Capitulo 2

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Al día siguiente.

Bill comenzó a sentir un ligero picor en el brazo, abrió los ojos de manera lenta, viendo los rayos de sol que se adentraban al lugar. Se sentó de golpe al ver aquel brillo, él no veía muy a menudo el sol.

Observó su brazo; de está colgaba un gran tubo de anestesia. Trató de quitársela hasta que un brazo ajeno lo detuvo.

—No te la quites.—el pelinegro lo observó con cierto miedo, pero aún así le obedeció.

—¿Do-dónde estoy? ¿Tú quién eres?

—Estas en mi casa, y me llamó Tom.

—¿Por qué estoy aquí?

—¿No lo recuerdas?—negó con la cabeza.—ayer te saque de aquel lugar donde te tenían esclavizado.

—¿¡Qué!? ¿¡E-estas loco!? Nos encontraran y lo primero que harán sera matarte.—dijo desesperado tratando de quitarse la aguja de su brazo; pero Tom se lo volvió a impedir.

—Tranquilo, no nos harán nada, nadie me ha visto sacarte de aquel sitio.

—Tu no entiendes—se le acercó con el ceño fruncido—, ellos no se cansaran hasta encontrarme.

—¿Ellos quienes?—el pelinegro se alejó y volvió al negar con la cabeza.

—No importa. Te agradezco que me hayas ayudado, pero debo volver. Perdoname si te dije algo estúpido como ayudarme.

—¿Cómo te llamas?—cuestionó. Ignorando por completo lo que dijo el pelinegro anteriormente.

—Bill.

—Quiero ayudarte Bill. Ví como estabas anoche, creeme que no fue lindo.

—Así debo ganarme la vida y...—hizó una breve pausa—¡Andreas!—gritó de repente.

—¿Quién es Andreas?—preguntó el mayor confuso.

—Mi compañero, él también debe salir de ahí. —se bajó de la cama no obstante sintiendo un mareo horrible, tanto que estaba a punto de caerse sino fuese por Tom que lo tomó rápidamente de la cintura.

—Hey,—conectaron sus miradas en una fracción de segundos. El menor decidió volver a recostarse—Bill, ¿no crees que si vas a ese lugar o yo, nos mataran?

—Pero allí está mi amigo...—se formó un rotundo silencio. Tom quería ayudarle, realmente tenia esa necesidad, aunque no le conociese de nada.

—Ya veremos cómo sacarlo de aquel lugar, pero primero tú debes descansar.

—¿Lo prometes?—dijo a su vez aferrándose a la mano del mayor. Éste sintió un breve cosquilleo en todo su brazo al sentir su tacto, su piel era tan fina y blanquecina...

—Te lo prometo. ¿Quieres desayunar?

—¿Desayunar?

—Sí, desayunar. ¿Nunca has oído de ello?—preguntó incrédulo.

—Lo he oído pero nunca lo he probado— Tom lo observó sorprendido.

¿Acaso a éste chico lo tenían completamente encerrado en una burbuja como para no haber probado al menos una taza de café? Se autopreguntó el mayor algo apenado.

—Entonces hoy lo harás.— Se puso de pie soltando la mano del pelinegro.

A los diez minutos volvió con una bandeja de todo un poco; ante los ojos de Bill, era demasiado.

Beso de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora