Teníamos ganas de fiesta. A ver si me entendéis, no es que seamos ultra juerguistas y salgamos hasta las tantas todos los fines de semana. Más bien somos de ir tranquilamente y relajadas. Pero precisamente por eso, porque hacía mucho que no nos soltábamos la melena, esta vez nos apetecía. Nos apetecía volver a casa de madrugada y sin voz.
Así que nos fuimos a un bar que hay en la zona universitaria que es casi como una discoteca. Es decir, es pequeñito, pero no hay mesas para sentarse y ponen la música a tope (música de la buena, ¿eh?, que yo no tengo nada en contra del reggetón y todo eso, pero a mí no me gusta).
Por el camino Helena y Miguel se fueron quedando atrás. Primero los oía discutir, pero poco a poco sus voces se fueron volviendo más suaves. Cuando me di la vuelta para verles estaban muy cerca el uno del otro, hablaban entre susurros, sonriendo. Iba a gritarles que no se quedaran atrás, pero Jorge me dio un tirón del brazo y me llevó con los demás. A ver si de una vez resolvían la tensión que había entre ellos, dijo. Lo que me hizo muchísima gracia (es lo que pasa cuando has bebido), porque que precisamente fuera él quien hablara de resolver tensiones... Llamadme loca, pero para mí que entre nosotros también había tensión. No creo que me lo hubiera imaginado sólo yo.
En fin, el caso es que estábamos en el bar este que os he comentado, "Kistch" se llama. Y el nombre le va que ni pintado la verdad. Es un bar de paredes fuscia llenas de cuadros y fotos de gatitos y mujeres que parecer hechas de cera (de esas que son un poco creepy, que dan miedito), con la barra y el suelo de baldosas y azulejos de motivos recargados, coloreados de mil colores. Estoy segura de que estar ahí con las luces encendidas daría claustrofobia. Pero con las luces apagadas, los focos de colores, Fuel Fandango reventando los tímpanos y todos los cuerpos pegados saltando al mismo ritmo... se creaba un ambiente especial.
En un momento de euforia vi a Miguel abrazando a Helena en una esquina del local, bailando muy juntos, muy lento, muy raro.
– ¡Mirad ahí! – grité, para que los demás me oyeran por encima de la música. Todos se giraron y al ver el ímpetu con el que ahora se besaban empezaron a reír.
– ¡Ya era hora! – dijo alguien. Y tanto que era hora.
– Espero que mañana no se arrepientan... – dijo Andrea – porque la que se traga las rayadas de Helena soy yo y ya estoy un poco cansada de oírla hablar de Miguel.
De pronto noté una mano en mi hombro. Alguien tiraba de mí para darme la vuelta y en un segundo estaba frente a Jorge y él me miraba fijamente (sí, sí, otra vez está aquí LA mirada). Mi cuerpo era muy consciente de la posición de su mano sobre mi cuerpo, como si mis terminaciones nerviosas adoraran su tacto y enviaran impulsos más fuertes a mi cerebro (esto no tiene ninguna base científica, pero me voy a permitir la licencia) y su mano estaba moviéndose de mi hombro hacia mi cintura. Creo que estábamos bailando, y a un ritmo demasiado lento para la canción que sonaba, en medio de una masa de gente saltando. Él me sonreía. Ya sé lo que estaréis pensando, porque creedme, yo también lo estaba pensando: esto se parece demasiado a cuando Babi va a buscar a Hache en una discoteca en Tres metros sobre el cielo (con la diferencia de que yo bailo bien, no como si me hubiera poseído el espíritu del mal ahí en un momento). Y sí, la escena estaba ya pasándose de cursi. Y sí, tenía ganas de que parara, de que se dejara de tonterías y que me besara. También podría haberme lanzado yo, pero el momento película adolescente me tenía un poco bloqueada.
– ¡Candela que esta es nuestra canción! – Alma y Sara tiraron de mí y me llevaron al centro de la pista. Entre mis amigas riendo, la gente bailando como si todos sus corazones latieran a la vez, al ritmo de la música, y La tormenta de arena de Dorian inundando la sala hicieron que me diera un subidón y me olvidara de la escena anterior, aunque no podía dejar de preguntarme por qué nos interrumpían cada vez cuando estaba a punto de pasar lo mejor.
***
Sé que es un poco corto, pero estoy un poco falta de inspiración estos días, intentaré que el próximo sea más largo.
Votad si os ha gustado y comentad si queréis, ¡nos vemos pronto!

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Soñar despierta
RomansaYo soy Candela y en este libro hay dos historias que en realidad son la misma: nuestra historia juntos y la historia de cómo me cambiaste.