundida cuando sacó una llave de su bolsillo.
- ¿Dónde has dejado la moto? No la veo - yo ya empezaba a sentirme un poco tonta, la verdad.
- Hoy me he traído el coche - dijo, mientras abría la puerta de un BMW.
- ¿Ese coche es tuyo? - él sonrió.
- Bueno, no. Le he pedido a mi padre que me lo dejara hoy, para poder hablar mientras te llevo.
Me sonrojé. Y yo nunca me sonrojo. Nunca. Lo digo de verdad. Pero estoy segurísima de que en ese momento lo hice. Ni siquiera sabía qué decir, estaba embobada mirando los ojos de Jorge. Eran verde oscuro. Al principio había pensado que eran marrones, pero no, eran verdes, y en ese momento brillaban bajo la luz de las farolas.
- Bueno... ¿vamos?
- Sí, sí, perdona, lo siento, me he quedado embobada - dije mientras abría la puerta.
- Así que estudias derecho, ¿qué quieres hacer después? - me preguntó Jorge una vez dentro del coche.
- La verdad es que no estoy segura todavía.
- ¿Abogada? - dijo riendo.
- No, no, no, no. Abogada no. Tal vez juez... no lo sé. Creo que si fuera juez podría ayudar a las personas - él desvió la mirada de la carretera un momento - no me refiero a ayudar metiendo delincuentes en la cárcel, me refiero a dar segundas oportunidades a esas personas. Todos merecemos eso. Porque la gente comete errores, ¿entiendes? No me parece justo meter en la cárcel de por vida a una persona que, yo qué sé, ha estado traficando porque tenía que dar de comer a sus hijos. No me refiero a los capos estos de mafias enormes, me refiero a la gente que hace pequeños trapicheos. A ver, está claro que vender droga no está bien. La droga destroza las vidas de las personas que la consumen. Pero las personas, cuando están en una situación desesperada hacen lo que pueden para sobrevivir. Y no me parece bien que esas pobre personas que se han visto arrastradas a esas conductas estén en la cárcel el mismo tiempo o más que un banquero avaricioso... - Me callé de pronto. - Lo siento Jorge - dije avergonzada - a veces empiezo a divagar y no hay quién me pare.
- No te disculpes Candela. Me gusta escucharte. Eres diferente. - No sabía qué decir, y nos quedamos unos minutos callados.
- Bueno, ¿tú sabes qué especialidad te gusta más? - él me miró confundido. - Quiero decir que si sabes a qué te quieres dedicar, si quieres ser pediatra u oncólogo o qué sé yo - me empezaba a poner nerviosa estar con él en el coche.
- ¡Ah! Yo tampoco lo tengo claro, ¿sabes?
- Tampoco pasa nada, eso es lo normal, creo. Aún nos queda un año de carrera, tenemos tiempo.
- Bueno, a mí me quedan un par de años todavía.
- ¿De verdad? Eh...
- Sí, mi carrera es de seis años, por lo de hacer la especialización y tal.
- Y aún así te quedará hacer el MIR y todo eso, ¿no? La verdad es que no tengo ni idea de cómo funciona todo lo de los médicos. Es como hacer una oposición, ¿no? El MIR me refiero. Me hago un lío con lo de que hagáis especializaciones y residencias y cosas.
- Si te digo la verdad, lo que me gustaría es irme con Médico sin fronteras. - Me miró como con miedo.- Vaya. Eso sería genial. De verdad. Si hubiera un Abogados sin fronteras me convertiría en abogada y no sabes lo poco que me gusta la idea de ser abogada.
- ¿Te parece buena idea? Mis padres dicen que en cuanto ponga un pie en un hospital de campaña desearé haber hecho el MIR y trabajar en un hospital normal, como todo el mundo.
- Hombre... Estoy segura de que debe ser duro estar lejos de casa y trabajar en unas condiciones tan complicadas, pero seguro que compensa ayudar a tanta gente... -Me quedé pensativa un momento. - A lo mejor podrías ir en verano y probar, a ver qué tal te va.
- Sí... es una buena idea... - esperé a qué siguiera hablando, pero no lo hizo. Y de pronto estábamos ya en la puerta de mi casa. Agarré mi bolso y salí del coche. Él salió detrás de mí. Le miré confundida. Lo de acompañar a las chicas hasta la puerta sólo pasa en las películas. Y es absurdo la verdad, porque había aparcado en la puerta de mi casa. A un metro, literalmente.
- Eh... ¿Vendrás el viernes? - no tenía ni idea a qué se refería - ¿Con Andrea y Helena y tal? A tomar algo y salir después...
- Sí, sí, claro.
Jorge se quedó mirándome. Se quedó mirándome de la forma en que te miran los chicos cuando van a besarte. Y yo no sabía qué hacer. Es decir, el chico me gustaba. Estaba clarísimo que me gustaba. Era guapísimo, y tan simpático, e inteligente. Me gustaba hablar con él. Pero yo no quería una relación. Sólo escuchar la palabra "novio" hacía que algo se me revolviera por dentro. Cada vez que había llamado "novio" a un chico todo había acabado mal. Muy mal. Y no estaba segura de querer arriesgar la posible amistad que podía llegar a tener con Jorge por cometer la estupidez de empezar a salir. Que no digo que las relaciones sean una tontería, sólo es que creo que no son para mí. No todavía al menos.Como decía, estábamos en el portal de mi casa. Y él me miraba fijamente mientras se acercaba. Y la verdad es que cuanto más se acercaba a mí, menos ganas de rechazarle tenía. Y justo cuando iba a pasar apareció mi padre. Genial. Así que ahí terminó todo. La vedad es que me hizo un gran favor apareciendo en ese momento. Sabía que si besaba a Jorge pasaría la noche en vela pensando que no debería haberlo hecho y si no lo hacía me quedaría despierta pensando en cómo besaría.
Mi padre entró en casa directamente después de saludarme (más tarde me sometió al tercer grado), pero el momento se había roto, ya no me miraba fijamente, sino que sus ojos se movían nerviosos de mi casa a mí y de mí a su coche.
- Bueno... el viernes nos vemos entonces.
- Sí, claro. Nos vemos el viernes.
Él se dio la vuelta y entró en el coche. Y yo me quedé mirándolo hasta que giró la esquina y le perdí de vista.

ESTÁS LEYENDO
Soñar despierta
RomanceYo soy Candela y en este libro hay dos historias que en realidad son la misma: nuestra historia juntos y la historia de cómo me cambiaste.